Cada día, la unidad del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS) número ocho de la Guardia Civil se encarga de medir los gases nocivos que emanan del volcán de Cumbre Vieja, y que no han cesado tres semanas después de la última erupción, a mitad de diciembre, antes de que en Navidad se diera oficialmente por apagado.
La medición se realiza en varios puntos asignados por el comité director del Plan por Riesgo de Emergencias. Uno de estos puntos es el barrio pesquero de La Bombilla, en el término municipal de Los Llanos de Aridane, por lo que los agentes acuden equipados con equipos de protección individual que incluyen máscara de gas y bombona de aire, además de hasta tres dispositivos distintos de medición de gases.
Estos equipos de medición son capaces de detectar tanto gases tóxicos como explosivos, monitorizan la posición constantemente mediante GPS e incluso emiten una alarma si detectan una caída por parte del usuario.
Los más preocupantes son gases como el monóxido de carbono (CO) y el dióxido de carbono (CO2), gases incoloros e inodoros que se acumulan en las zonas bajas de las casas.
El motivo de la aparición de estas emanaciones aún no está definido aunque existen distintas hipótesis, según explica el brigada Esteban, de la unidad GRS8 de la Guardia Civil. “Los geólogos lo están estudiando y según nos cuentan puede estar influenciado por las mareas, que empujan los gases desde el subsuelo a la superficie, o por la existencia de tubos volcánicos que se interconectan y expulsan los gases por esta zona”, detalla.
Las mediciones se repiten por la mañana y por la tarde cada día. Todo ello, para tener siempre controlado al volcán.