El pasado 21 de noviembre, poco antes de las 11.30 horas, un taxista, a bordo de su vehículo eléctrico –un Skoda Enyaq– se precipitó desde el puente de As Pías a las aguas de la ría. El hombre logró salir del coche por sus propios medios y nadar hacia la costa, pero el SUV, rescatado unas horas después, terminó completamente calcinado a los pocos días en un taller de Oleiros.
“Lo que sucedió en Ferrol es que el agua salada provocó la corrosión de las baterías, haciéndolas reaccionar”, explica Enrique Suárez, jefe del cuerpo de bomberos de la ciudad naval. Así, el profesional rememora que, al sacar el vehículo de la ría, le dijo a los policías, guardias civiles y otros compañeros del servicio de emergencias municipal “que en menos de tres días iba a arder, y así fue”.
“El otro día cayó un vehículo al agua en el Arsenal y, afortunadamente, no era eléctrico, porque de ser así tendría que colocarse en un lugar al aire libre, custodiado por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad para que, cuando reaccione, porque lo va a hacer, no produzca daños personales o materiales”, detalla.
Con este dato, no obstante, el profesional, que también realiza labores de divulgación, no pretende presentar una imagen negativa de los vehículos eléctricos, sino mostrar un elemento potencialmente peligroso de los mismos que comparten con otros artículos comunes en el día a día: las baterías de iones de litio o Litio-ion.
Y es que, a día de hoy, el parque de EVs en España es relativamente reducido –sobre medio millón de unidades entre híbridos y enchufables–, pero a esto habría que sumar los más de cinco millones de patinetes, 55 de teléfonos móviles y ordenadores portátiles –de los cuales no hay una cifra aproximada, pero un informe de Statista establece que el 57,6% de los hogares del país cuenta con uno–.
“Hace años se empleaban otra clase de baterías, como las de níquel-metalhidruro o incluso de lítio polímero, que no causaban tantos siniestros”, explica, incidiendo en que el cambio en la industria responde básicamente a la velocidad de carga –aunque también su grado y velocidad de degradación es mayor–. Sin embargo, en cuanto al grado de peligro, el profesional señala que “hay matices”, dado que existen notables diferencias entre los tipos de estos elementos.
“Un ordenador, por ejemplo, lleva una sola batería, que es del modelo ‘pouch’ o bolsa; pero eso no deja de ser una celda, que es lo mínimo que acumula energía”, detalla. Cuando se unen varias de estas celdas se forma un módulo, que es donde el peligro aumenta de forma exponencial. “Una batería de un vehículo Tesla, cuenta con 16 módulos, que equivaldría a unas 7.700 celdas”, explica, mientras que el resto de artículos apenas lleva una.
En cuanto a las modalidades, Suárez apunta a que hay tres tipos: las mencionadas ‘pouch’, que no tienen válvula de seguridad, y las cilíndricas y las prismáticas, que sí cuentan con ella. Así, cuando las primeras se dañan, la bolsa, “al tener una estructura muy débil, rompe y suelta los gases”, los cuales “son comunes a los tres tipos de celda y son irritantes, tóxicos, corrosivos, inflamables y, por supuesto, mortales”. No obstante, incluso en los modelos más seguros, las baterías pueden dañarse de diversos modos, como la mencionada corrosión, por un fuerte golpe o por una punción, y, de encontrar una fuente de ignición, podría llegar a producirse una explosión.
En Ferrol, detalla, de momento solo ha habido dos incidentes de este tipo: el mencionado turismo y “un principio de reacción” en un patinete, en el que la batería no llegó a explotar pero quedó severamente deformada “lo que significa que la reacción empezó pero que por motivos que se desconocen se cortó”.
Así, si bien el número de actuaciones en el municipio por estos elementos han sido reducidas, el jefe del cuerpo de Bomberos ofrece una serie de recomendaciones para evitar problemas y, en caso de que suceda alguno, minimizar sus consecuencias.
“Al final, son muy parecidas a las de los incendios. Los aparatos, si es posible, hay que cargarlos cuando estemos en casa y siempre en habitaciones que podamos cerrar, para que en caso de que suceda algo podamos tenerlo totalmente localizado”, detalla.
Asimismo, si existe la posibilidad de efectuar una carga lenta, el profesional la recomienda frente a la rápida, dado que supone menor desgaste para la batería a la larga y, en todo caso, evitarlo si hay una tormenta eléctrica por la posibilidad de una subida de tensión.
Por otra parte, también desaconseja transportar los patinetes en ascensor, puesto que, en caso de un mal funcionamiento de la batería, estar en un lugar cerrado con esos gases puede ser muy peligroso –recuerda, en este sentido, que ya están prohibidos en los metros de Madrid y Barcelona por un incidente de estas características–. Finalmente, de darse una explosión, recomienda tratar de dejar sumergido el aparato si su tamaño lo permite.