Las desconocidas estatuas de San Julián por las que Ferrol pagó 53.000 reales

Las efigies, que consiguen engañar al espectador como quiso su autor, cumplen 240 años
Las desconocidas estatuas de San Julián por las que Ferrol pagó 53.000 reales
San Lucas y San Juan, situados a la derecha en la capilla | JORGE MEIS

Aunque está situada en el corazón de A Magdalena, San Julián es para muchos ferrolanos todavía una desconocida. Quizás por ese “con” que le impide sacar pecho como catedral o porque carece de un museo que llame la atención de aquellos que aprecian el patrimonio, pero no las misas, muchos de los bienes que se custodian en ella —algunos ya estaban en la antigua parroquial de la que heredó el nombre— permanecen ocultos a pesar de estar a la vista de todos.


Es el caso de las estatuas de los cuatro evangelistas con sus iconografías que desde hace pocos años se exhiben en el templo tras ser rescatadas del coro. San Mateo y el ángel, San Marcos y el león, San Lucas y el toro, y San Juan y su águila están expuestos en la capilla menor donde están al culto las imágenes y los enseres de la Cofradía de Dolores mientras no concluyan las obras en la iglesia de Amboage. Así, se da la curiosa paradoja de que ahora mismo hay dos tallas del discípulo amado en San Julián.

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Disposición actual de la capilla sur de San Julián, con el Calvario de Dolores | Jorge Meis

Doce figuras


Historiador del arte y profesor en la UNED, Pedro Javier González Rodríguez dedicó una separata en el número 13 de “Estudios Mindonienses” (1997) al estudio pormenorizado del monumento de Jueves Santo de la concatedral, el conjunto escultórico al que pertenecieron estas cuatro efigies de los evangelistas, encargado en el siglo XVIII por el Concello de Ferrol.


Su autor fue Carlos de Porto y Mondragón, el escultor y retablista compostelano que dejó varias obras en la ciudad naval: los retablos de la Orden Tercera, el de Santa Bárbara en la castrense de San Francisco y el de la iglesia de Dolores, este último desaparecido, además de los blasones de la fuente de San Roque. A él le contrataron la obra en 1784, que entregaría presumiblemente en la segunda mitad de ese año o comienzos del siguiente.

 

 

Citando al historiador ferrolano José Montero Aróstegui, el autor explica que De Porto se encargó de su ejecución, pero la pintaron Miguel Godoy y Juan Calbelo. El primero cobró 33.000 reales y los pintores se repartieron 20.000, cifrándose en 53.000 la cuantía que asumió el Ayuntamiento como patrono de la iglesia. 

 

De hecho, a través del contrato que se firmó, González Rodríguez desgrana diferentes aspectos de aquel monumento del que hoy se conservan apenas unos pocos restos más aparte de las efigies, y desvela que eran doce las figuras que componían el conjunto.

 

El engaño del escultor


Además de los evangelistas, se enumeraban tres virtudes —que han llegado dañadas a nuestros días y están en los desvanes del templo—, tres angelotes sustentantes de la urna —que ya estaba hecha con anterioridad y todavía se conserva— y los dos profetas: Isaías y Jeremías, de los que únicamente pervive la cabeza de uno de ellos, muy deteriorada.

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San Mateo y San Marcos | Jorge Meis

En su estudio estilístico, el experto explica que tiene una “clara estética neoclásica, caracterizada en la contención expresiva de las figuras, la ausencia de movimiento e, incluso, por la imitación del mármol que los pintores dan a la madera, pues las esculturas más parecen obras marmóreas”, una de las condiciones que se establecían en el contrato.

 

 

Cada una de las estatuas mide 170 centímetros y, mientras San Mateo sostiene el evangelio con una mano y un ángel se encuentra a sus pies, San Marcos está acompañado de un león con “unas desproporcionadas garras”. Por su parte, San Lucas se presenta con el toro junto a él y San Juan también con su atributo iconográfico, el águila: “Nos transmiten el espíritu del neoclasicismo, primando la quietud, la mesura, la contención expresiva y la potenciación de la visión frontal”, resume González Rodríguez. 

 

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San Lucas y San Juan | Jorge Meis

Concluye que “Carlos de Porto, para transmitir mejor la sensación de atemporalidad, tan querida por el neoclasicismo, recurre a la idea de sugerir que son de mármol, engañando así al espectador: de esta manera el escultor lleva a la madera las calidades del mármol (pliegues achaflanados, sin aristas), con lo que el engaño se hace más convincente”. Finalmente, el historiador del arte reclama que “las autoridades diocesanas del patrimonio deberían volver los ojos a este monumento” para rescatarlo del deterioro y darle el valor que tiene. 

 

Un espacio de museo para poner en valor lo que no se ve

 

El obispo de la Diócesis, Fernando García Cadiñanos, avanzó el pasado mes de diciembre que tenían sobre la mesa el proyecto de habilitar un pequeño espacio museístico en el templo ferrolano, fundamentalmente para exhibir piezas de platería que, por el momento, no están seleccionadas. 

 

 

Hasta la concatedral están acudiendo expertos en arte y patrimonio para hacer un inventario de los bienes y su estado. También se encuentran estudiando el mejor lugar para su ubicación. Desde la Hermandad del Santo Entierro, su hermano mayor, Antonio Sixto, aplaude la iniciativa.

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