El extraordinario espacio expositivo Black Box (Santa Lucía,3) acoge la muestra de Fernando Delgado ( Zamora, 1952), un artista abierto a todo tipo de experimentaciones y cuyo quehacer se caracteriza por la búsqueda constante y la enorme versatilidad expresiva. Así lo demuestra en esta exposición, donde lo figurativo convive con la abstracción, las investigaciones en el campo matérico con lo gestual y un cierto orden geométrico con las formas abiertas e irregulares. Consigue así una pintura llena de viveza, de potente expresividad, de lecturas polisémicas, pero sujeta a los cánones de los ritmos compositivos, de la perfecta entonación cromática, de la complementariedad y de las armonías y los contrastes. En fin, todos aquellos métodos que son claves en el oficio y en la obra bien hecha, para que tenga musicalidad visual ( valga la sinestesia), aunque a veces sea necesario alcanzarla por medio de quiebros y rupturas, como ocurre en el cuadro “Desconcierto”, que, formado por fragmentos de partituras y notas musicales, consigue, paradójicamente, un bello acorde compositivo de ritmos quebrados fundidos en un dorado cromatismo. Hay una serie de obras donde están presentes el simbolismo del tránsito y una cierta idea de soledad existencial; lo que ilustra con el paso de cebra convertido en un ilimitado rayado de líneas paralelas, sin principio ni final, como en” Solitude”; donde un caminante aparece casi como un punto perdido en el espacio; también este puede ser el lugar de la extrañeza, como en “Sol con paraguas”;o puede devenir metáfora visual, como en “Cebra”, ser camino para el “Galope de colores”; o convertirse en escalera para ascender a la luz... Con el famoso icono de la Menina velazqueña, explora una serie de variantes, ya enfrentando la luminosa figura a un sombrío fondo; ya jugando con una simetría antitética, al oponer una mitad de la figura en blanco y negro a un fondo de viajeras manchas polícromas, que, a su vez, iluminan la mitad que va sobre el plano oscuro. De gran sutileza son “Menina azul invierno” y, sobre todo, “Menina en grises”, cuyo delineado perfil de líneas blancas deja traslucir la retícula de delicados planos grises de la base, de modo que semeja una ensoñada aparición. Los valores plásticos alcanzan su punto álgido en el grupo de obras donde prima lo matérico y un variado tachismo y juega con relieves, rayados, carcomidos, incisiones, grafismos y caligrafías, collages y el contraste entre empastes poderosos y zonas granulosas informes con las lisas y ordenadas, como sucede en “Rombos”; su serie “Paisajes urbanos” sugiere plantas de edificios apiñados o bien masas móviles, como en “Paisaje urbano IV y V”; “Otoño I,II” juega con planos de doradas luces;” Laberinto azul” nos lleva por una polifonía cromática de arabescos;y “Naranjo” nos ofrece un poderoso árbol de la vida, en el que se condensan las originales fuerzas creativas de Fernando. Delgado, enamorado de la maestría del trazo.