El arte nunca supo de edades, tampoco necesitó de conocimientos previos y, en contra de lo que muchos piensan, es accesible. Los de Sarao lo tienen claro: hay tabús sobre el arte. “Muchas veces no entramos en una galería o una exposición por la falta de costumbre, pero también porque pensamos que necesitamos conocimientos previos para poder disfrutarlo”, comentan desde el estudio. Ellos, que son parte de este mundo y animan a la participación, recuerdan que su establecimiento tiene las puertas abiertas y que el disfrute es tan simple como “entrar y preguntar”.
Empezaron siendo dos, Laura Freire y Néstor Da Silva, ahora ya son cuatro, junto con Dhalí Illingworth y Miguel Ángel Muñoz. Esto solo demuestra una cosa: Sarao está creciendo y, por este motivo, se despiden de su emplazamiento en la Calle Real porque, a pesar de encontrarse en pleno centro neurálgico de la ciudad, se quedan cortos de espacio.
Han elegido Catabois –o más bien el barrio los ha elegido a ellos– ya que han encontrado allí un espacio que “permite generar una convicencia, no solo entre todos los que quieran venir, sino también con el arte”, exponen.
A este cambio se unen otras ampliaciones dentro de sus actividades. El grupo está de acuerdo en que el traslado permitirá “abrir las puertas a otros mundos, como puede ser la danza o los talleres con artistas”.
Ellos son los primeros en trasladar el arte a Catabois y, quizá consigan crear escuela, como se ha hecho en otras ciudades de España. “Carabanchel tiene su propio circuíto de arte”, explican, y eso empezó porque un negocio como el suyo, en su momento, se atrevió a dar el primer paso.
Con esta idea buscan ser más accesibles para su público, porque “la gente que quiere venir, al final viene”, comentan y, por esta fidelidad, ellos también quieren ofrecerles un espacio en el que el arte vaya un paso más allá