En plena recta final de la Navidad, el espíritu de estas fechas aún no se ha escapado de la ciudad naval. Durante la jornada de hoy, fueron muchos los que se dejaron ver por las calles de Ferrol disfrutando de un día especial.
Mientras que los más pequeños hicieron gala de los presentes que los Reyes Magos de Oriente dejaron en sus casas, los mayores aprovecharon para hacerse con los suculentos roscones que ofrecen los distintos establecimientos de la ciudad.
Además, teniendo en cuenta el festivo de mañana, hubo quien –mientras el tiempo lo permitió– aprovechó los parques y las plazas para demostrar que, un año más, habían sido buenos y que Sus Majestades cumplieron los caprichos que se solicitaban en cada carta.
Desde los juegos de mesa que se podían ver en las mesas de los bares hasta las bicicletas y patinetes recién salidos de concesionarios de alta gama, la ciudad se tiñó de jovialidad, independientemente de la edad.
A pesar de que uno pueda pensar que los más madrugadores serían los pequeños, ansiosos por estrenar sus nuevas pertenencias más que deseadas, la verdad es que fueron los que ya tienen bien rebasada la mayoría de edad. En esta ocasión, todos ellos compartían el mismo propósito y es que el roscón de Reyes no se iba a llevar solo a la mesa.
Por las diferentes panaderías, confiterías y algunas cafeterías de la ciudad se sucedían parejas, grupos o artistas en solitario que, con uno o varios dulces en una mano y un paraguas en otra, intentaban escapar de las inclemencias del tiempo sin poner en peligro el bocado más deseado de la jornada.
Mientras, en los establecimientos de hostelería de la ciudad se escuchaba el debate más típico de esta fecha: roscón con o sin nata –dejando descansar a la gran incertidumbre y discusión que el resto del año se le encarga a la tortilla–.
Si hubo un grupo que hizo de Ferrol la jovialidad en estado puro fue el de los más pequeños que, ataviados con botas de agua, chubasqueros –y alguno que otro aún con cara de sueño–, se pasearon por la ciudad para comprobar que sus nuevos juguetes estaban a pleno rendimiento.
Pistolas de burbujas, figuras de acción eléctricas, muñecas, dinosaurios interactivos o vehículos (casi) motorizados. Cada uno con el suyo –y sin que muchos de sus familiares adultos tuvieran claro el funcionamiento de alguna de estas modernidades– disfrutaron de una mañana bastante ajetreada.
Por la tarde, que parecía que la lluvia iba a dar una pequeña tregua, los más valientes se pusieron un casco, rodilleras y coderas –toda protección es poca cuando uno aspira al pilotaje profesional– y estrenaron sus nuevos bólidos. Cuando el agua volvió, sin embargo, no hubo quien frenara esta carrera.
Ni las inclemencias del tiempo ni la pesadez de una comida fuerte, nada hizo que Ferrol se perdiera la tarde de Reyes disfrutando de sus parques, sus plazas y, los más valientes, de sus terrazas.
Esperemos que estas ganas y afán por disfrutar no se pierda a lo largo del 2025 y que, así, venga un nuevo año, que además de lo más feliz posible, esté lleno de momentos en nuestras calles, nuestro monte y nuestro mar