“Aquí la tierra es negra, está nutrida”. Con esta afirmación que casi es perceptible al olfato explica Romina Paula Soria su amor por la finca que acaba de adquirir junto a su marido, Sergio González, en A Capela. Dispone de unas ocho hectáreas y, la mitad de ellas, están ocupadas por un majestuoso castañedo de 800 ejemplares con una edad de 30 años. Este matrimonio, que dejó atrás Mallorca, pretende hacer de ella su nuevo hogar y también su forma de ganarse la vida, sacando adelante un proyecto –Porto do Corgo, como el lugar en el que se ubica– de cultivo y transformación de productos directamente extraídos de su propiedad (confituras, mermeladas o cremas de castañas y moras silvestres, entre otros).
“Esto surge de la necesidad de buscar un sitio más coherente con nosotros. Somos amantes de la naturaleza y aquí la calidad de vida es extraordinaria”, explica Romina, que añade que la pandemia supuso también un punto de inflexión en sus vidas. “Eso reforzó muchísimo nuestra idea de querer vivir en el campo, al vernos encerrados en un pequeño apartamento”.
Por “casualidades del destino”, un conocido les propuso buscar alguna parcela en la Comunidad. “Empezamos a mirar fincas y encontramos lo que nosotros llamamos en su momento un unicornio. Una lugar en el medio del monte. Flipamos con los colores, los matices, con los olores del campo... Con la cantidad de alimentos que nos proporciona de forma natural la tierra: setas, moras, castañas... Un montón de cosas que ignorábamos hasta hoy y que nos motivan cada vez más a querer hacer algo propio”, comenta esta joven de origen uruguayo.
Explica que el hecho de que la inmobiliaria publicitase que los castaños tenían 30 años les llamó la atención. “Comenzamos a investigar y, en cuatro meses, hicimos el petate y dejamos a la familia atrás. Ahí empezamos a pensar qué podíamos hacer con las posibilidades que se nos abrían y fue cuando encontramos la Fundación Juana de Vega”.
El proyecto de esta pareja formó parte del XI Programa de Apoio a Empresas Agroalimentarias, cuyo objetivo es –tal y como reza el lema de la iniciativa– “continuar tecendo o futuro de Galicia Rural”. De hecho, Porto do Corgo fue uno de los finalistas en la categoría de Emprendemento, un reconocimiento que finalmente recayó en la Cooperativa Vélaro. “Durante todo este año hemos estado acompañados por ellos. Nos ayudaron mucho a abrir la mente y a salir de nuestra zona de confort y apuntar un poquito más alto”, explica Soria.
Ella es panadera y pastelera –él proviene del mundo de la banca–, por lo que en un primer momento pensaron en poder elaborar, por ejemplo, confituras con lo recolectado en su propio bosque. “La idea ahora es hacer productos para profesionales de la alimentación”.
“Nuestra misión es cultivar y transformar estos frutos en productos versátiles, con sabor, aroma y texturas agradables”, explica Romina. Se refiere, por ejemplo, a la harina de castaña. “Ahora mismo estamos haciendo un estudio para conocer las particularidades y peculiaridades del fruto. También estamos aprendiendo a realizar una poda adecuada y segura de los castaños. La verdad es que estamos aprendiendo mucho y está siendo una buena aventura para nosotros”, comenta entusiasmada.
Entre esas cosas a las que se enfrentan por primera vez está el subirse a un tractor. “Hemos tenido que comprarnos uno, para realizar tareas de limpieza en la finca y preparar el terreno para hacer una recolecta óptima. ¡No habíamos tocado un tractor en la vida!”, explica entre risas.
La joven hace hincapié en la versatilidad que les ofrecerá la elaboración de la harina de castaña y apunta, asimismo, a los beneficios que presenta la misma. “Es un producto especial que nos permitirá llegar a diferentes públicos. Con ella se pueden hacer alimentos que no contengan gluten, aptos para celíacos”.
Entre sus ventajas, recuerda Romina, está su “aporte nutritivo extraordinario”. “Uno de los puntos claves que tienen las castañas es que son una fuente de hidratos de carbono. Con su cantidad de fibra nos ayuda a sentirnos más saciados, a controlar la línea, por lo que también pueden ser muy beneficiosos para personas que se dediquen al mundo del deporte. Se pueden hacer tartas, bizcochos, galletas, panes espesantes... incluso servir de acompañante en muchos platos, jugando con los sabores. En definitiva, un aspecto muy interesante para el cliente”.
El rural gallego les está proporcionando no solo la tranquilidad de vivir en el medio del campo, sino la oportunidad de aprovechar todo lo que el mismo les aporta. “Tú intentas cultivar algo en Mallorca y te encuentras con que el suelo es muchísimo más pobre, por lo que tendrías que hacer una inversión más grande”, remarca.
Este ha sido también uno de los aspectos que los han llevado a alejarse de su hasta ahora residencia. “Todavía estamos en un proceso de gestación, no hemos hecho una inversión grande, sobre todo en infraestructuras. Pero lo que sí te puedo decir es que comprar esta finca, con sus ocho hectáreas de tierra, nos salía muchísimo más barato que adquirir otra más pequeña en Mallorca, de unos 2.000 metros cuadrados”, asegura.