Si algo hay común a todos los países democráticos es que tienen al menos cuatro partidos que van desde la izquierda o el ecologismo hasta la derecha y el populismo, pasando por la socialdemocracia y el centro-derecha. Lo más habitual es que la derecha moderada y la socialdemocracia se alternen en el poder, a veces con mayorías absolutas y otras con apoyos. La democracia española se atuvo bastante a este modelo de centralidad con las alternancias entre PSOE y PP (antes UCD). Su particularidad no fue tanto en el plano ideológico como en el territorial, ya que en algunas partes de España, como Cataluña, Euskadi y en menor medida Galicia y Canarias, la izquierda y la derecha están casi duplicadas, según sean nacionalistas o españolistas. Así se explica que en el País Vasco el PNV ocupe la centralidad desde el ala derecha, mientras que en la izquierda pugnan la izquierda abertzale y el PSE.
La crisis del bipartidismo afloró Podemos y Ciudadanos, pero también mermó Izquierda Unida y UPyD, con lo que el vector resultante dejó a Podemos como tercera fuerza casi a la altura del PSOE, mientras que Ciudadanos no llegó a tocarle la cara al PP, lo cual explica que este partido siga gobernando. Ahora que por la derecha las cosas parecen más ordenadas se plantea el debate de fondo en la izquierda, lo cual permitirá saber si su referencia será el PSOE o Podemos. Y ese debate abre a su vez otro en Podemos, que debe aclarar si es un partido progresista pero transversal o es una fuerza genuinamente de izquierdas. En ese contexto se mueve la rivalidad entre Errejón e Iglesias. Y si el PSOE volviese a la frecuencia del éxito en el dial de la política debería suplir tanto ruido de fondo por inteligencia política, ya que lo se disputa es qué partido gestionará el espacio socialdemócrata y progresista. De ahí que Errejón apele tanto a “un Podemos más amable y con más capacidad de convencer hacia afuera”.
El debate en Podemos tiene cierta altura intelectual en el plano ideológico, con dos polos atractivos que son conscientes de su complementariedad. El problema del PSOE es que su debate –intelectualmente pobre– se reduce a personas que en el fondo se desprecian. Errejón e Iglesias están avanzando sobre el terreno de la izquierda, porque lo están ocupando con sus ideas, mientras que personajes como Susana Díaz o Javier Fernández están lejos de competir en esa liga. Llegados a este punto no llega con la tutela de Felipe González para cargarse de malas maneras a Pedro Sánchez: falta un nuevo Felipe González. Y un nuevo Alfonso Guerra.