La quinta edición del Premio Fundación BBVA: Fronteras del conocimiento, en su categoría de música contemporánea, le ha sido concedido a Pierre Boulez fundamentalmente por “ser no sólo un compositor de primer nivel que mira con determinación hacia el futuro, sino también una personalidad comprometida en todos los aspectos de la reflexión y la transmisión de la música”. El artista manifestó que “la ciencia y la música son al fin y al cabo dos formas del pensamiento y siempre he estado a favor de su unión”.
Pierre Boulez (Montbrison, 1925) perteneció a la llamada “Vanguardia Histórica”, que surgió en los años 50, constituida, junto a él como figura principal, por compositores como Stockhausen, Berio, Ligeti y Nono.
El premiado goza de una excepcional trayectoria que abarca tres aspectos estrechamente relacionados entre sí: en primer lugar es compositor, pensador y pedagogo; en segundo lugar es director de orquesta y por último, es generador de grandes proyectos de investigación y desarrollo musical.
Su obra teórica y crítica es, quizá, la más importante de su generación. Comparable a la de grandes clásicos del siglo XX como Schönberg u Olivier Messiaen, que influyeron en su pensamiento musical, o del siglo XIX en el que sólo Schuman, Berlioz y Wagner dejaron una obra escrita de tal importancia.
Sus obras y escritos representaron un cambio radical en la forma de entender la música y forman parte del repertorio contemporáneo: “Pensar la Música hoy” (1964) reúne las principales conferencias pronunciadas en los Cursos de Darmsatdt en los que el autor razona su concepción del lenguaje musical en aquel momento desde el serialismo integral, aportando una solución al callejón sin salida en que parecía encontrarse sumida la música europea.
En 1966 apareció un primer volumen antológico de sus artículos: “Declaraciones de aprendiz”, y en 1981 un segundo volumen titulado “Puntos de referencia”.
La prosa de sus obras se caracteriza por su rudeza cortante y acerada. Sus textos discurren desde una crítica nada contemporizadora con la música de su siglo hasta el especulación estética, pasando por análisis pormenorizados de obras concretas como “Consagración de la primavera” de Stravinsky.
De toda su obra debemos destacar su declaración de principios críticos titulada “Probabilidades críticas del compositor”. En ella se defiende la necesidad de que el compositor ejerza la crítica sobre sus colegas y sobre sí mismo, a modo de cuaderno de bitácora del proceso creativo: “una noción de crítica constructiva, complementaria de la actividad creadora, que aporte una contribución valiosa y positiva para el desarrollo de un lenguaje, de una poética condenada a convertirse, una vez agotada su utilidad, en simple documento; pero un documento de todo punto esencial para definir el rostro de la época”.
A esta crítica le da sentido una cualidad esencial: lo que él denomina “irrespeto”, no un irrespeto vagamente anarquista, sino la sistemática duda fecundante: “el irrespeto permite afirmarse por el más radical cuestionamiento que pueda concebirse: nacido de una duda, alcanza una certeza, un establecimiento jerárquico de valores que determinará una nueva situación en la creación venidera”.
Puede afirmarse que el Boulez que se manifiesta en las referidas obras no es tan sólo un verdadero escritor de raza, sino también un auténtico filósofo cuyas conclusiones transcienden de los intereses propios del compositor o del musicólogo.
La música se convirtió en objeto de estudio a finales del Siglo XVIII con la aparición romanticismo.
A partir de entonces “pensar la música” constituyó un ejercicio recurrente de los filósofos, pensadores y de los propios músicos.
El filosofo Eugenio Trías afirma que “la música es el arte de organizar los sonidos que provoca emociones en quien la escucha”, pero es una lanza a favor de la inteligencia, sosteniendo que la “música tiene valor de conocimiento” diferente al obtenido a través de la filosofía y la literatura.
Para Boulez la música es energía en arte, no se trata de violencia o volumen desenfrenado, es energía en régimen estético que se funde en la concentración del oyente. Es artesanía, entendida como creación furiosa, combinación matemática o coordinación arte-tecnología.
En palabras de Klee. “el arte no reproduce lo visible pero vuelve visible aquello que no siempre lo es”.