Entre la crónica política y el diario de convivencia con una enfermedad como la fibromalgia discurren las páginas de “La utilidad de todo este dolor” (editorial La esfera de los libros), de Andrea Levy, concejala del Partido Popular en el Ayuntamiento de Madrid que este pasado jueves, invitada por Affinor, visitó Ferrol para presentarlo.
¿Cuándo decidió escribirlo?
Cuando conté que padecía esta enfermedad, varias personas que me escribían regularmente me contaron que les habían diagnosticado fibromialgia y que a veces sentían que no sabían cómo contarlo a su entorno, cómo expresar lo que les pasaba, y buscaban encontrar empatía y amparo en otras personas que, como yo, también la tienen para poner palabras a lo que sienten. Pensé que hacer balance de esta década con la enfermedad, en algunos momentos con desconocimiento y en otras con frustración –y ahora ya con esa superación y una mirada positiva–, podía ser útil para transmitir el mensaje de que a veces es difícil pero se puede tener una vida en la que tú seas protagonista, y no la enfermedad.
¿Hubo algún momento en el que pensara en desistir?
Necesitaba ser muy honesta y sincera y eso suponía desvelar partes de mi intimidad o de mi esfera más privada que me causan cierto pudor, pero cuando lo escribía me di cuenta de que la única manera de poder llegar a la gente que, como yo, atraviesa una enfermedad crónica con dolor tenía que hacerlo así. El recibimiento del libro por parte de las personas que tienen fibromialgia está siendo muy positivo porque se ven reflejadas y eso me ha hecho superar ese pudor a la hora de explicar cómo lo he sentido siendo un personaje público.
¿En qué momento empezó a sentir que algo no iba bien?
En 2013, cuando arranca la historia, me encontraba bien en mi entorno personal y profesional pero mi cuerpo no llegaba como yo quería que llegase. Este libro recoge una década que he vivido en primera línea política y eso me acompañó durante el proceso de desconocimiento y aceptación de la enfermedad y el dolor.
¿En qué les puede ayudar su experiencia a las personas que tienen fibromialgia?
La enfermedad tiene un diagnóstico que no es sencillo de determinar porque el síntoma principal –el dolor– se puede confundir con otros síntomas asociados a una vida con mucha ansiedad y con mucho estrés, o incluso con la consecuencia de ese dolor, como la depresión. Cuando decidí parar y mirar con un especialista lo que me estaba pasando, le puse una etiqueta, que fue liberador, porque me enseñó a cuidarme adecuadamente y a poder llegar a un equilibrio o estabilidad que antes no tenía y malvivía. Por eso digo que esa manera acelerada de la vida en la que todas las cosas pasan por delante de tu salud o de tu propio bienestar al final es una forma de malvivir que agrava cualquier enfermedad. Por todas esas veces que no me cuidé lo suficiente también va este libro, un modo de pedirme disculpas por no haberme detenido.
Habla de liberación y puede parecer contradictorio en el momento en el que conoce que sufre una enfermedad...
En mi caso y en el de muchas personas es liberador porque dices: “Ahora ya sé lo que tengo y puedo intentar empezar la vía de la recuperación”. Cuando en 2020 me dicen que tengo fibromialgia la negué durante mucho tiempo porque me hizo sentir que no estaría al 100% y que me iba a restar parte de esa persona que quería ser. El libro cuenta que ese sentimiento de vergüenza, de intentar ocultar algo que te sucede, que es convivir con una enfermedad crónica a la que quiere convertir en tu enemigo en lugar de la persona que comparte tu vida, es un error porque solo agravas el dolor.
Critica en el libro el exceso de protagonismo que tienen determinados medicamentos en el abordaje y tratamiento del dolor...
España es el mayor consumidor de benzodiacepinas del mundo y en los centros donde se tratan adicciones cada vez hay más personas que entran por consumo de ansiolíticos, por encima de otras drogas consideradas ilegales. A veces asumimos que normalizar situaciones que al propio cuerpo le son perjudiciales, como convivir con exceso de ansiedad, es algo que nos merecemos o que no podemos evitar; normalizamos la medicación constante porque pensamos que la respuesta más rápida soluciona el problema. Y no, son parches. Los analgésicos y ansiolíticos son para situaciones muy circunstanciales y, al alargar su consumo, lo que hacemos es poner un parche y no atajar el problema. Me preocupan mucho estos datos de consumo de benzodiacepinas cada vez en gente más joven y en gente a la que no se le ha contado que, como cualquier medicación, tiene una cara B que también se acaba mostrando.
También es un libro que habla de política, diez años de vértigo en los que referentes jóvenes de entonces están en muchos casos “jubilados”...
De los protagonistas de los que hablaba en el momento en el que comienza el relato del libro, de las cosas que en ese momento parecían transformadoras y a cambiar todo el panorama político, diez años después han desaparecido y no son protagonistas. Y eso también lo veo como un problema y un error, en parte porque se generó la consciencia de que el presentismo de la juventud era la única virtud en política y que las ambiciones se tenían que colmar de forma absolutamente precipitada. Y esa frustración a la que llevó ese comportamiento hizo descabalgar a una generación política que, por querer acabar con todo lo que había antes, nos hizo perder toda una generación de referentes para mucha gente.
El “Procés” ocupa un lugar importante en el libro, en lo político y en lo personal. ¿Cree que es historia o está en una nueva fase?
En absoluto considero que pueda decirse que ya es historia, entre otras cosas porque nos están diciendo que lo tenemos que reescribir, que lo tenemos que olvidar y, además, que aquellos que fueron protagonistas de esa ruptura y ese dolor vuelven a ser los que pueden manejar la situación de nuevo para volver a hacer los mismo. Me preocupa mucho que todos los que fueron protagonistas involuntarios de esa situación generada por esos responsables políticos puedan volver a padecer lo mismo porque nos dicen que hemos de olvidarlo.
Las redes sociales son muchas veces el escenario en el que se desarrolla el debate político y suelen contribuir a empeorarlo. En su caso, además, las primeras críticas llegaron a través de ellas...
Las redes sociales han llegado para quedarse y eso quiere decir que necesitamos hacer un aprendizaje. No pueden ser simplemente la viralización del odio y el desprecio, y que todo aquello que sea ridiculizar a otra persona se convierta en lo más comentado y en lo que más guste. Lo que conforma los mimbres de una sociedad es la empatía, no el odio. Si las redes sociales son el epicentro del odio, sólo van a contribuir a dinamitar toda la empatía social.