Como dicen los jóvenes de hoy en día: “Esta semana ha habido movida”. La movida en cuestión se debe al cabreo y declaraciones poco afortunadas del volcánico Nic Pizzolato, creador de True Detective. Este lunes, para los europeos, pudimos ver el sexto y último episodio de True Detective. Temporada 4. Noche Polar, la primera de la serie que no cuenta en su firma como showrunner y guionista principal. El testigo ha pasado a la mexicana Isaa López y la recepción, de audiencia y de crítica, ha vuelto a ser realmente buena.
Sin embargo, Pizzolato no estaba contento. Es más, estaba rabioso. Le dio por contestar a varios fans (porque donde sí ha habido disenso es en el público acérrimo de la serie) y ponerse de acuerdo con ellos en que esta cuarta temporada no daba la talla y cometía diversas “estupideces” con la tramoya narrativa que Pizzolato erigió en su primera temporada.
Issa López, la showrunner de la presente (y que continuará al cargo de la serie, según ha anunciado HBO, tras firmar un contrato de exclusividad con la creadora y confirmar la renovación para una quinta temporada) fue mucho más elegante: “Creo que cada narrador tiene una relación muy específica, peculiar y única en relación a las historias que crean y que cualesquiera que sean sus reacciones, tienen todo el derecho a tenerlas. Es su prerrogativa. Escribí esta [True Detective. Temporada 4] con un profundo amor por lo que él hizo [Pizzolato], y la escribí con la idea de sentarnos alrededor de la hoguera y divertirnos, y sentir y pensar. Y cualquiera que quiera unirse, es bienvenido”.
Desde el éxito y los laureles, todo sea dicho, es más fácil ser elegante. ¿Qué pienso yo, que a fin de cuentas para esto escribimos la columna? Pues que me lavo un poco las manos; como Pilatos.
Por un lado, pienso que esta cuarta temporada ha sido el mayor acierto de la serie desde la primera. ¿Por qué? True Detective tuvo algo muy especial, y es mezclar el thriller a lo Se7en con una región del fantástico a la que solemos llamar lo extraño y en concreto con una parcela de esa región a la que conocemos como: horror cósmico. Ese término del que Lovecraft es monarca absoluto, por más que el tipo de horror al que alude, el de mirar al cielo nocturno y horrorizarse por lo que podría anidar en sus tinieblas, es, probablemente, tan viejo como el hombre; sino más.
Pero Pizzolato es uno de esos tipos, que a mí me caen especialmente antipáticos, que creen que el fantástico es un poco para bobalicones. Y que si uno es adulto, más allá de sugerir sobre ello, no puede tontear seriamente con el fantástico. Vamos, que un tipo como Nick es acérrimo de la escuela de Cervantes y le niega la mayor a Homero, Shakespeare, Borges, Lynch o King; por citar así a unos cuántos titanes a vuela pluma. Por este rasgo de Pizzolato, el showrlnner se empeñó en eliminar completamente el elemento sobrenatural (que era lo que había atraído al público en primera instancia) en dos temporadas que no despertaron el entusiasmo de nadie (por más que a mí la tercera me gustara francamente mucho). Es decir, perdido el elemento diferencial, True Detective era una serie más de crímenes. Y de esas, buenas, las hay a puñados al año.
Issa López, la showrunner de esta cuarta temporada, ha sido muy inteligente y ha devuelto a la serie a sus raíces sobrenaturales; por más que su final haya sido decepcionante a este extremo, ya que la resolución de la trama vuelve a ser realista, sin atreverse a meternos de lleno en ese horror cósmico que sí ha sublimado otro medio, el videojuego, en las dos entregas de Alan Wake. No obstante, hay la suficiente ambigüedad en ella como para que la lectura fantástica esté ahí incluso en su último y bello plano. Y en esta ocasión su creadora no lo niega, sino que reconoce abiertamente que ha dejado la decisión en el público.
Parece, entonces, que yo no me lavo las manos y que me inclino del todo hacia López. Pues bien, ahora viene la parte en la que le doy la razón a Nick. El refinamiento, de diálogos, situaciones, hondura de los personajes, minuciosidad en la construcción de los mundos retratados, interpretaciones y estructuras narrativas que tuvieron las tres temporadas anteriores de True Detective (sí; las tres) ha desaparecido en esta tercera. No es que lo que hace Isaa López sea malo; es, de hecho, muy bueno. Pero en ningún momento va en búsqueda de lo sublime. Y Pizzolato lo hace siempre; como lo hacía también Cary Joji Fukunaga en la dirección de todos los capítulos de la tercera temporada. Ese tipo de trabajo, y de esfuerzo, no lo he visto en ninguno de los notables momentos de True Detective. Temporada 4.
Al César lo que es del César. Al Nick lo que es del Nick. Y a Issa lo que es de Issa.
En cuanto a mí, pues los que me siguen en estas columnas ya saben lo que hay. Yo sacaría a relucir el pelaje aullante de la luna en True Detective a las primeras de cambio. E intentaría pelearme, cara a cara, con ese titán llamado Twin Peaks. La primera temporada auguraba que habría pelea. La cuarta, que ya estamos a otra cosa.