No nos gusta esperar. Ni siquiera cuando nos va la vida en ello. Literalmente. Así que estar frente a un semáforo en rojo durante un minuto y medio nos parece una especie de tortura moderna que no estamos dispuestos a sufrir. El peatón coruñés es así, un espíritu libre. A veces atropellado, es verdad; es el precio del carácter indomable.