en un momento en el que se denuncia las condiciones de trabajo de las religiosas, destaca la vida de cuatro monjas que a principios del siglo XX contribuyeron a una de las aventuras astronómicas más importantes de la historia y catalogaron para la Specola vaticana 236.000 estrellas.
La Specola vaticana, uno de los observatorios astronómicos más antiguos del mundo, fundado en 1578, las rinde homenaje con una fotografía colocada en su pequeño museo en la que por fin se incluye el nombre de estas mujeres que hasta hace solo dos años eran anónimas. La foto de estas monjas había aparecido en varios libros de historia de la astronomía, pero nadie se había parado a pensar qué hacían estas religiosas en labores científicas para una institución vaticana y en aquellos tiempos.
Hace dos años, el padre Sabino Maffeo, un sacerdote jesuita que trabaja en este Observatorio del Vaticano, encontró sus nombres mientras organizaba los documentos para los archivos y se empezó a investigar su historia. Emilia Ponzoni, Regina Colombo, Concetta Finardi y Luigia Panceri, las monjas de las estrellas, nacieron en Lombardía, Italia, a finales del siglo XIX. “Las llamaban cariñosamente las chicas-calculadoras por su capacidad y precisión a la hora de catalogar las estrellas. Se eligieron mujeres porque se consideraba que eran mucho más precisas y pacientes que cualquier hombre”, explica el jesuita Gabriele Gionti, cosmólogo de la Specola.
Las religiosas formaron parte del proyecto “Carte du Ciel”, cuando en 1887 los observatorios astronómicos de todo el mundo, entre ellos la Specola, acordaron distribuirse partes del cielo para observarlo y hacer por primera vez un mapa celeste. Servían personas pacientes que se encargaran de visualizar las placas fotográficas que tomaba el telescopio vaticano, trasladarlas a papel y catalogarlas. Las cuatro jóvenes fueron formadas como verdaderas astrónomas y durante once años catalogaron 236.000 estrellas. l