Hay quien estaba tomando el sol en La Magdalena cuando –con permiso de tuteo– Johnny apareció por la playa. La chaqueta de cuero y las gafas de sol presumían que una estrella del rock había llegado a la ciudad pero, como toda buena banda, a este capitán le sigue su tripulación. Siete músicos que por bandera llevan pasión y devoción.
Muy lejos del mar quedan las afueras de Madrid, en las que las viviendas tienen una particularidad única. Las paredes de los pisos de Carabanchel soy muy finas. Esto hizo que su vecino le escuchara cantar cuando él era un niño. Así entró en la música y, más tarde, empezó a gestar el mítico grupo de rock que, en estos momentos, está celebrando sus cinco décadas –que en palabras de su cabecilla, “suena a menos que cincuenta años”–.
“Empiezas pero nunca sabes hasta dónde vas a llegar. Al ver que alcanzas una cifra como esta te llegas a preguntar si es verdad. Miras para atrás y te das cuenta de que la vida se te ha pasado volando, pero ha sido maravilloso”, explica el cantante.
Con una cadencia lenta y constante, como una buena balada, el artista reconoce que para él no había otra opción. “Si volviera a nacer, haría lo mismo”, confiesa.
Todos los miles de kilómetros recorridos, las esperas y las infinitas pruebas de sonido se olvidan cuando ponen un pie en el palco. “Yo soy músico y me pagan por esperar o por viajar, cuando subo al escenario lo hago completamente gratis”, afirma el cantante, parafraseado a otro de los miembros de su banda.
Burning no se sonroja al confesar que, a pesar de llevar tantos años debajo de los focos, la sensación encima de las tablas no ha cambiado desde el primer día. Quizá ese es el truco.
Si se da un paso más allá se puede atisbar la personalidad del grupo como un todo y Johnny explica que las actuaciones dependen de qué apetezca ese día o cómo se planteen sorprender a su público. Cambian los shows porque sus más de 200 canciones les permiten jugar con el repertorio. Es decir, una organización “bastante anárquica” que hace de ellos lo que son: autenticidad.
No saben qué les depara el destino, es más, llegar a su posición ya es todo un logro, pero de forma unánime han encontrado el momento de poner un punto y final, y es que “si no te lo pasas bien, no te subas a un escenario”. Cuando se disfruta la música, dice el grupo, esta “suena bien”.
Ellos no solo lo disfrutan, sino que también ven la banda como “un refugio”. Porque sí, las estrellas de rock también tienen días malos, aunque de “los días más complicados nacen las canciones de cuchillo”, exponen.
Una banda que ya es parte de la historia habla de la música como la “autenticidad de la vida”, que a su vez nace de una existencia dedicada al rock and roll, un estilo con el que “visitas el infierno, pero te hace rozar el cielo”.