Sobre las cinco de la tarde del pasado 26 de febrero, los vecinos del Ensanche se vieron sorprendidos por una violenta explosión en plena calle. La cámara frigorífica de la carnicería Viñas, uno de los negocios más longevos del barrio y que apenas un año antes se había traspasado a Miguel Galego, su nuevo propietario, había reventado durante unas labores de mantenimiento.
El suceso causó una gran conmoción en la zona, no tanto por los daños generados –que fueron muchos– ni por el despliegue de policías y bomberos, sino más bien por la imagen de ver destrozado uno de los establecimientos más tradicionales del área. No obstante, pese al “shock” del incidente, sus responsables vieron esta coyuntura para volver a empezar, como rezaba un mensaje pintado en uno de los ventanales tapiados: “¡Volveremos! Gracias a todos. Un beso”.
Así, casi medio año después, Galego cumple su promesa, celebrando esta misma tarde la reinauguración de su carnicería. “Ya está todo encaminado”, celebraba ayer el propietario, explicando que todo el proceso de reconstrucción del local había sido “caótico”. “Han sido seis meses en los que la reapertura ha sido el único tema en mi cabeza”, apunta el profesional, quien durante todo este tiempo tuvo que estar lidiando con “seguros, presupuestos y empresas” para dejarlo todo listo. “Al final se dio hecho”, afirma aliviado, detallando además que se ha optado por recobrar el aspecto que tenía el establecimiento antes del incidente y no realizar cambios sustanciales.
En cuanto al evento de inauguración –“para enseñarle a la gente como quedó”–, tendrá lugar a las ocho de la tarde, mientras que la reapertura como tal de la carnicería será mañana jueves.
Como ya se señaló, el incidente tuvo lugar el 26 de febrero sobre las cinco de la tarde. Según detalló Galego en su momento, había acordado tiempo atrás realizar las tareas de mantenimiento, por lo que ese día acompañó a los operarios de la compañía encargada de las labores para abrirles el establecimiento.
La explosión sucedió mientras el se encontraba en la oficina realizando papeleo. Al parecer parte de los gases de las cámaras habían quedado en los conductos, pese a cerrar el suministro, provocando una detonación –eso sí, sin fuego–.
Así, el estallido dañó por completo el interior de la tienda, arrancando buena parte del falso techo, mostradores y paredes. La peor parte, no obstante, se la llevaron los ventanales exteriores, con un peso de entre 300 y 400 kilogramos. Estas cristaleras de seguridad salieron despedidas hacia la calle –que, afortunadamente, no estaba muy transitada en ese momento–, terminando una reposando destrozada contra el pavimento y la otra sobre un turismo que estaba aparcado enfrente del local.
Asimismo, a causa de la explosión los dos operarios de la empresa de mantenimiento, de 48 y 63 años, sufrieron quemaduras en los brazos, además de una intoxicación por inhalación de humo. Miguel Galego, por su parte, al encontrarse en el despacho durante el incidente, salió ileso del mismo.