En Starychi, en el oeste de Ucrania, en marzo de 2022, vecinos y militares se arrodillan al paso del féretro de Mykola Kulyk, un maestro en el colegio de la localidad que se alistó voluntario en el ejército ucraniano para combatir la invasión rusa y murió en Bucha. En el cementerio, su nieto observa su tumba. En Izium, en el este del país, en una zona boscosa desentierran más de 400 cadáveres, muchos con signos de tortura. En Irpin, en las afueras de Kiev, centenares de personas se protegen debajo de un puente semiderruido en la evacuación de la ciudad. Tenía 100.000 habitantes. Quedan 5.000. Allí, Natalia, de 45 años, se asoma a la ventana de lo que era su casa, un edificio carbonizado. En Bucha, en la avenida de la Estación, Larisa, de 72 años, recuerda la matanza perpetrada por las tropas ocupantes, un crimen de guerra que conmociona al mundo.
Los protagonistas de las imágenes del fotoperiodista Luis de Vega, que cubre la invasión para El País desde su inicio, tienen nombre. Cada uno, una historia que se documenta en el momento y que será la memoria de las generaciones futuras. Es el sufrimiento de la población, de la que no tiene medios para escapar e intenta sobrevivir día a día, la que conecta las 42 imágenes de la exposición “Ucrania, la guerra de los civiles”, que desde ayer y hasta el 23 de abril puede verse en el Centro Torrente Ballester, en la sala Julia Minguillón del primer piso. Está impulsada por la Fundación Anastasio de Gracia y llega a Ferrol con el apoyo de la Deputación da Coruña y del Concello.
En la inauguración, a la que asistió el presidente provincial, Valentín González, estaba prevista una conexión en directo con De Vega, que está en Ucrania, si la situación lo permitía, pero no fue posible. En noviembre, cuando esta muestra se abrió en el festival Robert Capa Estuvo Aquí, recordaba que los periodistas que cubren el conflicto pueden marcharse cuando quieran pero para los habitantes, el horror es continuo y sin escapatoria. “La inmensa mayoría de las personas que no se va de una zona de conflicto es porque materialmente no puede, porque no tienen dinero, porque no tienen las redes familiares necesarias”, recordaba entonces. “La exposición está centrada en los civiles. No podemos olvidarnos nunca de ellos”.
La exposición está centrada en los civiles. No podemos olvidarnos nunca de ellos
Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, cifra en más de 8.100.000 los ucranianos refugiados en Europa. Naciones Unidas calcula que han muerto al menos 8.000 civiles (casi 500 niños) y que hay más de 13.000 heridos. Cerca de 18 millones de personas están necesitadas de ayuda humanitaria y 14 millones han sido desplazadas de sus hogares, dentro y fuera del país.
A esas cifras, Luis de Vega les pone cara y les pone vida. La de los enfermos en los hospitales refugiados en el subsuelo, la de quienes entierran a los suyos, la de los que se sacan fotos con los restos de los tanques rusos cuando se recupera una ciudad, la de la esperanza que se abre paso con bodas y nacimientos o la de la desesperación de quienes buscan a sus familiares en medio de la huida o de los mayores que no entienden por qué están sufriendo otra guerra más.
“Mostras como esta lémbrannos que a paz é un valor a protexer, que non está garantido, que hai que defender cada día”, decía ayer el presidente de la Diputación, Valentín González. El objetivo “é sensibilizar á sociedade da terrible realidade que se vive ás portas de Europa”.