Galicia en sus faros: un patrimonio infinito

Galicia tiene actualmente cerca de medio centenar de faros que llevan guiando la navegación desde hace décadas, incluso siglos. Desde el de la Torre de Hércules, el más antiguo de España, hasta el de A Frouxeira, en Valdoviño, inaugurado en 1994, su existencia forma parte de la historia grande de Galicia. Queda ahora por desvelar por qué modelo de divulgación de esa cultura se opta.
Galicia en sus faros: un patrimonio infinito
Faro de Punta Candieira | Jorge Meis

Entre los tesoros que custodia y muestra el Museo de la Construcción Naval de Ferrol se encuentra la restauración de la óptica original del faro de Estaca de Bares, que durante más de un siglo, desde 1850 hasta 1962, guio la navegación por la línea de costa más septentrional de la península. Recuerda Ignacio Fernández, farero del antiguo Cuerpo Nacional de Señales Marítimas y autor de la web Faros de Ferrol, que fue el primero que se puso en funcionamiento en el marco del Plan de Faros de 1847.


La historia de la reconstrucción del faro es realmente curiosa, como relata Raúl Villa, secretario de la Fundación Exponav, que cuenta con un espacio dedicado a los ingenios de la ayuda a la navegación. “La Autoridad Portuaria de Ferrol-San Cibrao encontró trozos tapados por tierra en un almacén de Estaca de Bares –los cristales de su óptica fueron recuperados durante las obras del faro actual enterrados en la arena cercana al cabo–, embaló todo el material y lo trasladó a Valencia para intentar reconstruirlo. Estaba en un estado bastante malo, incluida toda la máquina de relojería”. No obstante, finalmente la restauración se hizo en Ferrol, y es la que ahora luce en el Museo de la Construcción Naval. 


El viejo ingenio de Bares es uno de los faros que ha encontrado una nueva vida, pero no el único de los casi cincuenta que salpican la costa gallega. Otros mantienen su vida de siempre –la misma que fue, y sigue siendo, materia literaria– pero con nuevas tecnologías. Y en algunos casos, como los que salpican O Camiño dos Faros en A Costa da Morte, se han convertido en reclamo turístico, una política que no entusiasma en exceso a los expertos consultados.

 

Faros con encanto...


“Es muy difícil elegir entre faros; todos tienen su encanto, su belleza y sus particularidades, además de estar todos enclavados en lugares espectaculares”. Ignacio Fernández, autor de Faros de Ferrol, lo tiene claro: se queda con todos, aunque barre para la casa/costa que mejor conoce. “El de Estaca de Bares, por su historia y “por ser el que divide, con sus haces de luz, las aguas del Atlántico y del Cantábrico, y por la belleza de su entorno”

 

El de Cabo Ortegal también lo destaca por constituir un “balcón impresionante sobre el océano y sobre Os Aguillóns y los acantilados de A Capelada”, y el faro de A Frouxeira, en este caso por un motivo más “sentimental”. “Se inauguró en 1994 y cuando se encendió por primera vez yo era un joven técnico de Señales Marítimas que había trabajado en su puesta en funcionamiento. Fue muy emocionante”, rememora.

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Faro de Cabo Ortegal | Jorge Meis

Ricardo Grobas, autor de “Faros de Galicia” (ed. Belagua), tiene otras propuestas: “El que más me gusta, por el lugar en el que está, es el de Cabo Vilán, con esa estructura y esa torre tan alta, encajado en la roca en un lugar sobrecogedor, sobre todo los días de temporal”, comenta antes de añadir el de más historia de todos, la Torre de Hércules, “remodelado un montón de veces y el más antiguo de España”, y el de Illa Lobeira, “aunque lo sobrevolé hace unos años y la verdad es que me quedé un poco decepcionado porque tenía un estado de conservación no muy bueno”.


También en las islas sitúa el historiador y autor de “Faros de Galicia” (ed. Galaxia), Lino Pazos, sus faros favoritos. “Me inclinaría por los tres siguientes precisamente por la dificultad que supone acercarse a ellos: El de Sálvora, por la historia que encierra y porque, aunque el actual no vivió la tragedia del “Santa Isabel”, sí ayudó en innumerables casos a que los que navegamos sepamos de la peligrosa presencia de los bajíos que se arremolinan frente a ella”. 

 

A este añade otros dos: el de Sisargas, “por lo impetuoso del mar, la difícil navegación hasta su recogido muelle y la magnificencia del enclave; es un faro para contener incluso la respiración... En su momento, acompañando a la asociación de radioaficionados Pórtico da Gloria, tuve el placer de pasar un par de noches en sus instalaciones auxiliares... Sin palabras”, rememora Pazos. Y de tercera opción, “el de Ons, por ser el primer faro al que accedí” y para el que tanto él como los miembros de otras entidades concienciadas con la conservación del patrimonio como Pineiróns, Irmandade da Illa de Tambo, Os Galos de Bueu, etc. están impulsando una campaña para que el faro, totalmente automatizado, se convierta “en un punto de referencia de la ría, y se adecúen sus instalaciones para contener una especie de Museo del Mar”.


Hay iniciativas de promoción interesantes para los aficionados al senderismo. O Camiño dos Faros de A Costa da Morte es una de ellos y en la jurisdicción de la Autoridad Portuaria de Ferrol-San Cibrao tienen también ejemplos, como el de Illa Pancha, en Ribadeo, pero el secretario de Exponav, Raúl Villa, echa de menos “un plan más ambicioso que afectase a todos los puertos y faros”

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Faro de Estaca de Bares | Jorge Meis

“Había un proyecto”, apunta Ignacio Fernández, “para desarrollar otra ruta señalizada como la que va de Malpica a Fisterra, desde Estaca de Bares a Illa Pancha, “pero aún sigue pendiente de su puesta en marcha por las diputaciones de A Coruña y Lugo, con el apoyo de la Xunta, con el objetivo final de hacer en el futuro una gran senda de los faros desde Ribadeo a Tui”.

 

... víctimas de la masificación?


Todo bien patrimonial es susceptible de convertirse en reclamo turístico, con los riesgos que eso acarrea cuando no hay una ordenación clara y una concienciación ciudadana más clara todavía. Por eso, en la lista de los faros “favoritos” todos los expertos inciden en este aspecto. Lino Pazos, por ejemplo, alude al ejemplo del faro de Ons. “Pertenece al Parque das Illas Atlánticas y la isla sufre un abarrote de visitantes solo comparable con Portonovo, al que creo sinceramente que habría que poner coto o, si no, dentro de unos años veremos como irresoluble el daño causado en su flora y su fauna”. 


Pazos considera que quien visite este y otros lugares “debe pensar que lo conveniente es que, cuando se vaya, sea como si no hubiese pasado”. En ese sentido, apunta que “un faro no es una construcción pensada para ser visitable, ni objeto turístico, y menos aún masivo (intrusivo), por lo que intentaría dejarlos fuera de la nueva tendencia de darle otros usos, y estoy pensando en los hosteleros, que en puntos muy concretos podrían ser una buena idea, pero generalizar lo considero un error”. 


Esta opinión la comparte Ricardo Grobas. “Es nuestro patrimonio y, aunque ahora se utilicen menos, los faros por sí mismos tienen un valor enorme. Creo que se deberían aprovechar no tanto para montar hoteles o negocios turísticos, sino para mostrar el patrimonio, que es de todos y deberían conocerlo nuestros hijos y nuestros nietos...”, explica.


Así, aunque ambos admiten que, en general, su estado de conservación es bueno –en los de Ferrol-San Cibrao incluso se han invertido cerca de 200.000 euros para hacerlos medioambientalmente sostenibles–, todavía no han alcanzado el estatus que se les otorga en otras latitudes no muy lejanas. “En Inglaterra y en Francia los cuidan como si fueran tesoros”, apunta Grobas.

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Faro de Punta Frouxeira, en Meirás | Jorge Meis

Y lo son, no solo desde el punto de vista material, como explica Raúl Villa. “Antiguamente, la figura del farero la hemos asociado a una persona solitaria, aislada, pero esa es una imagen sacada de las películas, porque la realidad no era así. En los faros había convivencia y en los de categoría superior incluso podía haber hasta cuatro fareros, con sus respectivas familias”.


De todo eso, a día de hoy apenas queda algo. Muy poco. La automatización y las nuevas tecnologías hacen prescindible la figura del farero, pues gran parte de ese trabajo puede desarrollarse en remoto. “Ahora son técnicos de ayuda a la navegación”, añade Villa, “y toda esa cultura tradicional está en vías de extinción”. Por ello es el momento, justo ahora, de no permitir que se la lleve el viento del olvido y prive a las generaciones futuras de conocer historias, las grandes y heroicas y también las más pequeñas y recientes, como aquella que ocurrió en 1993 cuando el Puerto de Ferrol asumió el control del faro de Cabo Prior, ya sin farero, y, al abrirlo se encontró una habitación llena de guitarras. ¿La contamos?

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