El individuo construye el lenguaje, o es al revés? Somos uno de los pueblos que en nuestra habla diaria más abusamos de los adjetivos superlativos, que en general descalifican más que ensalzan. Entre nosotros, no es que haya muchos políticos corruptos, es que lo son todos, como separatistas son todos los catalanes y vagos todos los andaluces. Salvo que el objetivo sea no dejar títere con cabeza, deberíamos ser menos rotundos y desconfiar de quienes dicen frases como “todo el mundo es,” o “no hay nadie que”, pero la realidad es que muchos creen que esta manera de hablar es precisamente la prueba de un carácter firme.
Con este lenguaje áspero oscurecemos nuestra convivencia, convertimos los problemas en dramas, y volamos unos puentes que son necesarios para retirarnos con honor, y abandonar la llana tristeza de las trincheras cuando las circunstancias o el sentido común lo aconseja.