Alicia Louzao –Ferrol, 1987– ha hecho de la poesía su forma de expresión literaria. Y no debe de hacerlo nada mal cuando los reconocimientos se suceden y ya lleva siete poemarios publicados. El último, “Nadie dirá que estuvimos aquí” (Ed. Liliputienses), es resultado de haber ganado el Premio Centrifugados Pueblo de San Gil. Hace dos años obtuvo el Jovellanos de Gijón con “La tierra de los fracasados”, elegido mejor poema del mundo entre más de 2.600 aspirantes.
¿Por qué la poesía?
Me encanta dibujar y los poemas me recuerdan mucho a eso, a dibujos: son brochazos de una imagen, solo que en vez de pintura empleas palabras. Creo que ambas expresiones están muy relacionadas, de igual modo que un cuadro puedes relacionarlo con una novela: hay muchos mitos plasmados en la pintura. Hay una narrativa más extensa, pero un poema es una sensación, una imagen en la que te detienes.
¿Su poesía es más intimista?
No, no tiendo al intimismo en general. No me centro mucho en el yo, aunque es inevitable que uno siempre acabe abriendo la puerta un poco a sus propios recuerdos, a su propia experiencia... Me fijo más en lo exterior, no necesariamente en mi propia vida.
¿Quién ha sido su inspiración o referente para escribir?
Tengo la suerte de que en mi familia siempre ha habido libros, he tenido toda la libertad del mundo en mis lecturas, también para acceder a ellas. Mis padres leen mucho, así que creo que una cosa lleva a la otra: si eres aficionada a leer acabas descubriendo que puedes continuar esa lectura. A veces me ha pasado que, cuando leía un cuento, lo que hacía era cambiar el final o escribía cuentos con dibujos. Tuve la suerte de nacer en entorno propicio.
Es profesora en un instituto público. ¿A los estudiantes les interesan ahora menos las humanidades, o eso es un mito?
Pensamos que las humanidades no están de moda, pero luego descubres que muchísimos videojuegos se basan en dioses nórdicos o griegos. ¿Qué pasa entonces? Quizá hay una nueva manera de entenderlas o de vivirlas; puede que no haya muchos interesados en estudiar Latín o Filosofía, y es una pena, pero realmente están rodeados de esos mitos. Por ejemplo, yo en clase recurro mucho a canciones o series actuales donde pueden ver que hay clásicos detrás. Por ejemplo, “El perro del hortelano”, de Lope de Vega. Habíamos trabajado con textos y fragmentos de la película y les propuse hacer el suyo propio. Estamos en un instituto, a una chica le gusta un chico, el chico tiene novia, y vais a empezar a jugar con eso: cada vez que el chico tiene novia, la chica quiere estar con él, pero cuando él le hace caso, ella pierde el interés. ¡Eso forma parte de su vida, de la suya como adolescentes y de la nuestra como adultos! Desde luego, “El perro del hortelano” no me huele a Siglo de Oro pasado de moda, sino que es algo universal, de todos los tiempos y lugares. Lo que pasa es que hay que amoldarse a ellos, y no es tan difícil si conoces bien los textos clásicos.