La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Burgos ha condenado a los tres ex futbolistas de la Arandina a 38 años de prisión por agredir sexualmente a una menor de 15 años. Se estima que existió acceso carnal en forma bucal organizado, a oscuras, en un piso, donde la víctima tenía anulada cualquier posibilidad de defensa. Las penas impuestas se corresponden con la aplicación de la doctrina de la cooperación necesaria, y por ello cada uno de los acusados es condenado como autor por los hechos realizados a 14 años, más otros 24 por el delito realizado por sus compañeros.
El tribunal aprecia la existencia de intimidación ambiental por el hecho de haber actuado los tres acusados sobre la víctima, en el piso de éstos, con la luz apagada y por sorpresa, sin que la menor pudiera reaccionar, debido a la diferencia de edad y complexión física de los acusados.
Después de publicarse la sentencia, ha resultado llamativo que estos chicos, violadores condenados, no sólo no son conscientes de ningún delito, sino que se consideran unas víctimas. Víctimas de una menor, que, según se ha difundido, era cuando menos díscola, “sueltita” o quizá una chica adelantada a sus años. Pensamiento este que sigue revelando que aún queda mucho camino por recorrer. Si un menor, varón, de 15 años es activo sexualmente, nadie lo recrimina. Es más, es posible que incluso se lo jalee porque ser un “machito”. Si se trata de una chica, es una putilla. Se olvidan que aun siendo lo que así denominan tiene derecho a elegir con quien practica sexo, ya sea gratis o cobrando.
Estos chicos no mantuvieron relaciones con una menor, la violaron entre todos. Uno detrás de otro y jaleándose entre ellos. No es la chica la que destroza la vida de estos chavales. Son ellos con su comportamiento los que deben asumir sus consecuencias.
Estos chavales no parecen ser conscientes de que cada persona, hombre o mujer, tiene la libertad de decidir lo que quiere, y si se trata de una menor y lo saben no pueden hacer uso de su “masculinidad” para saciar apetitos en contra de la voluntad. Nadie puede comportarse como un animal y echarle la culpa a otro.
Es totalmente incorrecto asumir que los hombres violan como resultado de sus necesidades hormonales. Porque un hombre no viola a una mujer en la calle así como así. Sabe que no es un comportamiento correcto, por eso lo hace en privado, en secreto, lejos de los ojos de los demás.
La violación, además, no es un acto sexual. La violación es una agresión, está relacionada con la voluntad de ganar. Trata de hacerse con el control de un objeto -la mujer se convierte en un objeto-, trata del poder. Solo en nuestro país, se calcula que una mujer es violada cada ocho horas. Una gran mayoría de violaciones son llevadas a cabo por sujetos con una personalidad dentro de lo “normal” y que tienen amigos, familia y trabajo. De hecho muchos de ellos son personas con pareja, con la cual generalmente mantienen relaciones de forma convencional.
Nadie con un mínimo de criterio puede justificar que una niña de 15 años por mucha vida disipada que lleve puede ser la mente maquiavélica que urde todo un entramado para encausar y que condenen a estos “pardillos”. Máxime cuando se han realizado pruebas periciales que acreditan la versión de la chica y la tecnología muestra las circunstancias en las que se desarrollaron los hechos. ¿En qué mente cabe que por el hecho de que una chica suba con unos chavales a una casa a tomarse unas copas y echarse unas risas estos se crean con el derecho de satisfacerse sexualmente, bajo el pretexto de que “lo estaba buscando” o bien “en el fondo quería”?.
Como nos dice el Magistrado Emilio Calatayud, “tenemos que estar pendientes de lo que hacen nuestros hijos. Nadie está libre de que acaben formando parte de una manada. Ni los jueces ni los policías… Y vosotros, chavales, agredir en manada a una niña, además de un delito muy grave, es un acto repugnante y propio de personas muy cobardes”.
Emma González es abogada