El peso de un apellido o las connotaciones por ser de una etnia concreta también se abren paso en las calles de Ferrol. A pesar de ser una ciudad del siglo XXI, la urbe naval sigue padeciendo unos estigmas que no le dejan ir más allá en la busca de una identidad cosmopolita. Con una población que crece, cabría plantearse el papel de todos aquellos que forman parte de colectivos minoritarios –o minorizados– pero que, a su vez, son una porción inherente de lo que es esta localidad hoy en día.
La Fundación Secretariado Gitano (FSG) llegó a Ferrol en 2017, en ese momento había dos personas en el equipo, ahora son 11 –que se ampliarán en dos más antes de que finalice el año–. Comenzaron con pequeños pasos, siendo conscientes de la necesidad de fomentar la promoción y la igualdad de oportunidades de la población gitana en la ciudad.
Eso sí, esta no es su primera andada. En España llevan 40 años siendo motor de cambio y, a día de hoy, tienen presencia a lo largo de Europa. Este colectivo desarrolla “todo tipo de acciones” –como ellos mismos exponen– para contribuir a alcanzar “la plena ciudadanía”, lo que se traduce en mejorar sus condiciones de vida, a promover la igualdad de trato y a evitar toda forma de discriminación, así como a promover el reconocimiento de la identidad cultural de la comunidad gitana.
Hace siete años que la ciudad puede contar con este recurso que, sin duda, es una vía más que necesaria. Aquí, su andadura comenzó con la el programa Promociona –en colaboración con la Consellería de Política Social de la Xunta– dedicado exclusivamente al ámbito educativo. El objetivo de esta iniciativa es que los jóvenes finalicen la Educación Secundaria Obligatoria y que continúen estudiando, con la intención de paliar el abandono escolar. A esta actividad le acompaña Promociona+, destinada a aquellos alumnos que se encuentran en estudios postobligatorios.
Junto la iniciativa “Acceder”, son parte de sus insignias. Este último programa –creado en el año 2000 a nivel nacional y que llegó a Ferrol en el 2019– busca promover la incorporación efectiva al mercado laboral. Esta cuestión, como bien han avanzado los usuarios de este centro, siempre es un “proceso complicado”, bien por los prejuicios sociales que siguen existiendo o, directamente, por pensamientos racistas que se encuentran a la hora de presentar un currículum. Hay quien, de hecho, no ponía uno de sus apellidos en estos documentos porque “sonaba demasiado gitano”, y las empresas no se molestaban en leerlo.
Dejando a un lado cuestiones como las mencionadas, hay otras que suscitan el interés de la fundación. Estas son de índole genérico y, es más, de carácter básico. La vivienda es, para el común de la sociedad, uno de las principales preocupaciones –así lo demuestran los datos del CIS que, en octubre, la situaban como la tercera problemática más importante para los españoles–.
La FSG también toma partido aquí. El acceso a la vivienda es uno de los tópicos más relevantes en Ferrol desde el 2023. Bajo el nombre de “Intervención Social en entornos de exclusión residencial”, la delegación de la ciudad naval busca “impulsar contextos estables de convivencia social, definir los procesos básicos de atención a participantes en materia de vivienda y favorecer el acceso a los alojamientos adecuados que proporcionen estabilidad de residencia a las personas participantes, impulsando situaciones positivas de convivencia a nivel social”, exponen.
Esta idea es un gran reclamo para los usuarios del centro puesto que más de uno se ha visto en situaciones incómodas a la hora de intentar alquilar un piso. Hay quien cuenta, directamente, que “al vernos nos dicen que no” y quien ha tenido que echar mano de amigos o familiares para que “nos dejasen, solo, ir a verlo”.
La importancia de un nombre, unido a los prejuicios sociales, suponen un handicap para una parte de esta comunidad que, con toda la lógica, no quieren deshacerse de sus raíces para poder tener el mismo acceso a recursos básicos que tendría cualquier otra persona.
Además, la Fundación Secretariado Gitano activó este año un programa de Promoción de Salud, en colaboración con la Consellería de Sanidad. Una propuesta totalmente novedosa de la que forman parte siete mujeres gitanas –figuras profesionales de divulgación de estas cuestiones en el colectivo gitano– en las diferentes sedes que la agrupación tiene por toda Galicia.
Siendo conscientes de que, a pesar de que el avance social es continuo y cada vez, como es lógico, se dan menos situaciones deplorables, la Fundación Secretariado Gitano ha activado una nueva iniciativa bajo el nombre “Igual Trato, por la no discriminación de las personas gitanas”, un programa que cuenta con un total de 11 juristas de esta etnia que, como ellos mismo explican, buscan “contribuir a la defensa frente a la discriminación y el antigitanismo, para el ejercicio de la plena ciudadanía, así como combatir la infradenuncia, fomentar la mejora de la imagen social y exigir la aplicación efectiva de las normas antidiscriminatorias de las instituciones.
De estos programas han sido testigos una gran cantidad de usuarios a lo largo de los años. También hay niños que aprovechan este espacio como zona de refuerzo escolar.
Nadie mejor que quien ha estado ahí para explicarlo.
Nació en el 2001 con la disidencia y la curiosidad por banderas, lo que la puso en una tesitura muy difícil desde pequeña porque ella tenía claro que “esta vida no era para mí”. Se refiere al no conocer. Esto le llevó a un mundo de críticas por parte de ciertas personas de su círculo que la veían “más gitana cuando era pequeña”. Ella, sin embargo, es una historia de éxito. Sarai Monteiro está independizada, se formó en el campo de la alimentación y ahora tiene un trabajo que le permite no solo mantenerse, sino también ayudar a su familia. Esto, pese a que, nunca fue su vida soñada.
Realmente no pensó en qué opciones tenía por una simple razón, y es que no podía permitirse estudiar lo que ella quería, tuvo que hacer algo con lo que consiguiera ser solvente económicamente y poder marcharse de casa. Eso sí, tiene claro que “el miedo de los padres muchas veces es real” en lo relativo a la aceptación social. “Te apartan”, confiesa. Ella se ha topado con situaciones en las que ser gitana ha supuesto más que momentos incómodos. Recuerda un día en el que empezó a escuchar comentarios despectivos contra su etnia, a lo que explica que “el antigitanismo está muy normalizado”, y ella no se calló. Ahí fue cuando habló de su procedencia y la gente no creía que ella fuera “una gitana de verdad”. Otra cuestión que plantea es lo que, de manera muy acertada, llama “orgullo resignado”, es decir, ser consciente de lo que es y sentirlo como algo positivo, pero que, en ocasiones, no se puede decir en alto.
Una de las incorporaciones más recientes a las líneas de retaguardia de la Fundación Secretariado Gitano en Ferrol es Thalía Romero (Narón, 2003). Ella, que tiene una experiencia laboral digna de admirar a pesar de su corta edad, está ahora en formación para convertirse en una de las técnicas de la agrupación y, de esta manera, ser un nexo más dentro de una sociedad “a la que aún le queda mucho por avanzar”. En su caso, el ambiente familiar siempre ha sido un impulso básico para su carrera. Su prima abrió la puerta a los estudios, es auxiliar de Enfermería, y ella tenía claro que quería estudiar.
Sus padres siempre han estado ahí para ayudarla en el ámbito académico –en el que ha ido curso por año–, “buscando algo que tuviera salidas para mí”, comentó, así como haciendo viajes intempestivos cuando ella no tenía permiso de conducir y tenía que entrar a las seis de la mañana para trabajar en una de las fábricas del polígono de Penapurreira, en As Pontes. A pesar de que no le faltó el trabajo –estuvo en cadenas de comida rápida, tiendas de ropa y supermecados– asume que el tema de los apellidos sigue siendo una batalla por luchar y no es la primera vez que quita uno para que el nombre “no suene tan gitano”. Es una persona crítica, tiene claro que los estigmas suponen una cuestión vital en el día a día de su comunidad. El ejemplo claro es el de los servicios sanitarios, a los que tardan en acudir por cuestiones tan triviales como que “el médico no les entienda al hablar”. En este aspecto, comenta que hay una “desinformación” que solo se puede paliar a través de agrupaciones como la FSG.
“Somos gitanos, nos ganamos la vida de cualquier manera y esto es lo más bonito que tenemos”, sentenció Santiago Monteiro (1999) cuando hablaba de su experiencia laboral. Él es otro de los que ha pasado por varias empresas –mecánica, seguridad, reparto, hostelería, etcétera– , en su caso, a lo largo del territorio nacional, y todo empezó por su participación en el programa de trabajo que ofrece la Fundación. A pesar de que él no finalizó los estudios, no descarta retomarlos en un futuro en el que tenga una situación laboral más estable.
Además de compartir apellido con Sarai, también comparten familia, son hermanos, y tiene claro que la independencia de la pequeña de la casa y todo lo que le costó ha sentado un precedente dentro de la comunidad. “Sacó toda su fuerza y se fue, es un modelo a seguir”, comenta orgulloso, consciente de que la situación de las mujeres sigue siendo desfavorable con respecto a la de los hombres. Sigue habiendo esa percepción de que las mujeres “tengan que ser de su casa”, pero las tornas van cambiando y la presencia femenina en las aulas cada vez tiene más peso, y no solo eso, sino que “ellas cada vez tienen más presencia y esto siempre es bueno”. Él lleva la contraria en otro ámbito más, el de las relaciones sentimentales. Le consideran ya un “mozo viejo”, es decir, que va tarde para la concepción de la familia que hay en su comunidad. Tiene 25 años.