Con el corazón en Cedeira y sus puestos en los mercados de A Magdalena y Caranza, no todo el mundo puede decir que su empresa nació del amor, pero así fue en el caso de Rocío Soto y Nicolás Lourido, al frente de Peixes Niki.
“El negocio lo empecé muy joven, con 24 años, cuando estaba estudiando Técnico de Rayos, después de trabajar un tiempo de eso”, recuerda ella, que llegó a la plaza de Ucha cuando tuvo un lugar libre para seguir con la tradición familiar que le viene de su abuela y sus padres.
“Conocí a mi marido aquí, que ya se dedicaba al pescado, así que cerré mi puesto y me vine con él, me absorbió”, bromea la pescadera, que capitanea el barco desde que Niki se retiró por enfermedad. “Soy la que compra, la que vendo... Es una vida muy dura, me suena el despertador a las 2.30 horas”, sostiene.
Su jornada maratoniana comienza yendo a la lonja de A Coruña y llevando después el género al mercado de la ciudad naval, donde trabaja hasta las 14.30 horas. Luego, todavía le queda “hacer encargas, ver lo que hay que pedir”, por eso, admite, “llevo horarios distintos, duermo cuando todo el mundo está despierto”, una rutina que fue especialmente complicada cuando le tocó conciliar con la crianza de su hijo.
Con cinco empleados en su negocio, Rocío explica que “intento traer lo más variado posible y para todos los bolsillos”; pero destaca que su fuerte es “que la gente se lleve todo sin espinas, limpio, ponérselo fácil”, como ocurre con sus lomos de merluza fileteados o los bacaladitos.