BROMURO CATÓDICO | Menudo coñazo, Robertiño

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BROMURO CATÓDICO | Menudo coñazo, Robertiño
Escena del film

Mira, Robertiño… Es que das siempre una de cal y una de arena. Me recuerdas a esa etapa rara, rara, rara (dentro de lo raro que, de por sí, ya es) de Lars Von Trier, donde te podía cascar películas como Melancolía o Anticristo que, al menos en servidor, despertaban sentimientos totalmente contrapuestos, en vaivén constante durante el (los) visionado(s). Agridulce en su sentido más literal. De querer amarlo en un plano y retorcerle el gaznate al plano siguiente por su irritante capacidad para pasarse de listo y ser sublime sin orden de continuidad en dichos largometrajes. 


Bueno, podría decir que me recuerdas a ello en El Faro, más por lo insufrible, porque menudo coñazo de película, Robertiño. Pero acreedora, quién podría negarlo, de unas imágenes y una atmósfera de las que se quedan flotando dentro de uno mucho después de que termine la proyección. Y hasta de unas interpretaciones, que aunque histriónicas al extremo, eran también extrañamente memorables por su suciedad y coqueteos con la locura abisal. 


Veníamos además, Robertiño, de entendernos bien. El hombre del norte, aunque atufaba a gin-tonic por cada plano, era una historia sencilla rodada de manera compleja, alambicada, pero, sin duda, poderosa, con un combate final, escrotos al aire, en un volcán para acabar bien alto en una tragedia entre Conan y Shakespeare que no pude sino aplaudir. 


Pero Nosferatu…  
Ay, Robertiño. Ay. 


Os pasa a ti y a Ari Aster, y ya no digamos a la Rose Glass de Saint Maud que os embelesáis tanto con vuestra puesta en escena, con vuestra prosa fílmica, que acabáis por descuidar el relato, vuestros personajes, el tempo, y… Y casi todo lo demás. Pero es que en “Nosferatu”, ni siquiera veo que compongas bellas imágenes del sopor del relato al que a veces nos sometes. Hay sopor en el relato y hay, lo siento, Robertiño, muy poca inventiva en las imágenes, tirando de referencias a las múltiples, mejores adaptaciones del texto de Bram Stoker con la que los cineastas nos llevan bombardeando desde hace más de un siglo de cine. 


A tu “Nosferatu” le pasa esto en grado extremo. El guion hace aguas porque no es, en realidad, un guion. Es una sucesión de estampas, sin apenas curvas de tensión, de momentos ya archiconocidos de Drácula. Curiosamente, Robertiño, te empeñas en elegir las escenas más aburridas, las de conversación, y descuidas otras extraordinariamente desarrolladas en otras cintas del mismo. Sé que es trampa compararte con el “Drácula” de Coppola, porque comparar con una obra maestra uno siempre sale a perder, pero en este aspecto concreto de por qué naufraga tu película no puedo sino pensar en la de Coppola. 

 

Empieza en lo más alto, con la inolvidable escena de la muerte de Elizabeta, el juramento a las fuerzas del diablo, el beber la sangre que mana de la cruz de Cristo profanada, los coros estallando en una ola de emoción, de sangrienta emoción, que inmediatamente se ralentiza en la escena con Renfield y en las posteriores de cómo se va preparando el viaje de Jonathan Harker al castillo transilvano. Es un tour-de-force de cómo modular, constantemente, el ritmo del relato, dónde parar y dónde acelerar.
 

Tu película, Robertiño, va siempre en la misma marcha. Mortecina, al ralentí, faltando (perdóname el chiste) mucha sangre


Pero es que luego las interpretaciones no me han podido dejar más frío. ¿Seis horas de maquillaje al pobre Bill Skarsgard para esto, para que no tenga el menor desarrollo como personaje en toda la cinta y que sea siempre una fuerza en off visual, con poquísimas escenas en las que brillar? Y el pecado capital: qué mal, pero qué remal está Lily-Rose Deep en el papel de Mina (aquí, Ellen); se pasa la película con el mismo rango dramático, siempre enfurruñada, siempre colérica, siempre extrema y desagradable. ¡Qué lejos de aquel recital de sutilezas, de lo erótico a lo angelical y hasta infantil, de lo casto a lo perverso, que dio la genial Winona Ryder en el “Drácula” de Coppola! Y la escena de sexo con su marido entremedias de una discusión está de premio, sí, pero de premio Razzie a lo más ridículo, sobreactuado e injustificado del año. Y bueno, del Van Helsing desnortado de Willem Dafoe, creo que mejor ni hablar. 


Me pega, Robertiño, que la buena recepción crítica que ha tenido tu filme se debe más a lo escasos que estábamos de vampiros terroríficos en la gran pantalla que a los (exiguos) méritos en sí del filme que, ya te anticipo, no va a resistir, nada bien, el paso del tiempo.  A mí, te debo ser sincero, no me ha dado ninguna gana de repetir. 


Y me he preocupado sabiendo que ahora te vas a poner con Dentro del laberinto. ¿Qué Robertiño me tocará? ¿El de La bruja o El hombre del norte? ¿O el de esta insípida, aburrida y más bien hueca “Nosferatu”? ¿O el loco engolado de “El Faro”? Habrá que ver, Robertiño. Habrá que ver. 

BROMURO CATÓDICO | Menudo coñazo, Robertiño

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