El éxodo europeo de los jóvenes músicos del Conservatorio Xan Viaño de Ferrol

Varios de los exalumnos están, actualmente, repartidos a lo largo de la geografía europea y nacional
El éxodo europeo de los jóvenes músicos del Conservatorio Xan Viaño de Ferrol
Martín Otero durante un recital de piano I CEDIDA

La música nunca ha entendido de fronteras, cuestión que bien conocen todos los artistas gallegos que hoy residen fuera de la Comunidad Autónoma o incluso fuera de España. Según los datos del Instituto Galego de Estatístitica (IGE), un 21’6% de la población gallega se encuentra viviendo en otros países de Europa


Dentro de esta estadística se engloban Martín Otero (Ferrol, 2001), Javier Rivas (Ferrol, 1996) e Iria Folgado (San Sadurniño, 1996). Recientemente, después de una oposición que le permitió estar más cerca de casa, Carlos Fernández (Mugardos, 2000), se salió de la muestra.


Desde Basilea, Londres, Berlín y León, los cuatro músicos desarrollan su carrera profesional pero siempre recordando dónde empezaron. El Conservatorio Xan Viaño cuenta en la actualidad con más 400 alumnos –entre los cuatro años de Grado Elemental y los seis de Profesional–. De los 65 nuevos jóvenes que empiezan su primer curso en el centro, aproximadamente 15 finalizan estos estudios. Piano es el instrumento más solicitado, quizá por ser el más conocido, pero el centro cuenta con una oferta para saciar la sed de conocimiento de un sinfín de materias.

 

1 Martín Otero, pianista en Basilea, Suiza


Especializándose en jazz, Martín Otero se encuentra ahora mismo en la Musik Akademie Basel. El pianista llegó tras una estadía en Holanda.


Después de dejar Ferrol y comenzar su andadura por Europa adelante, Otero constató una realidad y es que “hay muchos músicos fuera. Al llegar a Basilea me di cuenta de la gran comunidad que hay en esta ciudad”, comenta el ferrolano. 


Siendo consciente, además, de que su materia tiene unas necesidades específicas, él no dudó a la hora de intentar ampliar horizontes fuera de su ciudad natal. “En el jazz, además de buscar una escena más amplia, siempre es un impulso el contar con espacios en los que exista una cultura ya arraigada”, comenta.


Y no es que no la haya encontrado en casa, sino que, pensando un poco en qué le deparará el mercado laboral, tiene claro que tiene “más oportunidades fuera”.


Como el mismo explica “había oportunidades y directos por los que me iba moviendo”, pero el inconformismo, las ganas de crecer y la ambición jugaron sus cartas. “No quería acomodarme, necesitaba conocer”, confiesa.

 

2 Javier Rivas, doctorando en el King’s College

Javier Rivas
Javier Rivas en una ponencia en el King's College, en Londres I CEDIDA


Desde Londres, el pianista y musicólogo asume que, en un primer momento no se había planteado emigrar. Pero el conocer mundo, el estudiar fuera, le hizo darse cuenta de que hay una “gran diversidad de perspectivas” de las que, sin duda, quería empaparse. 


Actualmente, el de la urbe naval está cursando su último año de doctorado. Bajo el título “The Averted Ear: Towards an Ethnography of Academic Change”, estudia el impacto del programa educativo de la ESMUC en Barcelona.


Un proyecto ambicioso en el que plasmar el impacto entre profesores y alumnos relacionado con la “cultura del conservatorio”. Esta motivación viene de una premisa que Rivas mantiene por bandera, en su caso estaba claro que había “pasión y dedicación”. Su perfil es algo diferente, puesto que el plano académico cobra mayor importancia que el ligado estrictamente al de los acordes y las partituras. 


Aún así, las ganas de volver a casa también se cuelan entre sus pensamientos, eso sí, “con ciertos requisitos”. Y es que el mundo de la música, por mucho que estos jóvenes se lleven formando desde bien pequeños, es inestable, y no siempre permite que estas premisas se puedan cumplir.

 

3 Carlos Fernández, organista en León

 

La idea de un mayor o mejor futuro en el extranjero es común, a pesar de que, muchas veces piensan en cómo sería poder volver a casa. Fernández tuvo esa oportunidad después de una temporada en Groningen, Holanda. 


La idea de quedarse allí, rondó su cabeza durante algún tiempo pero era consciente de que las oportunidades que tenía se reducían a la docencia, campo más que alabado por el músico, pero que no estaba en su visión de futuro.

Carlos Fernandez
Carlos Fernandez junto al órgano de la Catedral de León I CEDIDA


Él, que empezó en la Escola de Música de Mugardos antes de ir al Xan Viaño, comenzó de manera autodidacta –ya que no existía la posibilidad de formarse académicamente en un Conservatorio– con la especialidad que ahora le ha convertido en el organista titular de la Catedral de León.


Cuando vio la oportunidad, lo primero que se le pasó por la cabeza fue: “esta é a miña, ou vou ou non vou”. Pasó el primer cribado y, junto a otro finalista, realizó en mayo un examen de cinco pruebas. El 11 de junio acabó el máster, mismo día en el que se enteró de que la plaza leonesa era suya.


Confiesa que su amor por su disciplina fue “a primera vista”. Sus primeros contactos fueron acudiendo a misa con su familia. Ahí nació una curiosidad insaciable que se materializó en la especialización en improvisación histórica, en música antigua.

 

4 Iria Folgado, oboe en Konzerthausorchester

 

A los nueve años entró en el conservatorio y ahora, con 28, es una de las integrantes de la Konzerthausorchester Berlin.


“Me alentaron a realizar mis estudios fuera, porque en otros países tienen más cultura de música clásica”, expone la artista. Ella eligió Alemania, porque, “era de las mejores opciones”.

Iria Folgado
Iria Folgado, oboísta en Berín I CEDIDA


Asume, que en la comunidad “hay mucho nivel”, y ella lo ha podido ver de primera mano, ya que ha desarrollado parte de su carrera en la Sinfónica de Galicia. 


Aún así, pone de relevancia el papel de las orquestas en otros países de Europa, que cuentan con una mayor tradición de la que hay en el país. En la suya, por ejemplo, hay músicos de todo el mundo.


“En Alemania (la orquesta) está muy presente, y se valora mucho a los músicos que la conforman”, expone. Después de 10 años en Berlín y de lo que califica como “unas condiciones de trabajo extraordinarias”, tiene claro que, en su caso, sí que se puede vivir de la música sin necesidad de compaginarla con, por ejemplo, la docencia. 


Y es que al final, la oboísta, que tiene “separada mi casa (San Sadurniño) de mi trabajo en Berlín”, tiene claro que las posibilidades que da esta ciudad son un aliciente para todos aquellos que se dedican al cuarto arte. 


Si se le pregunta por previsiones de futuro, las respuestas son inciertas, pero tiene claro que volvería a tomar la decisión que la llevo a la capital alemana. “En España hay orquestas maravillosas, de eso no cabe duda, pero la realidad es que no tienen la capacidad suficiente para poder asumir a tantos músicos”


Así, los cuatro, que no comparten ni especialidad, ni país de residencia ni edad, coinciden en las dificultades y los riesgos a los que se enfrentan para poder vivir de la música, una frase tantas veces cuestionada por aquellos amantes del cuarto arte que decidieron tomar este camino. 


La inestabilidad es una de las mayores preocupaciones para ellos y, a su vez, el motivo que les hace –por ahora– estar fuera de casa. Actualmente, alguno se conforma con venir cada vez que puede.


Ellos, que son una pieza fundamental para que la historia y la cultura sigan vivas, confían en un futuro en el que Ferrolterra pueda disfrutar de su música tanto como ellos.

El éxodo europeo de los jóvenes músicos del Conservatorio Xan Viaño de Ferrol

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