Por todos es sabido que en Ferrol muchas veces se menosprecia lo que se tiene. Y por supuesto, esto también sucede en el ámbito histórico, más concretamente en el patrimonial. Así nos lo ha confirmado el arqueólogo ferrolano Xaquín Ferrer, según el cual existen 90 yacimientos de diferentes épocas y “prácticamente ningún nativo de la ciudad naval conoce ni siquiera una pequeñísima minoría”, dice.
Es por esto, entre otras cosas, por lo que recientemente se ha intentado promover el uso de los restos históricos del municipio con actividades como la que se celebró ayer: una ruta consistente en un paseo en lancha desde Curuxeiras hasta el Castillo de San Felipe con visita a estas instalaciones incluída, dentro del programa Monumenta, de la mano de la Secretaría Xeral de Cultura y con la colaboración del Concello de Ferrol. Antes de zarpar, los asistentes –140 personas previamente inscritas– pudieron escuchar una pequeña introducción por parte de los especialistas que guiaron esta ruta, Rebeca Blanco y Xaquín Ferrer, investigadora de la USC y arqueólogo respectivamente.
ruta hacia el castillo
Tras subirse a la embarcación que los llevó al buque insignia ferrolano por excelencia observaron en el camino edificaciones que habitualmente solo se ven desde tierra, como por ejemplo el baluarte de San Juan, que formó parte de la muralla de la ciudad. Así mismo, fueron señalados los yacimientos de la línea de costa entre Fene y Mugardos –tanto los ya excavados como los que todavía se mantienen bajo tierra ya que la existencia de castros y demás tipos de restos “nos llevan a suponer que todo el litoral está lleno de zonas que en su momento estuvieron ocupadas por romanos y celtas”, según ha explicado Ferrer–. Algunos ejemplos son la villa romana de Noville o el yacimiento de Caldoval.
En resumen, la zona sur está explorada en su mayor parte, mientras que la zona norte, por la construcción de la base naval sobre el antiguo arsenal –aunque también fue ocupada durante los primeros siglos del primer milenio– se encuentra más alterada geográfica y geológicamente.
Una vez finalizadas estas explicaciones que seguramente hayan resultado sorprendentes y desconocidas para un gran porcentaje de los asistentes, la ruta continuó por tierra ya en el castillo de San Felipe, donde Rebeca Blanco hizo un repaso pormenorizado de la construcción e historia de esta fortificación que tuvo dos usos a lo largo de la historia: como base militar y como cárcel –primero militar y más tarde de presos políticos–.
Uno de los objetivos principales de esta ruta es que los participantes puedan observar el conjunto defensivo de la ciudad, compuesto por los castillos de San Felipe, La Palma y San Martiño, entre otros, además de las construcciones militares y las que datan de época romana, o incluso anterior, todo ello como elementos individuales que forman un todo. “La ría, históricamente ha funcionado de manera unitaria”, por lo que según manifiestó Xaquín, se debe observar de la misma manera, mediante la cohesión y colaboración de todos los ayuntamientos que la forman.
El arqueólogo considera que esta ruta es un gran paso adelante, sin embargo opina que el castillo de San Felipe “tiene un uso limitado como recurso turístico”. “Si no se utiliza más, no se conserva” sentenció. Y es que mediante el uso –siempre respetuoso y acorde con la zona– se hace el camino hacia la conservación.
A este respecto, también es importante aclarar que próximamente no están programadas otras excavaciones, ya que algunas de las zonas ya exploradas se encuentran “visibles pero no adaptadas a las visitas”, en palabras de Xaquín Ferrer. Por esto, se prefiere ir poco a poco ya que los yacimientos, mientras estén bajo tierra, seguirán conservándose en buen estado. Además se necesita un gran desembolso previo y pagos continuados posteriormente por el mantenimiento, lo cual no merece la pena mientras otras zonas ya excavadas continúen sin prepararse para el público.
Volviendo a la ría, destaca su magnífica situación, que ha favorecido a lo largo de la historia el levantamiento de diversos tipos de instalaciones relacionadas con el mar. Es el caso del yacimiento romano de Caldoval, en la zona de Mugardos. Estos vestigios de vida romana se excavaron en los momentos previos a la construcción de Reganosa, se documentaron, se almacenaron y se reconstruyeron piedra por piedra en un edificio especialmente hecho para más tarde albergar un museo –ya está listo, solo falta que tenga lugar su apertura al público–.
Este conjunto de restos se interpreta como unas termas, ya que poseía zonas de actividades deportivas, piscina y baños calientes, además de almacenes portuarios y zonas de actividades pesqueras. También se pudieron localizar y reconstruir útiles de material cerámico que datan de esta época. En relación a las termas de Caldoval, la comunidad arqueológica da por hecho que este tipo de construcciones y todas las que podían existir en las villas romanas –y anteriores–, se extienden por toda la línea de costa de la ría de Ferrol.
Por otro lado, los barrios del centro de la ciudad, sobre todo Ferrol Vello, según explica el arqueólogo, son susceptibles de contener restos romanos y castrenses bajo los cimientos de los edificios actuales, los cuales fueron levantados en una época en la que las labores de construcción eran muy laboriosas y, también por desconocimiento, “se prefería erigir una casa sobre un muro con siglos de antigüedad antes que tener que cavar un metro más”, añade.
En definitiva, las labores acometidas por el Concello de Ferrol junto con la Xunta de Galicia están siendo muy útiles para que ferrolanos y gente de los alrededores conozca mejor el patrimonio de la ciudad naval, tenga inquietudes por su conservación e impulso y, sobre todo, abandone la creencia de que en Ferrol no hay nada, ya que “al menos arqueológicamente, somos muy ricos”, en palabras de un ferrolano que con conocimiento de causa, asegura que nos queda mucho por conocer de todo lo que yace bajo nuestros pies.