éficit es una palabra latina, procede de la tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo deficere (con perdón). Es un caso un poco excepcional, pues no son muy numerosos los vocablos terminados en la letra “t” que, teniendo esa procedencia, se mantengan tal cual en las lenguas romances; apenas una docena en castellano. Además de déficit, su contrario superávit y otras más o menos utilizadas como hábitat, íncipit, recésit, plácet, accésit, etc. Al margen de su procedencia, actualmente déficit es un término con un significado bastante específico, se refiere sobre todo a la falta de recursos en el ámbito comercial o público. Sin embargo, de manera coloquial también se puede utilizar para referirse a otro tipo de carencias, como por ejemplo las culturales.
Las autoridades europeas están al parecer muy preocupadas por los posibles déficits presupuestarios, entre ellos el español. Y la verdad es que es para estarlo, una mala administración y un gasto público disparatado puede llevarnos, una vez más, a la bancarrota. Otros tipos de déficit, como el cultural, preocupan menos, quizá porque sus efecto siendo igual de demoledores, no resultan tan evidentes, por lo menos a corto plazo.
Lo de “primero vivir y después filosofar”, como venía a decir Aristóteles, nos lo hemos tomado muy enserio; pero con algún que otro matiz. El famoso filósofo no desechaba con su frase la apertura al pensamiento trascendente o a la cultura, tan solo constataba la necesidad que tiene el ser humano de hacer frente a sus necesidades más perentorias. Pero entre estas necesidades hay que incluir la de alcanzar un importante grado de educación, sin la que es difícil superar la condición puramente animal.
En la tan injustamente denostada Edad Media, los que conocían muy bien la filosofía aristotélica, esto lo tenían muy claro. Juan de Salisbury en su obra “Polycratus” se hacía eco de una frase que el emperador Conrado III de Alemania le soltó al rey Luis VII de Francia. Al parecer le dijo por carta que “un rey ignorante es como un asno coronado”. No sé qué cara se le quedaría al destinatario después de leerlo, pero la frase tuvo tal éxito que se viene repitiendo incansablemente hasta nuestros días.
El déficit cultural es particularmente grave en los que tienen responsabilidades de gobierno, el citado Juan de Salisbury decía que si se quería dotar de un buen gobierno a un Estado, el responsable no debería ceder a las intrigas de los cortesanos ni a su propia fantasía, las cuales no le llevarían más que a la tiranía; sino que debía seguir el consejo de los hombres sabios. Yo añadiría que, por el contrario, las malas compañías se pagan caro y más en la política.