El fallecimiento de Blanca Estrella, la presidenta de la asociación Clara Campoamor, ha dejado huérfanas a muchas personas que, como Ricardo Pérez Lama, Rocío Beceiro y Ana Berini, llevan décadas colaborando con la entidad en su lucha por proteger los derechos de las mujeres y los menores. Ahora se abre un periodo de reflexión que la “conexión ferrolana” de Estrella cree que se solventará pronto y con éxito: “En Euskadi tiene un grupo de mujeres muy válidas que sabrán seguir con su legado”, dicen.
¿Cómo era Blanca Estrella?
Tenía un liderazgo enorme, era una persona muy luchadora que nunca se casó con ningún político, aunque ella tenía sus ideas: era de la familia socialista del País Vasco. Pero jamás se plegó, siempre se guio por la defensa a ultranza de las mujeres y, sobre todo, de los niños. Por tanto, deja un vacío muy grande que se va a notar mucho, pero sabemos que la asociación tiene unos principios fundamentales que darán continuidad a su legado. Hay en su grupo de apoyo en Bilbao gente que estuvo codo con codo con ella, que está formada y que va a seguir en la misma línea. Blanca ha influido muchísimo en quienes, como nosotros, han tenido la suerte de trabajar con ella.
Si tuviesen que destacar su principal logro, ¿cuál sería?
Hubo muchos. Hemos intervenido en modificaciones del Código Penal, del reglamento penitenciario... Alguno de ellos muy importante, pues realmente es la asociación la que plantea por primera vez lo que hoy se denomina prisión permanente revisable y que entonces era “pena de cumplimiento efectivo”. Tal como estaban diseñadas la jurisprudencia y el Código Penal, muchos delincuentes muy peligrosos, como terroristas, violadores y asesinos, mataban a más de una persona porque la segunda muerte les salía prácticamente gratis. Blanca, que lo sabía, nos encargó hacer unos informes al respecto que no prosperaron inicialmente porque en aquel momento, a finales de los 90, se vio como un atentado a la Constitución, algo contrario a los derechos de los presos. No es cierto, y prueba de ello es que la prisión permanente revisable ha pasado el filtro constitucional. Y creemos además que para todos estos delitos de tipo sexual, con una connotación absolutamente vejatoria hacia la mujer y los niños, es algo vital. En muchos de estos violadores y asesinos no se daba la regeneración porque ni siquiera se tomaban las medidas para reeducarse, con lo cual, cuando salían, volvían a violar y a asesinar.
¿Cómo se produjo ese primer contacto?
Blanca apoyó una lucha que inició este despacho tras la violación y el asesinato de Maruchi Rivas, para obtener la responsabilidad del Estado, pues fue un crimen que cometió un liberado condicional. Entonces, hace aproximadamente 25 años, se puso en contacto con nosotros y llevó esa causa hasta el final.
¿Cómo se articuló ese proceso?
Esa fue la primera vez en la historia del Derecho Penal español en que se introdujo esta variable, con la que el Estado es condenado jurisdiccionalmente como responsable y se le obliga a tomar medidas en el reglamento penitenciario para controlar esos daños que se puedan producir cada vez que un liberado condicional sale en esas circunstancias. El Código Penal hablaba de “tutela y vigilancia efectivas”, algo que no se hacía porque las comisiones de asistencia penitenciaria no estaban bien dotadas para hacer un seguimiento de este tipo de individuos. Eso cambió y tuvo mucha trascendencia.
¿Cómo fue su llegada a la asociación tras ese primer contacto?
A través de la prensa, Blanca tuvo conocimiento de que estábamos iniciando esa reclamación de responsabilidad al Estado. En aquel momento hubo una oleada de violaciones y asesinatos por liberados condicionales: Leticia Lebrato, Olga Sangrador, las niñas de Alcàsser, Maruchi... La asociación nos llamó para que les explicásemos qué es lo que estábamos haciendo. Había personas de la Abogacía del Estado y catedráticos que se oponían. El problema es que la mano del Estado fuera del centro penitenciario no se veía. Era la primera vez en la que la responsabilidad salía de los muros de una prisión y el Estado se ve forzado a tomar medidas o, si no, será responsable sí o sí. A partir de ese primer contacto la relación fue fluida y tras el caso de Natalia Vélez, la niña de Narón, es cuando decide crear una delegación en Galicia.
¿Tuvieron claro desde el principio que querían implicarse?
Siempre quisimos. Porque, además, con Blanca Estrella lo veías muy claro. Fue capaz de generar un movimiento de mucha relevancia con pocos recursos. Era una persona humilde, sencilla y con convicciones férreas. Era apabullante. Un trabajo impresionante, desinteresado, y eso te hacía vincularte. A nivel despacho, toda esa implicación nos ha colapsado, pero ha valido la pena. Teníamos que estar ahí, sabíamos que teníamos que aportar algo a esta sociedad.
Han hablado en alguna ocasión de la devoción que sentía por Concepción Arenal...
Concepción Arenal fue tan importante para el feminismo que todavía en Ferrol no sabemos bien a quién teníamos. Blanca Estrella sí lo sabía. Se inspiraba en su espíritu y fue una feminista convencida, con una pasión contagiosa.
Se sabe que Blanca Estrella estaba molesta con la docuserie sobre el caso Asunta.
Profundamente molesta. Estaba indignada y, si no llega a ser por su situación personal, recién operada, iba a salir públicamente a manifestarlo. La docuserie debió dejar muy claro que es ficción. Estamos en un Estado de Derecho: ¿Quién en su sano juicio puede pensar que en España se condena a alguien sin pruebas? Ninguno de nosotros sería capaz de acusar a nadie si no tuviese el convencimiento absoluto de que es así. Las pruebas fueron abrumadoras y es muy injusto el tratamiento que se hizo del jurado. Cuando alguien hace un documental y una serie, sé por dónde nos van a atacar: la libertad de expresión, la ficción... Y no, no es así. Si en una serie muestras documentos reales que han sido objeto de valoración en un juicio, no puedes presentar alternativas.
Una cosa es el derecho a la información y otra distinta tergiversar una situación que ha sido analizada en profundidad. Fue un veredicto absolutamente demoledor. Les dejamos muy claro que no íbamos a participar en ninguna ceremonia de la confusión. Quien vio la docuserie cree que hay un jurado que declara culpable o inocente basándose en una diligencia declarada nula. La serie confunde diligencias de investigación con pruebas. Prueba solo existe una vez que ha pasado el filtro de un juicio. Mientras no hay juicio y esas pruebas se sometan a contradicción, estas no existen como tal: son diligencias de investigación. Por lo tanto, el jurado no las pudo tener en cuenta porque no se vieron en el juicio.
¿Cómo calificaría el veredicto?
Es impecable. Somos defensores de los jurados porque sus miembros saben que en sus manos va a estar una decisión muy seria. Mucho. Y no es tan fácil engañarlo. Y si lo engañas, tienes después otros dos filtros, el TSXG y el Supremo. Fueron tres fiscales distintos, tres jueces en el TSXG, otros tres en el Supremo, y no hubo ni un solo voto particular.
Cuando se afronta un caso de estas características que afecta a una menor, ¿cuál es la parte más difícil?
Cuando hay familia, poder apoyarla, algo muy difícil porque nadie está preparado para vivir una situación así. Cuando no hay familia, hacemos nuestro el niño. Si durante once años no hicimos ninguna manifestación al respecto sobre el caso fue porque no lo creíamos oportuno. Blanca Estrella se indignó y nos removió la conciencia porque para nosotros era un caso cerrado. Lo que queremos es que las autoridades, en casos como el este, protejan la memoria de la niña.
Es muy fácil hacer dinero a costa de una niña que no tiene defensa. Su madre, fallecida; su padre, en prisión. ¿Quién la defiende? Parece que Asunta es un personaje de ficción, parece que no fue nadie. Era una niña que conocimos a través de terceros, que sabía que algo que estaba pasando, en una soledad terrible, pero no era capaz de saber qué. La declaración de los profesores, a nivel anímico, fue demoledora, como lo es el hecho de intentar imaginar el sufrimiento que pasaron, como el fue caso de Diana Quer, sabiendo que la van a matar... Lo puedo resumir muy brevemente: la maldad existe.