Caballero, caballero, salga de la playa, el megáfono atronando y un señor corriendo plácidamente por la orilla mira hacia arriba y ve a un helicóptero levantando olas de arena. Caballero caballero, no se puede correr, estamos en pandemia, ¿acaso no sabe que estamos en pandemia? ¿Qué hace ahí solo corriendo, no sabe que puede ser usted un vector del virus y contagiar a los peces, delfines y a algún pulpo? Salga ahora mismo de la playa y vuelva a su casa a encerrarse varios meses, que hace buen tiempo y el sol le puede agravar el covid.
Caballero, caballero, enséñeme el ticket de la compra. ¡Pero bueno! ¡Ha comprado en el Mercadona de Santa Virgen de la Encarnación y no en el de Calle Felipe Serrano! Multa de 600.000 euros. Además lleva cervezas, chocolate y preservativos, eso no son productos de primera necesidad, como el papel higiénico y latas de garbanzos para el refugio nuclear. Otra multa de 60.000 euros, que se están subiendo las sillas a las mesas y hay que tratarlos a todos como niños de 7 años, que es lo que son, si les dan la mano cogen el brazo y luego todos contagiados e intubados, esa lata de atún puede matar a todos los vecinos. Caballero, ese gel hidroalcohólico, no lleva suficiente, aún no se queda pegado a las paredes como Spiderman, póngase más, mucho más, y frote y refrote hasta que le queden las manos como un santo desollado. Ahí, señora, bien, lleva usted patatas, eso no transmite el virus, ni la leche tampoco, el chocolate se lo requisamos y esos helados, estamos en pandemia, no se puede tomar dulce, solo hacerlo en casa, y pan, mucho pan. Y nada de hacer el coito. Irresponsables.
Hemos detectado que no sale a aplaudir a las 8 y tampoco canta el ‘Resistiré’. ¿No se da cuenta de que vamos a salir mejores? Esto es una pandemia, señora, todos tenemos que colaborar, enciérrese en casa si da positivo a este test que también da positivo al zumo de naranja, enciérrese en una habitación en Navidad, no sea que la felicidad de las fiestas lleve al llanto de matar a todos los abuelos que en el mundo han sido y serán, apártelos en la mesa, abuelas a un lado y abuelos de espaldas y haciendo el pino. Vaya. Ese joven que lleva una bolsa con unas botellas… joven, eh, joven, qué hace ahí reunido con otros cuatro jóvenes al aire libre, multa de 6.000.000 euros… espere, ahora vuelvo y le cubro la papeleta, oiga, oiga, hay una chica haciendo surf, vamos a buscarla con trajes contra el ébola y la esposamos y le ponemos un trapo mojado en la cara que va a detener todos los virus gracias a sus mágicos poderes solidarios. Ni una cara al aire quiero ver, toquen los instrumentos de viento con un agujero en la mascarilla de poder que convertirá el sonido del oboe en un desinfectante infalible, canten en el coro con un papel en la boca que impedirá el contagio de forma milagrosa, el coro con el papel pero los cantantes de la ópera sin el papel en la cara, porque ser cantante te hace inmune, como los presentadores de techos altos o las modelos de pasarela que hacían poner el papelito a los súbditos de su belleza mientras ellas no lo llevaban por su poder mágico de “mascarilla para el proletariado”. Ojo no vaya usted, caballero, en el coche con su mujer, porque en casa el virus chino no contagia, pero con el movimiento del vehículo se acelera aunque lleve la mascarilla solidaria y esté vacunado. O sí, puede ir, pero en el otro lado en la parte de atrás mirando a Torrelodones.
Y mientras los de 50 salían a caminar a las 6, otros llevaban caminando desde marzo del 2020, surfeando a gusto, cerrando garitos y convirtiendo su cuenta corriente en la de Creso. Pero otro día hablaremos de (y de los) gobierno.