Hace tres décadas, José Luis Maroño no rebasaba apenas los 25 años y, como su hermano, decidió ser parte de la ONCE. Desde aquella, el puesto de Caranza, que se encuentra en las inmediaciones del mercado del barrio, ha sido su oficina.
También ha habido ocasiones en las que ha vendido rascas o cupones en los alrededores de Alcampo, por lo que no tiene muy claro “quienes son los afortunados” entre los que ha repartido 200.000 euros.
Él, que ayer estuvo esperando durante toda la mañana a que apareciera alguno de los premiados, asume que esto es toda una alegría y, sin duda, el mejor regalo que le podían hacer estas navidades. “Pensé que me iba a jubilar sin dar un premio de cinco cifras”, comenta, puesto que, a pesar de que ya fue portador de suerte con algún rasca u otro cupón, las cuantías repartidas no pasaban de los 3.000 euros.
En esta ocasión, son un total de diez cupones los que han sido premiados en el barrio caranceiro y aunque sus dueños aún no se han personado en la administración de Maroño, él está esperando con los brazos abiertos y, si cabe, incluso más feliz –sentimiento que comparten sus familiares– que aquellos a los que les ha tocado este premio extraordinario que se sorteó el primer día de este año.
Y es que, como el mismo vendedor comenta, también “es la mejor forma de recibir el 2025 para mi”, puesto que después de tres décadas en el barrio “sabes que el dinero se queda en los amigos, porque después de toda una vida ya no son clientes”.
Si se le pregunta por las futuras inversiones, explica que muchos de los que habitualmente pasan por su puesto son personas mayores que hipotetizan con qué harán en el caso de que les toque alguno de los posibles premios.
El “cuponero” cuenta que la mayoría “está pensando en su familia, porque ya tienen la vida resuelta”. Así, las intenciones van “desde comprarle un coche a sus nietos o hacer que la hipoteca de los hijos sea algo más pequeña”.
Maroño, que ha celebrado este sorteo como si lo hubiera ganado él, confiesa entre risas que espera “dar otro premio antes de que pasen otros treinta años”, y es que al de Caranza solo le quedan dos para jubilarse.
Este regalo, tan suyo como de los dueños de los boletos que han sido premiados, deja en el barrio ferrolano un muy buen sabor de boca que se puede presentir como un augurio de lo que espera a la localidad en este 2025.