Existe en Narón un grupo que dejó de realizar sus quehaceres profesionales hace ya algunos años. Desde trabajadores del naval hasta modistas convergen hoy en el espacio que el Centro de Recursos Solidarios (CRS) de Narón tiene en el polígono de A Gándara.
A pesar de que la labor no para durante todo el año, ahora están con una de las campañas más especiales, puesto que sus Majestades de Oriente han decidido contar con ellos como pajes un año más.
En esta ocasión, los Reyes Magos han asignado a este grupo de decanos más que profesionales una serie de destinatarios, cerca de 70 niños y niñas, que en la mañana del 6 de enero encontrarán en sus hogares aquello que reflejaron en sus cartas.
Así es como la Navidad adquiere en Narón un toque solidario, pues para encomendarse a tan ardua tarea, los del CRS llevan tiempo haciendo campaña. En esta ocasión, los pequeños tendrán un regalo nuevo, dos usados –siempre en buenas condiciones–, un libro y un peluche.
Pero no solo se tiene en cuenta al público infantil, sino que los voluntarios de este centro, conscientes de que las mesas de las cocinas y comedores son en estas fechas el eje de las celebraciones, han querido llevar los turrones más dulces y las pastas más sabrosas a cada casa.
Y es que para quien no lo sepa, “no es lo mismo calentar un pollo que asarlo”. Esto, que parece a simple vista una obviedad, en realidad tiene un trasfondo significativo en la entidad. El hecho de cocinar durante horas supone un gasto en la factura de la luz, del agua o del gas, mientras que si el producto ya viene preparado y las familias solo tienen que calentarlo, el precio baja considerablemente. Para muchos “un euro es un abismo”, explica el presidente del CRS, José Manuel González.
Como otros miembros, él lleva en el mundo del voluntariado más de tres décadas y ahora dirige un almacén que, tiene claro, “no sería nada sin la gente que lo hace funcionar día a día”. Una de esas personas, costurera y ama de casa retirada, Ángela Rodríguez, asume que en estos momentos las jornadas son más largas de lo que cabría esperar, pero tienen claro que “esta experiencia hay que vivirla, es inexplicable la satisfacción que te llevas para casa sabiendo que alguien respira un poco más aliviado”.
Desde la presidencia tienen claro cuál es el deseo de esta Navidad y es que lo mejor que les podría pasar sería “cerrar nuestras puertas el año que viene”, simplemente porque eso supondría “que no hay personas que necesitan nuestra ayuda”, es decir, que ya no haya quien esté en situación de exclusión social o cerca del umbral de pobreza.
Por desgracia, esto no es así. “A partir de 2018 creció exponencialmente el número de familias que no tienen recursos suficientes”, comenta González. Así, en este año se atendió en esta agrupación a 640 unidades familiares y el perfil dista mucho de ser aquel en el que recaen unos tópicos que se entremezclan, ahora mismo, con los prejuicios.
“La mayoría es gente joven, entre 30 y 50 años, que tiene menores a su cargo. Antes eran situaciones quizá más marginales pero ahora la gran parte de gente que nos pide una mano amiga tienen trabajo”, comenta.
Y es que el hecho de atreverse a acudir y expresar en público esta necesidad ya es un acto de valentía en sí mismo. Los que están allí cara al público, no son otros que los vecinos y vecinas con los que se comparte el barrio, la calle o incluso algún que otro café. Es por ello que los protocolos del centro cuidan de que se preserve la identidad de todos aquellos que acuden, es esencial para ellos “respetar la intimidad y que nadie se sienta denigrado por tener que contar una vida”.
“Hay vergüenza, coraje, miedo y desconocimiento”, comenta el grupo, conscientes de lo duro que es dar este primer paso y por eso, desde aquí, un alegato en favor de esa valentía y, asimismo, del trabajo de unas personas que le dan valor a su tiempo cuidando de otros.
No solo los juguetes, en estas fechas, o los alimentos tienen cabida en la infraestructura naronesa, sino que todo aquello “que pueda servir en un hogar” es bienvenido.
Así, en su almacén se suceden desde colchones, donados por establecimientos hoteleros de la zona, hasta vajillas o lámparas de particulares, y es que hay cosas en las que no se suele reparar, de uso diario y doméstico que, por desgracia, para un número demasiado elevado de personas siguen siendo un lujo.
Eso sí, hay que partir de una premisa muy básica que no todo el mundo respeta a la hora de llevar sus enseres a este centro: tienen que estar en buen estado aunque sean de segunda mano. De esta manera, y teniendo en cuenta que el CRS se hace cargo de arreglos de, por ejemplo, algún electrodoméstico, la financiación de la entidad no es infinita.
En lo relativo a la ropa, el espacio alberga una gran cantidad textil –curiosamente ordenado por tallas, tipos de prendas o edades– que nada tiene que envidiar al mejor centro de logística de una gran empresa.
Con todo, no siempre todo lo que llega –bien sea directamente o a través de los contenedores habilitados tanto en el municipio en el que están afincados como en Valdoviño– es aprovechable, pero ellos han sabido, igualmente, sacarle rendimiento de la mano de Insertega, una empresa coruñesa que se dedica al reciclaje en la industria de la moda.
Una vez tienen separada aquella que puede servir en los hogares, en A Coruña se gestiona el resto. El año pasado se reciclaron un total de 71 toneladas de ropa, lo que, en valor monetario, supondrían casi 4.000 euros.
En la realidad, sin embargo, la entidad no percibe esta cuantía, sino que lo que llega a su almacén son alimentos por valor de este importe, así, el abastecimiento es continuo y los procesos se acortan.
Esta idea se acompaña, además, del resto de grupos que trabajan con ellos. “Se trata de ser un gran centro de logística”, explican, facilitando, así, la labor del resto de asociaciones de la comarca. “Cubrir todas las necesidades de manera individual también supone, en cierta manera, una menor eficacia”, aseguran.
La media de edad de los integrantes del CRS supera la barrera de la jubilación y esto es una cuestión que preocupa a la directiva.
“Necesitamos un relevo generacional”, asevera el presidente, a sabiendas de que sino, la labor que desarrollan tiene fecha de caducidad. Son conscientes de que el ritmo vital actual supone un handicap a la hora de encontrar horarios que permitan la conciliación con el trabajo o las familias, pero una mano amiga siempre es bienvenida en sus instalaciones.
Aunque hay que tener cuidado, puesto que más de uno de los que ahora está doblando horario en esta campaña navideña, llegó por casualidad y nunca fue quien de marcharse.
Este es el caso de algún voluntario que estaba realizando servicios a la comunidad –ya que el centro acoge a adultos y menores que se encuentren en esta situación–. En un principio eran 18 días, pero abril ya queda muy lejos en el calendario de 2024 y, a día de hoy, sigue compartiendo la pausa de café con sus compañeros, entre balones, peluches, sofás y todo tipo de legumbres.
En pleno ajetreo de unas fechas tan marcadas en las que todos los días son laborables, esta subcontrata de sus Majestades de Oriente demuestra que la solidaridad nunca entendió de festivos. El resto del año, ya sin el amparo de los Reyes Magos, constatan la falta que hacen.