Hay que reconocer que España se ha convertido en un catálogo de cosas que pueden pasar. Es más, pasan. Si nos dicen que vamos a vivir la situación política actual allá por el año 80 del siglo pasado no nos lo creeríamos. De una transición exitosa en donde los españoles compartíamos la ilusión que la llegada de la democracia nos daba, hemos pasado a una democracia ‘singular’ si es que se puede llamar democracia. Veamos, la democracia es la participación de los ciudadanos a través de las urnas para decidir quién nos gobierna durante cuatro años y ya empezamos con las singularidades. Nadie votó en las últimas elecciones pensando que los candidatos que presentaban un programa y asumían unos compromisos faltarían a su palabra cinco minutos después del recuento de los votos. Siete votos de separatistas catalanes marcan la hoja de ruta de todos los españoles, Sánchez les ha reconocido ese poder que utilizan exclusivamente pensando en sus intereses secesionistas sin importarles, lo más mínimo, los intereses generales de los españoles. Aquí se hace lo que dice un prófugo de la justicia desde Bruselas y que nuestro presidente ejecuta sin rubor alguno. Otra singularidad consiste en que los que hasta hace nada ponían pistolas en la nuca de servidores públicos son ahora considerados hombres de estado, incluso algún asilvestrado llegó a tildar a Otegui, terrorista condenado, de “hombre de paz”. Por primera vez en casi cincuenta años de democracia, los pro etarras han sido recibidos en el Palacio de la Moncloa por deseo de Pedro Sánchez. Singular es también el hecho de que un gobierno lleve tres años sin aprobar unos presupuestos incluso sin presentarlos, incumpliendo de forma flagrante la Constitución. Pero lo que eleva la singularidad a nivel Champions Ligue es el hecho de que el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, haya llegado a afirmar en público que está dispuesto a gobernar “sin el legislativo”. Es como decir que se pasa la voluntad popular por el Arco de Triunfo porque el legislativo, es decir, el Congreso y el Senado, que son la representación elegida por el pueblo, no valen para nada y lo que era un presidente investido por la Cámara de los diputados tiene ideas de autócrata que se considera investido para tomar todas las decisiones el mismo, sin consultar nada ni a nadie. Si lo piensan, se parece mucho a una dictadura. Chávez y ahora Maduro han seguido ese camino y ya saben cómo han terminado ellos y, para su desgracia, el pueblo venezolano. Ahora Europa tiene que tomar decisiones porque su incapacidad para mediar en la guerra de Ucrania en todos estos años, ha dado al presidente Trump, el poder de poner fin a esa guerra maldita que sufrimos a las puertas de Europa. Nuestro presidente-autócrata ha decidido que las decisiones para participar en el rearme europeo no pasarán por el parlamento o, lo que es lo mismo, que será él y solo él, el que tome las decisiones que nos afectan y conciernen a todos. Añádanle a todo esto los casos de corrupción que rodean al presidente y a su gobierno y tendrán un cóctel que hace irrespirable el ambiente entre la ciudadanía. Los socialistas más afectos al sanchismo, todos con sueldo público, hablan del caso Ábalos como quien habla de alguien que pasaba por allí y no es así. Ábalos era el número dos de Sánchez en el gobierno y el secretario de organización del partido socialista. Todo esto, además de singular, es indignante. Los españoles debemos ser llamados a las urnas, es urgente, justo y necesario.