De aguas mansas líbreme rescatador, que de procelosas líbrome yo

De aguas mansas  líbreme rescatador, que de procelosas líbrome yo
Narcissus poeticus

Hay ciertas cosas que no se puede leer


“¿Por qué?”, se preguntarán ustedes. “Pues porque son muy perturbadoras y te quitan el sueño más de lo debido”, les respondo yo, “que después no hay quien se levante”. Y es que se entera una de cada cosa que le impele a mirar a su alrededor continuamente, a ver con quién se mezcla…


Les cuento. Últimamente se me da por leer libros y artículos sobre psicología y comportamientos humanos en general y, de verdad se lo digo…, ¡más me valía leer el “Hola” y vivir en la ignorancia!, porque descubres cosas que te ponen los pelos como arpías. Perdón, como escarpias. Y es que hay gente tan, pero tan rara que te produce un esguince en la mandíbula de tanto abrir la boca de la estupefacción que te produce. Talcualmente se lo digo.


Este interés por el comportamiento humano fue creciendo en mí de forma desmesurada a medida que iba viendo programas de televisión –cada vez menos, para ser sincera—, vídeos de Tik-tok y todas esas cosas que pululan por Internet –cada vez menos, para seguir siendo sincera—. ¡Y es que no me puedo explicar como la gente se admira a sí misma hasta el punto de perder el sentido del ridículo sin reparar en esfuerzos! Y me dije yo, ¿esto tendrá que ver con el narcisismo? Ya saben, Narciso, aquel zagal que se enamoró de su propia imagen reflejada en el agua. Pues a toda esta caterva le debe de pasar igual. ¡Tooodos enamorados de sí mismos! Eso sí, son tan generosos que no dudan en compartir lo que más quieren –o sea, su mismísima mismidad— con todos nosotros. Pues que sepan que, por mí, se podían ahorrar la molestia. En fin, seguimos..

 

 

No todos los narcisistas son iguales


Pues no, no todos son iguales. Como personas humanas individuales son todos distintos, claro –cada uno de su padre y de su madre—, pero, como especie psicológica, hay dos tipos subtipos: el evidente y el encubierto. ¿Adivinan cuál es el peor? Pues sí, efectivamente, el encubierto –las aguas mansas—, porque al otro –las aguas procelosas—, ya lo vemos venir y lo evitamos haciéndole un quiebro magistral.


Los narcisistas evidentes son extrovertidos, fantasiosos, presumiditos, exhibicionistas, osados y –a veces— hasta pueden ser divertidos; eso ya depende del salero de cada uno –del salero que tiene, no del que “cree” tener, que es muy distinto—. Ahora bien, una cosa es cierta: son muy cansinos, porque como no estés alabándolos y riéndoles las gracias continuamente pueden cabrearse hasta el punto de llegar al pataleo o, mismamente, hasta la agresividad. Resumiendo, que acaban siendo unos coñazos. Que pueden tener su momento de gloria –por aquello de la novedad, más que nada—, pero acaban aburriendo hasta a las moscas.


El narcisista encubierto merecería capítulo aparte, pero vamos a resumirlo aquí someramente, para hacernos una ligera idea. Vamos a ver, según he deducido de mis lecturas, el principal problema con el narcisista encubierto es que no se ve y, del peligro que no ves, no te puedes proteger. Porque, cuidadito, suelen ser muy nocivos para los que los rodean. Los encubiertos pueden parecer modestos, pero lo cierto es que ellos se creen superiores a los demás, lo cual les produce una “carraxe” interna cuando no se lo reconocen que no pueden con ella. No socializan demasiado para no tener que compararse con otros –no vaya a ser el demonio…—. No aceptan críticas. Se ponen muy malitos y pueden provocarles depresión y ansiedad. Lo malo es que suelen resolver sus cuitas pagándolas con los que le rodean. Eso sí que tiene telita marinera. Estos no te acuchillan de frente –como los narcisistas evidentes, llegado el caso—. Los encubiertos te envenenan con la mejor de sus sonrisas dibujada en el rostro. ¿Se les ocurre algún ejemplo de la vida real? Estoy segura de que sí.

 

 

Y voy y me encuentro esto…


“Psicópata narcisista integrado”. ¿A que da miedo solo leerlo? Pues más miedo les va a dar cuando se los describa, porque, están tan integrados, que seguro que conocen a más de uno infiltrado en su círculo vital. A ver, que un psicópata no tiene que ser necesariamente un delincuente tipo asesino en serie. En este caso, a simple vista, nos encontraremos con una persona encantadora, atractiva, carismática, persuasiva, seductora, más egocéntrica que el Rey Sol, segura de sí misma –en apariencia…—. ¿A que les recuerda a más de uno y una? El problema con estas aparentemente “perfectas” personas es que carecen de empatía. O sea, que los demás les importan un pito, y no dudan en pisotearlos, despedirlos, humillarlos, desahuciarlos o hacer lo que sea menester para su lucimiento y satisfacción personal. Eso sí, el marrón se lo cargan a otros para no parecer los malos de la película. Ellos seguirán siendo todo amor, paz y glamur a espuertas. El nivel afectivo de los narcisistas integrados es tan frío y superficial que bien podría resumirse en un bloque de hielo. Son crueles con los demás y sus relaciones afectivas suelen ser superficiales, inestables y tirando a promiscuas. Son hábiles manipuladores. Lo dicho, que te envenenan con la mejor de sus sonrisas dibujada en el rostro… ¡y encima pagas tú el veneno! Son unos cracks estos integrados, no me digan que no.


¿Y si el psicópata narcisista integrado es nuestro jefe? Pues entonces más vale que nos vayamos buscando otro curro o… ¿hacer que parezca un accidente? ¡Noooo, que es broma! Que los hay que toman lo que leen al pie de la letra y ya me veo en los tribunales. Pues sepan ustedes que al jefe psicópata narcisista no le gusta nada que le hagan sombra, porque le restan luminosidad y su brillo no deslumbra como el sol. Así pues, y aunque parezca paradójico, nuestro jefe narcisista irá a por nosotros, no porque hagamos las cosas mal –que así tiene motivos para divertirse abroncándonos—, sino porque las hagamos demasiado bien y le restemos lucimiento a él/ella. Nos va a ir intimidando, humillando y minando la autoestima hasta que nos deje hechos unas piltrafas. ¡Y nosotros tristes y cabizbajos sin saber qué hemos hecho mal! En fin…


Pero, atención, que también hay jefes narcisistas competentes. Pues miren, siendo así, podemos incluso perdonarles su exceso de chulería. Pero cuando son narcisistas y encima incompetentes… Es muy difícil de tragar; en verdad se lo digo por experiencias pasadas. Por si les interesa, yo decidí cambiar de trabajo antes de perder la autoestima… o hacer que pareciera un accidente...

 

 

Y me pregunto yo…


¿A las empresas les compensa tener este tipo de jefes? Pues yo creo que, a la larga, no. ¿Qué beneficio se puede obtener de ir quemando empleados para la mera satisfacción personal de un narcisista? Hay muchos líderes empresariales y políticos que son la imagen opuesta al narcisismo. No hace falta que les enumere ninguno porque en sus cabezas habrá más de uno bien conocido. Alguno incluso es tan discreto, que ni su nombre sabemos, pero ahí está, desarrollando su cometido con éxito sin necesidad de comerse a nadie. Según un estudio de una universidad de cuyo nombre no puedo acordarme, aunque quisiera, la efectividad en la gestión viene no de personas egocéntricas, sino de personas estables y agradables, incluso aburridas. Sus personalidades tranquilas les permiten afrontar con más sensatez los momentos difíciles, porque controlan su emocionalidad.


Para terminar, advertirles que no “copien y peguen” nada de este texto para sus tesis doctorales o el trabajo de clase de los niños, porque es un resumen totalmente amateur de mis lecturas sobre el tema. Pero me suscitaba tanta curiosidad que no he podido evitar informarme sobre él y compartirlo con ustedes sucintamente para ahorrarles tiempo.

 

De aguas mansas líbreme rescatador, que de procelosas líbrome yo

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