El ejemplo de Portugal

Mi admiración por Portugal llega al mundo de la política viendo el comportamiento de sus dirigentes, de sus partidos y cómo resuelven sus crisis políticas. La verdad es que desde la Revolución de los Claveles, Portugal siempre mantuvo una alta calidad de su democracia que tuvo una genuina expresión en noviembre de 2023 cuando el presidente Antonio Costa, ante unas sospechas de corrupción que después se demostraron falsas, dimitió y dijo: “La dignidad del cargo de primer ministro es incompatible con mi permanencia en el poder bajo investigación”.


Ahora, la sombra de corrupción acabó con el mandato de Luis Montenegro, el primer ministro de la derecha. La oposición le acusa de estar involucrado en un conflicto de intereses relacionados con negocios de su familia y señala que una empresa fundada por él podría haberse beneficiado de leyes aprobadas por su gobierno y recibir pagos de compañías con las que antes tuvo relación.


¿Cómo solucionaron esta crisis en Portugal? Tras fracasar dos mociones de censura, se abrió una comisión de investigación. Pero lo más relevante es que el mismo primer ministro presentó en la Asamblea la ‘cuestión de confianza’ con la intención de despejar todas las dudas de su trayectoria. Al no obtener el respaldo parlamentario dimitió y el presidente de la República convocó nuevas elecciones. Un proceso normal en una democracia normal.


“Toda comparación es odiosa”, decía Don Quijote. Pero a veces las comparaciones son oportunas por ser muy ilustrativas. En Portugal el primer ministro se presentó al veredicto del Parlamento a través de la “moción de confianza”, un ejemplo de búsqueda de la transparencia y de compromiso con la rendición de cuentas para recuperar la estabilidad política.


Comparen esta forma de resolver la crisis con lo que ocurre en España en donde la “presunta” corrupción abunda en el entorno del Gobierno –el caso Koldo, el Fiscal General y todas sus ramificaciones–, y en el entorno del presidente, con dos familiares imputados. Aquí ninguno de los implicados, presuntamente corruptos, asume responsabilidades y se ataca a los jueces sin respeto alguno por la división de poderes. Esta manera de manejar la crisis por parte del Gobierno y del presidente revelan falta de transparencia, el triunfo de la impunidad y la degradación de la democracia.


En una democracia normal las dimisiones se producen cuando hay corrupción presunta (Portugal) y las elecciones se convocan cuando se pierde la mayoría parlamentaria (Alemania). Hace pocos días, un periódico nacional, afín al Gobierno, decía en su editorial que “a una autoridad del Estado se le exige una ética institucional libre de sombras. Y aunque nadie deseaba nuevas elecciones (en Portugal) es mejor regresar a las urnas que mantener a un primer ministro bajo sospecha”. Así debería ser en España, tomen el ejemplo de Portugal.

El ejemplo de Portugal

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