A medida que la esperanza de vida aumenta, también lo hace la preocupación por el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento. Se estima que el número de personas afectadas por enfermedades como el Alzheimer se duplicará en las próximas décadas, lo que subraya la urgencia de encontrar estrategias efectivas para preservar la función cerebral.
En este contexto, una investigación llevada a cabo de la Universidad de Missouri ha arrojado luz sobre el papel crucial del ejercicio en el mantenimiento de la agudeza mental, incluso cuando una de las principales fuentes de energía del cerebro no está disponible.
Para comprender la relevancia de este estudio, es fundamental conocer el papel de las cetonas en la función cerebral. El cerebro utiliza principalmente la glucosa como fuente de energía. Sin embargo, en situaciones de escasez de glucosa, como durante el ayuno prolongado o el ejercicio intenso, el hígado produce cetonas.
Estas moléculas pueden cruzar la barrera hematoencefálica y servir como una fuente de energía alternativa para el cerebro, apoyando procesos cognitivos esenciales como la memoria y el aprendizaje. Por lo tanto, la capacidad del hígado para producir cetonas es fundamental para el correcto funcionamiento del cerebro, especialmente en condiciones metabólicas desafiantes.
Diversas investigaciones han sugerido una conexión entre la disfunción hepática grave y un mayor riesgo de desarrollar demencia. Cuando el hígado no puede producir suficientes cetonas, el cerebro puede verse privado de una fuente de energía alternativa vital, lo que podría conducir a un deterioro cognitivo y problemas de memoria. Conscientes de esta relación, los investigadores de la Universidad de Missouri centraron su estudio en analizar los efectos de la limitación de la producción de cetonas en el hígado y cómo el ejercicio podría influir en este escenario.
El hallazgo central de este estudio reveló un resultado inesperado y significativo: el ejercicio logró revertir parcialmente el deterioro cognitivo incluso en condiciones donde la producción de cetonas estaba limitada. A pesar de la disminución esperada en la función cerebral y la memoria debido a la menor disponibilidad de cetonas, la actividad física demostró tener un efecto protector.
Este descubrimiento fue sorprendente, ya que la hipótesis inicial planteaba que el ejercicio podría no ser capaz de superar el deterioro cognitivo causado por la deficiencia de cetonas. La implicación principal de este hallazgo es que el ejercicio parece desencadenar mecanismos poderosos en el cerebro que pueden compensar la falta de cetonas, ofreciendo así una vía alternativa para mantener la función cognitiva.
El resultado de esta observación sugiere que la actividad física regular podría ser particularmente beneficiosa para personas con afecciones hepáticas que dificultan la producción de cetonas, ofreciendo una posible estrategia no farmacológica para mitigar su mayor riesgo de deterioro cerebral. También abre perspectivas futuras prometedoras sobre el potencial del ejercicio para desbloquear nuevas intervenciones que permitan mantener la vitalidad mental.