A comienzos de año, el Gobierno central aprobó el Plan Nacional del Radón, una suerte de hoja de ruta que establece las bases no solo para regular el control de este gas radioactivo en el entorno laboral, sino también para divulgar entre la población la realidad sobre el mismo y crear una concienciación alejada de bulos y desinformación. Esta iniciativa es de gran importancia para Galicia en general y el área de Ferrolterra en particular, dado que las características geológicas de la comarca la clasifican como Zona 2, es decir, con una mayor presencia de radón que en otros territorios del país.
Afortunadamente, si bien España va con cierto retraso en cuanto a medidas de control de este gas en entornos laborales frente a otros países de la Unión Europea –no así en viviendas, donde existe una normativa desde hace años–, esto no quiere decir que no esté preparada para lidiar con el mismo, contando con empresas certificadas –no muchas, eso sí– para realizar estudios de su presencia y desarrollar medidas de protección en toda clase de entornos.
Así, para conocer más acerca de este gas, del Plan Nacional y de la nueva normativa, nos desplazamos hasta las instalaciones de Control y Estudios (CyD), una de las dos compañías gallegas autorizadas por la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC) y miembro de la European Radon Association (ERA), en el polígono de A Gándara. Comenzando por lo más básico, qué es este elemento y por qué debería preocupar a la población de la comarca, Gonzalo Javier Guzmán, director técnico de CyE, explica “es un gas que procede de la cadena de desintegración del uranio y que se encuentra presente en la Tierra desde que el mundo es mundo. Es radiactivo, incoloro, no huele, no sabe... y sale del subsuelo”. “Cuando excavas, por ejemplo al hacer una casa, ese gas siempre sale, emana, sobre todo en terrenos graníticos” como es el caso de Galicia, señala el experto.
“¿Qué significa ese gas radiactivo? Que no es estable y que va mutando y se va descomponiendo”, detalla Guzmán Bermúdez. Y es que esta característica es la que hace tan importante su control, dado que, como apunta el director técnico, “en esa carrera para desintegrarse va soltando una cantidad de partículas que son radiactivas y que si impactan contra el cuerpo humano pueden provocar cáncer”. En el caso del radón, al estar en ese estado gaseoso, su efecto es principalmente respiratorio, siendo la segunda causa principal en España, detrás del tabaquismo, de cáncer de pulmón –de hecho el tabaco y este elemento tienen un efecto sinérgico, multiplicando los resultados dañinos–.
Respecto al nuevo Plan Nacional aprobado por el Gobierno central, Gonzalo Guzmán señala que en el plano legal en sí “no cambia nada”, dado que el marco normativo para entornos laborales se estableció por Real Decreto en 2022 y entrará en vigor el próximo 22 de junio. En este sentido, el experto matiza que esta legislación no está dirigida a todos los lugares de trabajo, sino a aquellos “situados en plantas sótano y baja, en una serie de municipios que en Galicia son mayoritarios” –los incluidos en las ya mencionadas Zona 2–.
“En estos concellos, que son más del 70% de todo el territorio gallego, las empresas tienen que hacer mediciones y sus resultados tienen que estar a disposición de los trabajadores”, asevera, puntualizando además que estas pruebas deben ser realizadas “por laboratorios acreditados, como es nuestro caso”. Asimismo, CyE cuenta con capacidad de realizar pruebas de larga duración “con unos detectores de trazas (...) que se dejan en los lugares de trabajo o en las viviendas durante un período de entre dos y cuatro meses” y uno más rápido, de una semana.
Así, la principal diferencia entre ambos, aparte del tiempo, es que en el primero de los casos se trata de uno o varios elementos que se colocan en puntos estratégicos del inmueble y ofrecen una media de los valores de radón en el mismo –además de poder ser el propio usuario el que lo instale–; mientras que el segundo, que requiere de la intervención de la compañía, muestra mediciones en diferentes momentos del día.
Tal y como explica el director técnico de CyE, el hecho de poder contar con resultados en múltiples franjas horarias no es una característica banal. El radón, señala, es menos denso que el aire y los cambios de temperatura, así como el movimiento en los inmuebles, afecta directamente a su concentración. En este sentido, en un puesto de trabajo la actividad se concentra durante el día, mientras que en el hogar la gente permanece más tiempo durante la noche.
“Cuando hacemos esa medición se demuestra que la concentración media es la que es, pero en las 24 horas del día es tremendamente variable. Podemos encontrarnos casas con concentraciones medias de 500 bequerelios (Bq) por metro cúbico que a determinadas horas alcanza 0, porque abren ventanas, hacen limpiezas, etcétera”, apunta. “Y después, cuando empieza a hacer algo de frío, cierras las puertas... el radón puede dar más de 1.000”. Así, con estos detectores continuos se pueden “implementar medidas en base a la dinámica del radón”. En el caso de los centros de trabajo, como se señaló, este sistema es especialmente idóneo, dado que, aunque durante la noche puedan detectarse niveles altos por factores como la falta de actividad o el apagado de los sistemas de ventilación, estos valores caerían durante la jornada de trabajo.
En cuanto a cómo se realizan estas mediciones, Gonzalo Guzmán detalla que los dispositivos que se instalan en locales y viviendas emplean detectores de trazas. “Tienen un cristal polimérico que tiene la virtud de que, como el radón se desintegra, genera pequeñas explosiones. Cuando lo abrimos, ese cristal está intacto y cada vez que impacta el radón genera unos pequeños puntos, que se llaman trazas latentes”, explica. “Al cabo de 90 días, si hay muchos de esos puntitos significa que hay una gran concentración”. Así, una vez concluido el período de medición, el cristal se somete a un proceso de revelado químico y luego se inserta en un microscopio óptico “que mide de manera automática el número de puntitos y, para dar la concentración de radón, lo divide por el número de días que ha estado expuesto”. “Este es el método reglamentario que se usa habitualmente. El activo –el más rápido y que ofrece una medición por períodos del día– funciona bajo el mismo principio pero con equipos más complejos que ya miden la concentración en cada instante”.
En cuanto a los métodos de control de este gas, el director técnico señala que el laboratorio, que también es especialista en esta faceta, desarrolla “sistemas constructivos” para su contención y retirada. “Se basan en dos principios: hacer una barrera para que el radón no entre desde el subsuelo, que es la mayoría (...); o, una vez lo tienes dentro, emplear sistemas de extracción, por ejemplo de ventilación natural”.
Como ya se mencionó al inicio del reportaje, buena parte de Galicia está considerada Zona 2 –con potencial de radón superior a los 300 Bq/m3–. Esto se debe, como explica Gonzalo Javier Guzmán, porque existen grandes concentraciones de granito en el subsuelo.
“El granito es maravilloso, un elemento de construcción excelente, pero cuando está meteorizado –no estoy hablando de uno masivo que lo pones en la encimera de una cocina, eso no tiene radón ninguno–, se generan pequeñas fisuras o fallas y por ahí sube el gas”, detalla. No obstante, el especialista matiza que este mineral no es el único elemento que contiene este elemento, poniendo como ejemplo a Ferrol y Narón, donde “salvo en las zonas de montaña o en áreas como Doniños”, no se encuentra, pero que sigue siendo considerada Zona 2 por la presencia de arcillas que pueden contener uranio y, por tanto, radón.