En el centro de Ferrol, gran parte del barrio de la Magdalena está pacificado para poder desplazarse a pie de forma más cómoda, confortable y segura, con los coches imprescindibles, porque hay aparcamientos disuasorios a menos de 5 minutos andando: Canido, Plaza de España, Sánchez Aguilera, El Cantón o La Magdalena.
Pero el alcalde, que abandona sus responsabilidades para irse al Senado, vuelve a permitir los vehículos en las zonas peatonales, retrocediendo al siglo XX y creando así un problema de tráfico donde no lo había. Y entonces, para aliviar la congestión generada, dispone plazas de aparcamiento en la renovada calle de la Iglesia o devuelve la parada de taxis a una zona de estancia como la Plaza de Armas; y así es como se genera más tráfico aún y comienza a crecer esta bola de nieve.
Circularán y estacionarán más coches por donde no deben, y eso podrá dar sensación de mucho movimiento, pero solo será eso, un bullicio artificial enfermizo para las personas.
Por otro lado, conviene aclarar que este tipo de medidas, que caracterizan un nuevo paletismo urbanístico, no son cuestión de gustos y/u opiniones, pues el urbanismo es una ciencia que ha sancionado con la práctica muchas de sus teorías. Y así, podemos afirmar que las tiendas ubicadas en entornos peatonales tienden a registrar volúmenes de ventas más elevados que las demás. Algo que se puede corroborar en muchos casos, como por ejemplo en la cercana Pontevedra.
Aunque, como ya ha sentenciado algún filósofo local: “Ferrol no es Pontevedra”. Y así nos va.