Juan M. Cañizares: “El arte solo tiene sentido si es capaz de transformarte”

El guitarrista flamenco, discípulo de Paco de Lucía, actúa este jueves en el Jofre
Juan M. Cañizares: “El arte solo tiene sentido si es capaz de transformarte”
Cañizares, ayer por la tarde, en los Jardines de Herrera I D. Alexandre

Cañizares Flamenco Quartet actúa esta tarde –20.30 horas– en el Teatro Jofre de Ferrol, un concierto que organiza la Sociedad Filarmónica Ferrolana y que permitirá al público local volver a disfrutar, dos años después, de uno de los discípulos aventajados del gran Paco de Lucía.

 

¿Qué podrá ver el público hoy? 
Es un programa que contiene elementos característicos del flamenco, mi particular manera de entenderlo. Habrá baile, percusión y otra guitarra. Es un espectáculo que hemos hecho en otros países, como Colombia, y estoy muy contento porque tiene una parte sinfónica –obras como el “Concierto de Al-Andalus” que tuve la oportunidad de estrenar en Ferrol con la Sinfónica de Galicia–, pero en un formato arreglado para cuarteto. Es un espectáculo en el que lo importante, como siempre, es la conexión con el espectador para darle lo mejor que sabemos en cada nota. 

¿Hay tantas formas de ver el flamenco como artistas flamencos?
Soy partidario de la unidad en la variedad. Hay muchas formas de entender el flamenco, pero todos tenemos como un ADN común que es lo que nos hace tener una identidad. Por ejemplo, escuchas a artistas tocar por tarantas, por soleás, por seguidillas, por tangos... y puede haber diferentes formas, pero todos tenemos una característica común, que es que tanto pronto esté tocando una guitarra por tangos sabes inmediatamente que está tocando por tangos. Si hasta los dos minutos que te hago una señal no sabes que estoy por tangos, lo que estoy tocando ya ha perdido su carácter y su identidad, por lo que no tendría sentido llamarlo tangos. Hay, por tanto, una identidad común que solo se aprende por la vía del trato: no se explica en un libro, sino que se aprende conviviendo cada día con la música flamenca.

 

¿Qué hace diferente al flamenco de otros géneros y culturas que también están profundamente arraigadas? 
El flamenco es una música que prende en el corazón del espectador, que siente como si estuviera ahí en el escenario, participa de ese juego musical, y eso genera emoción. Hay mucha emoción en el flamenco. El público en el flamenco no es ajeno, no hay una distancia; participa. El arte tiene sentido si es capaz de transformarte: cuando sales de un cine, de un museo, de un concierto, cuando has contemplado obras de arte, sales transformado, eres otra persona. Y si te sientes partícipe de ella te hace feliz.

 

Hace mucho tiempo que el flamenco se comunica con otras culturas. Como parte que es usted de esta “internacionalización” del flamenco, ¿le sorprende las cotas a las que ha llegado? 
He vivido ese proceso desde el primer grupo con el que empecé a fusionar, El último de la fila. Pero también me he encontrado con gente muy interesada en el flamenco, como Peter Gabriel, John Paul Young o, mirando para Galicia, Carlos Núñez. Esa experiencia de fusionar siempre trae cosas positivas: ves cómo otros músicos entienden tu música y eso es aprendizaje.

 

Tuvo también grandes maestros y compañeros de viaje. ¿Cuál es el imprescindible en ese camino?
Indudablemente, Paco de Lucía. Empecé a tocar la guitarra a los seis años y con Paco, cuando tenía 22 o 23. Era un ídolo para mí, tocaba su música y la interioricé, intenté hacerla mía. Porque, al principio, todos imitamos y yo lo imitaba a él. De pequeño tenía un casete y escuchaba a Camarón, a Pepe de Marchena, a Paco de Lucía, que es la persona que más me ha influido y con la que estuve trabajando diez años, y yo quería sacar su música. A mí todo aquello me parecía bello, el valor estético de la música. Escuchando aquellos casetes, yo deseaba tocar eso, tocarlo así, pero iba muy rápido, así que fui a un electrónico del barrio para preguntarle cómo podía hacer para sacar esa música de la cinta. Se le ocurrió ponerle un potenciómetro para que el casete fuera más despacio, pero eso provocaba que tuviese que afinar la guitarra mucho más bajo. Todo eso lo hice para tocar aquello que era lo que más me gustaba. Y yo aquello no lo hacía ni por honores, ni por dinero, ni por fama; lo hacía porque me gustaba encarnar aquello. Era el niño más feliz. Y eso son valores, te enriquece. En las personas con las que he trabajado siempre he visto valores: me ha enriquecido muchísimo trabajar con Paco de Lucía.

 

Soy partidario de la unidad en la variedad: hay muchas formas de entender el flamenco, pero un ADN común

 

Es que lo de Paco de Lucía es increíble. Ayer mismo repasaba una entrevista con Keith Richards en la que lo situaba a otro nivel, por encima de todo lo demás... 
Ponía el corazón en cada nota, llegaba a todo el mundo, a cualquier guitarrista del mundo. Es otra dimensión. Ha sido una persona muy seria, un trabajador incansable, porque eso no le ha venido gratis. Uno puede tener talento, pero, como todo, tienes que trabajar para desarrollarlo.

 

¿El flamenco y el jazz tienen más cosas en común que diferencias? 
Son músicas diferentes, aunque tienen un halo de improvisación que comparten hasta cierto punto. El jazz tiene un estándar, una estructura cerrada. Con el “Real Book” puedes tocar muchos temas del estándar y, a partir de ahí, improvisar. En el flamenco no ocurre así porque es una música que se va creando al mismo tiempo que se ejecuta. A priori no sabes lo que va a pasar. No hay partitura; tenemos palos, tenemos ritmos. Ese “por” de “por soleás”, “por seguidillas” es muy importante porque marca un campo de juego. En el flamenco no hay temas y si un guitarrista quiere tocar “por soleás” tiene que saber un lenguaje, y eso no se explica en ningún libro. 

Juan M. Cañizares: “El arte solo tiene sentido si es capaz de transformarte”

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