Entre enero y febrero de 1925, Manuela Rodríguez Fraga, natural del lugar de A Ponte, en la parroquia de San Xurxo de Moeche, se levantó de la cama en la que llevaba años postrada y comenzó a hablar con acento cubano y voz de hombre, diciendo que se trataba de un cura de Ortigueira, fallecido años antes en La Habana, que había ocupado el cuerpo de la joven de 22 años. De ser analfabeta pasó a hablar en latín e incluso se dice que otras lenguas, y desde entonces se convirtió en reclamo para visitantes.
Se cumplen 100 años desde ese extraño suceso que no se limitó a las habladurías de vecinos de una aldea, sino que ocupó páginas de la prensa nacional e internacional, fue tratado por prestigiosos médicos de la época e incluso inspirado obras literarias y cinematográficas.
El caso acaparó grandes espacios en los periódicos del momento, desde que El Orzán diese por primera vez la noticia. Pero también la revista Nós abordó el tema y hasta diarios como el francés Le Petit Parisien o The Chicago Tribune se hicieron eco del suceso acontecido en un lugar tan alejado y tan ajeno a los intereses de europeos y americanos.
Manuela fue diagnosticada de “histerismo”, de caso de mediumnismo, de doble personalidad, de “espiritada” y de “corpo aberto”, según hablasen de este hecho médicos, teólogos, teósofos, escritores o parroquianos. Lo que pasó realmente es difícil de saber, sobre todo con una perspectiva de un siglo después, y de lo que fue de Manuela tras esa “posesión” de su cuerpo, poco se recoge ya en los escritos de la época, aunque los vecinos de la zona aseguran que siempre se dijo que había muerto poco después, muy joven.
Hoy el lugar de A Ponte sigue poblado y donde hace cien años se formaban romerías de personas para ver a la “iluminada” y escuchar sus sermones –algunos hablaban de que incluso se expresaba en latín– es ahora una zona de viviendas rehabilitadas, con fácil acceso, y con la casa de Manuela y su familia aún en pie. Los residentes en el lugar de A Ponte conocen el suceso, que quizás se haya ido engrandeciendo con el paso de los años y del boca a boca. La joven y el supuesto sacerdote cubano parecen ya descansar para siempre, aunque quedan en la memoria y en la historia, gracias a su plasmación escrita.
Los hechos recogidos por primera vez en El Orzán –28 de enero de 1925– dan cuenta de que la joven de 22 años Manuela Rodríguez padecía una enfermedad que la que tenía encamada desde hacía cuatro años –se habla de una posible tuberculosis–. Extremadamente delgada por su deterioro físico y diagnosticada por un médico como de neurastenia aguda, la vecina de San Xurxo permaneció en ese estado hasta el 12 de enero de 1925.
Fue entonces, recoge el periódico, cuando “se operaron una serie de cambios repentinamente; la enferma empezó a hablar en tercera persona, dirigiéndose a sí misma como 'la niña', y comentando que quien hablaba por su boca era un clérigo de Ortigueira muerto en La Habana”. Desde aquel momento, se dice que da misa, moraliza, predica y sabe liturgia, con conocimientos, incluso, de dogmática y filosofía, cuando la pobre mujer carecía de estudios, como labriega de la época, antes de que el cura, supuestamente, se los indujese.
Cuándo y cómo se introdujo el clérigo en Manuela tiene también su historia, pues se dice que fue en un momento en el que fue a beber a un arroyo y que el espíritu que por allí vagaba –no sin antes imponerse a otros que también pretendían introducirse en la mujer– pudo hacerse con el cuerpo de esta vecina. La aldea se convirtió entonces en una peregrinación constante, con individuos que querían verla y escucharla, observando, además, la repentina recuperación de salud, ya que vuelve a tener apetito y come vorazmente.
Para verificar esos hechos, periodistas de El Orzán acuden a la casa de la mujer y, como se publica el 3 de febrero de 1925, se hallan con una enferma “de aspecto frágil pero elegante” y muy locuaz, que les explica cómo se introdujo en ella el espíritu del clérigo. No oyen hablar en latín ni ven celebración alguna de liturgias, solo perciben “a una enferma con la sensibilidad exaltada y un hogar colapsado por tanto ir y venir de gente”.
Pero no debe ser un caso tan simple, cuando acaparó el interés nacional mediático –el propio Wenceslao Fernández Florez escribe en su columna del ABC sobre el caso, aunque lo que hace es una llamada de atención a la prensa del momento sobre un “reclamo gratuito”–.
Prestigiosos médicos, teólogos y especialistas abordaron el caso, con diagnósticos diversos, desde histeria a doble personalidad
Los cuadernos de Atención Primaria de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria –Agamfec– publican en 2014 todo lo que sucedió, desde el punto de vista médico, con el caso de Manuela Rodríguez Fraga, y las versiones, las hipótesis y los diagnósticos son de lo más variopintas.
Fue también El Orzán el que pulsó las opiniones de prestigiosos médicos y expertos de la época.
El médico coruñés Eduardo Pérez Hervada habla claramente de histerismo, achacándolo a que “la tradición popular gallega con sus supersticiones y meigallos constituyen un terreno propicio para que surjan estos casos, que reflejan temores y deseos que anidan en forma de ideas fijas subconscientes”.
En el plano de lo sobrenatural, el caso se trató como posesión de un espíritu, hablando de “corpo aberto”, “alumeada” o “espiritada”
El doctor Sergio Álvarez Rodríguez Villamil vincula el caso con el de otros sucesos polémicos como las mediums Catalina y Margarita Fox, unas hermanas de Estados Unidos a las que les sucedía algo similar –fueron las impulsoras del espiritismo a mediados del siglo XIX–, mientras que el téologo Amor Ruibal habla de personalidad “mesiánica”, en la que es difícil discernir lo patológico de lo sobrenatural. La doble personalidad que podía tener esta vecina de Moeche fue considerada por el teósofo y masón Mario Roso, que compara este caso con el de Félida X –la joven seria y tímida, que comenzó a convertirse en momentos esporádicos en una joven activa y animada, tratada por el psicoterapeuta francés Étienne Eugène Azam–.
El médico Urbano Losada Martínez dedica a la mujer de San Xurxo de Moeche una sesión científica, reproducida en la revista Nós –número 29, 1926–. Fue este el primero en acuñar el término de “espiritada” y habla entonces de otro caso similar que ocupó también publicaciones y diagnósticos médicos en el siglo XIX, como es el de una mujer de Gonzar, Josefa de la Torre, natural de Boqueixón y que pasó cuarenta años sin comer.
Losada habla de “autosugestión” para referirse al caso de la iluminada de Moeche poniendo sobre la mesa las teorías freudianas de la “represión sexual”. Desde la Unidad docente multidisciplinar de saúde mental del Complejo Hospitalario de Ourense se comparte la idea de histeria –ya sea un caso disociativo, personalidad mútiple o psicosis– como consta en un análisis del caso.
La literatura, la leyenda y, cómo no, la tradición popular gallega, ha optado por otras realidades, más sencillas de entender para los ajenos al ámbito de la medicina. Es un caso de “corpo aberto” y la predisposición de Manuela permitió que fuese tomada por un espíritu. Es la Galicia meiga, no podía ser de otro modo.
Frente a la vivienda donde en su día sucedieron los hechos que han hecho famosa a la “espiritada” de Moeche vive el taxista del municipio, Xurxo Brañas. Se trata de un núcleo de varias viviendas que en su día fueron de una única propiedad. Un camino separa su casa de la que fue la de Manuela Rodríguez, y en la entrada de la que ahora es su vivienda, frente al balcón o corredor de la “alumeada”, se agolpaban hace cien años pueblerinos para escuchar los sermones del cura cubano por boca de la joven modestina.
La casa que en realidad tenía en propiedad la familia de Manuela, explica Xurxo Brañas, era la suya y le fue vendida por unos sobrinos de la propia joven poseída, mientras que la vivienda en la que se produjeron los hechos sobrenaturales y en la que residía la familia Rodríguez, explica este vecino de Moeche conocedor de la historia, era en realidad propiedad de la marquesa de Cavalcanti, María de las Nieves Quiroga y Pardo Bazán, cuya familia eran los “caseros” de la de Manuela y allí vivía con su padre y, posteriormente, otros miembros de su familia, como arrendatarios.
Fue mucho tiempo después, sobre los años setenta u ochenta, comenta Brañas, cuando el administrador de esa propiedad llegó a un acuerdo con la familia de Manuela –José Quinto y hermana– y se la vendieron, a cambio de unos terrenos. Xurxo Brañas apunta que ya no queda nadie que pueda haber vivido estos hechos –hay una vecina de 107 años, pero no goza de buena salud–, pero que sí muchos que conocieron a la familia. Él mismo recuerda a dos hermanos Dolores y José do Quinto, como eran conocidos y también al tío, Antón do Quinto.
Además, el padre de Manuela Rodríguez era una persona muy conocida en la época, era “santeiro” o escultor y de él son algunos de los cruceiros del municipio, incluido el de San Xurxo. Así, en un artículo de Fernando Campos, de 1980, se expone que “para la construcción del conjunto escultórico formado por Jesús en la cruz mirando al naciente y la Virgen sostenida por un querubín se ocupó de su talla Antonio Rodríguez “O Quinto”, colaborando también un hijo de este, José Rodríguez”. El relato de Manuela, por tanto, puede ramificarse en otras muchas historias, pero lo cierto es que la suya, la de “la espiritada”, es la que cruzó fronteras.
Xurxo Brañas apuesta por la leyenda, cómo si no iba a expresarse tan cultamente una mujer sin formación. Cuenta, además, anécdotas que oyó en su momento, como la de “un veciño becerreiro que veu coa súa vara de aguillón e pretendía quitar o espírito pinchando nela dende debaixo da cama”. El cura no abandonó a Manuela, que se llevó con ella, tras su muerte, al sacerdote que la poseyó.
En la taberna Os Irmandiños de Moeche se muestra una fotografía antigua de mucha gente reunida. El origen de la instantánea se desconoce, pero puede que fuese incluso una foto de todas esas personas que se agolpaban en la ahora propiedad de Brañas para escuchar los sermones de “la espiritada” desde su balcón.
Habitada
Cristina Sánchez
Acaba de salir a la luz la nueva novela de Cristina Sánchez, inspirada en la leyenda de la espiritada. La protagonista, que figura con nombres y apellidos, cuenta su historia en primera persona, como Manuela y como el cura.
Los libros arden mal
Manuel Rivas
En la obra Los Libros arden mal se incluye un cuento, El cuerpo abierto, que alude directamente a la vecina modestina. “Tiene el cuerpo más abierto que la de Moeche...una chica que un día se puso a hablar con voz de un cura...”.
Arrainos
Méndez Ferrín
El personaje de Obdulia, “a moza encamadiña”, en la obra de Ferrín parece estar basado en Manuela, un “corpo aberto” que “levántase da cama... a rir e a falar con un estridor descoñecido, a saudar con unha potente voz”.