Javier Gutiérrez protagoniza con Luis Bermejo la revisión de “El traje”, una obra que se representó por primera vez en 2012 y que ahora regresa con una versión adaptada a los problemas y las preocupaciones de la sociedad actual a los escenarios de 70 ciudades, Ferrol entre ellas. El viernes y el sábado (20.30 horas) llega al Jofre.
¿Tenían la sensación de que a “El traje” le quedaba aún recorrido?
Entonces hicimos una minigira porque tanto Luis Bermejo como yo teníamos compromisos profesionales ya adquiridos y había que aparcarla. Funcionó muy bien, con unas críticas excelentes, y nos dio muchísima pena porque Luis y yo nos entendemos muy bien, llevamos muchos años trabajando, desde la época de Animalario hasta “Los santos inocentes”, que fue uno de los grandes éxitos de la temporada teatral del año pasado. No queríamos dejar pasar la oportunidad de volver a subirnos al escenario con “El traje” porque quedaban muchos lugares por visitar y creíamos que tenía una segunda vida. Había que darle una oportunidad porque, después de 10 años, como sociedad hemos vivido muchísimas otras cosas, como una pandemia, otra crisis económica...
Y eso invitaba a otras lecturas...
Esa lectura que en un primer estreno tuvo el espectáculo, la corrupción política, queda relegada a un segundo plano o, si quieres, más bien desenfocada, y se habla de otros temas que en su momento tenían menos repercusión y estaban menos presentes en nuestra sociedad, como la soledad, la salud mental, la brecha generacional entre hijos y padres, la deshumanización del mundo en el que vivimos, las redes sociales... Aunque habla de todo eso y lo hace de una forma muy seria, también hay espacio para la risa, para la carcajada, para la estupefacción. El espectáculo invita al público a un combate de boxeo entre dos personajes/actores en el que va a disfrutar mucho.
¿Qué significan Luis Bermejo y Juan Cavestany para usted?
Son amigos. Mi carrera va muy ligada a la trayectoria de Juan Cavestany, tanto en el cine como en el teatro y la televisión. Con Juan he trabajado en varias películas (“Gente de mala calidad”, “El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo”, “Gente en sitios”) y uno de los grandes éxitos que he tenido en el mundo de la televisión ha sido “Vergüenza”, serie dirigida y coescrita por él junto con Álvaro Fernández Armero. En teatro, desde la época de Animalario ha colaborado mucho: es uno de los dramaturgos de cabecera de la compañía y ha sido creador de grandes éxitos, como “Alejandro y Ana. Lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente”, “Urtain”, “Shock”... Y Luis es uno de los grandes actores de este país, es un tipo del que uno aprende a diario: yo siempre digo que es una mezcla de Michel Piccoli y Buster Keaton; tiene una forma de actuar muy peculiar que conecta muy rápido con el espectador y es uno de los grandes actores... Iba a decir de comedia, pero dejemos la etiqueta al lado: es uno de los grandes actores de este país. Para mí es un gran privilegio trabajar por ellos porque uno lleva ya muchos años de profesión y con lo que más disfruto es con los buenos compañeros de viaje, y ellos son dos excelentes compañeros.
¿Está en la fase de su carrera en la que puede elegir los proyectos?
Es muy complicado, no creas que se puede elegir tanto. Para empezar, porque no espacio tanto los trabajos: soy una hormiguita de esto y cuando no suena el teléfono con un proyecto para cine o televisión me invento un espectáculo de teatro. No soy de esos actores que pueden elegir todo lo que hacen; a veces tengo la suerte de poder hacerlo, a veces surge un proyecto interesante con un director de relumbrón y un personaje atractivo, pero no siempre se da esa suma de elementos, así que uno sigue trabajando y siendo consciente de que es una carrera de largo recorrido en la que muchas veces eres (y te juzgan) lo último que haces.
¿Si tuviera que decantarse por una clave que explique el éxito, su posición actual?
El trabajo y creer en uno mismo. Es muy importante creérselo –y no estoy hablando de un ego desmesurado, no, sino de la creencia de que uno puede– y el olfato a la hora de elegir los proyectos y los personajes. Sé que no puedo hacer de todo y el olfato de saber que ese personaje es para ti y que ese es el proyecto en el que tú encajas no siempre acierta. Cuando acierta, como con “Campeones” o con una serie a la que debo tanto como “Águila Roja”, o los proyectos de Animalario, te convierten en alguien popular y eso abre puertas. Cuando directores y directoras de la categoría de Martín Cuenca, Alberto Rodríguez o Icíar Bollaín te llaman y te ofrecen grandes proyectos, uno tiene la sensación de que, después de mucho bagaje, está preparado para estar a la altura.
¿Los actores y actrices tienen que medirse mucho políticamente?
La cultura no tiene buena prensa. Para la derecha siempre hemos estado bajo sospecha y la izquierda en algún que otro momento nos ha ninguneado. No creo que haga falta morderse la lengua porque vivimos en un mundo en el que impera la autocensura y uno ya tiende a medir muchísimo lo que dice, dónde lo dice, cuándo lo dice y cómo lo dice para que luego no le pase factura; es triste, pero es así. Y no creo que haya menos libertad que antes, pero muchas veces nos autoimponemos una censura y nos privamos a nosotros mismos de esa libertad de la que debiéramos gozar.