Presidente, dé su brazo a torcer y vaya

De todos los errores que Pedro Sánchez ha cometido en este último año, comenzando por aquella retirada a ‘meditar sobre su continuidad’ en La Moncloa, me parece que el más grave aún quizá podría, no sé si ya protocolariamente está a tiempo, evitarlo: no acudir a las exequias del Papa Francisco es un dislate de tomo y lomo. Allí, en El Vaticano, sí estarán numerosos jefes de Gobierno y de Estado, incluido el ‘malote’ habitante de la Casa Blanca, y Sánchez, entre otras cuestiones de tipo incluso humanitario, perderá la oportunidad de encontrarse con ellos. Además, la inasistencia del jefe del Gobierno de la cuarta nación más importante de la Unión Europea a esta ‘cumbre del gran abrazo’ en El Vaticano, está suscitando muchos y peligrosos rumores, y eso es lo que un político con sus responsabilidades no puede fomentar: rumores indeseados. Por ejemplo, que sus relaciones con el jefe del Estado están rotas y no quiere viajar con él.

 

Ignoro el grado de deterioro de estas relaciones entre Felipe VI y Pedro Sánchez; sí sé que sería gravísimo que circulara en los cenáculos y mentideros que los puentes, constitucional y políticamente necesarios, entre ambos se han roto. No lo creo ni lo quiero creer, pero, en todo caso, que desde los aledaños de La Moncloa se nos diga que el protocolo impide que el jefe del Estado y el del Gobierno viajen juntos en una circunstancian tan especial como las honras fúnebres a un gran papa fallecido resulta increíble, por inveraz. De hecho, la mayoría de las monarquías europeas estarán representadas en El Vaticano este sábado por los respectivos reyes acompañados por sus jefes de Gobierno. ¿Cómo extrañarse, pues, de que se susciten las hipótesis más variadas en una calle que no entiende nada de lo que está pasando?

 

Y la verdad es que debo confesar que yo también ignoro lo qué está ocurriendo con el presidente un año después de aquella ‘retirada estratégica’ con el abandono de sus funciones durante cinco días -algo casi inédito en un primer ministro de cualquier país--. Pero debo decir que me sorprende la cantidad y calidad de los errores que Pedro Sánchez está cometiendo en apenas doce meses: apoyo más allá de lo razonable a un fiscal general ‘archicuestionado’; enviar a María Jesús Montero como candidata en Andalucía (ya el CIS andaluz la está dando por ampliamente derrotada frente a Moreno); creciente dependencia de Puigdemont; no remodelación de un Gobierno de coalición cada día más abrasado; no presentar los Presupuestos, lo que claramente va contra los dictados de la Constitución (art 134); okupación creciente de instituciones y medios de comunicación públicos; silencio hermético en el PSOE ante las salpicaduras del ‘caso Koldo’, ya ‘caso Abalos’...
Y ahora, como remate, ausentarse de actos públicos como, y no comparo la importancia de uno y otro, desde luego, la entrega del premio Cervantes a una figura como Alvaro Pombo o, mucho más trascendente, los funerales por el Sumo Pontífice.

 

Difícil elaborar una nómina tal de equivocaciones en tan poco tiempo y seguir penando que, a este ritmo, se podrá concluir la Legislatura. Sí, claro que ha habido aciertos, en algún caso rectificando: por ejemplo, la designación de Carlos Cuerpo, que es de lo mejor que ahora tiene el Ejecutivo, como ‘interlocutor’ con los Estados Unidos, desdeñando de alguna manera al titular de Exteriores, Albares, o a la vicepresidenta primera. O una política económica que halla el aplauso del Fondo Monetario Internacional.

 

Pero no sé si los pros equilibran en estos momentos a los contras. Ya digo que tengo la impresión de que es demasiado tarde para rectificar, pero Sánchez debería ir, debería haber ido, al gran homenaje póstumo del mundo a un gran hombre como Bergoglio. Por muchas razones tendría que estar allí este sábado.

Presidente, dé su brazo a torcer y vaya

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