A firma Joyce, en el “Ulises”: “Después de Dios, quien más ha creado es Shakespeare”. Llevado este tino literario a la realidad política y empresarial -él me perdonará-, no cabe sino afirmar que nadie ha destruido tanto en tan escaso plazo de tiempo. Cabría decir que después de las ratas nadie ha hecho tanto por la peste, a riesgo de meter a Camus en la triste danza. Esto que digo puede parecer duro, pero es una ternura comparado con los nefastos resultados de estos años de común responsabilidad en la tarea de crear un espacio de convivencia democrática.
Dirán, otro facha preocupado por el destino de España, cabal reacción del pensamiento de acoso y derribo que se viene practicando con no pocos medios y recursos. Pero no, no es el destino de España quien me preocupa, sino el de sus buenas gentes. Me refiero a esos que cada mañana se levantan y trabajan para construir y sanar, no para destruir y emponzoñar, porque son ellos los que se empobrecen en lo económico y social, perdiendo derechos y dignidades que ganadas o no son tan del hombre que al hombre asisten sin necesidad de luchas o exigencias. A todos estos hombres, cada día de promesas políticas y usuras económicas les cuesta sangre, sudor y lágrimas.
Estamos en manos de un puñado de miserables y no nos queda sino estar a su altura; esa es la triste representación, porque en esta tragedia, qué triste, se asienta el pasado, se afronta el presente y se diseña el futuro.