El cuarto poder

n nuestras sociedades occidentales existe la idea de que los medios de comunicación son una especie de “cuarto poder”. Pero últimamente existen dudas más que razonables de que eso sea así.

Es cierto que los medios de comunicación son una herramienta importante para el buen funcionamiento de la democracia. Lo que ocurre es que cuando la “diversidad” de esos medios está en manos de grupos económicos poderosos, entonces es obvio que son cualquier otra cosa menos ese cuarto poder del que tanto habla la gente.

El problema de hoy es que las grandes empresas mediáticas están controladas por esos grupos, por lo tanto, solo responden a sus propios intereses y a una visión política y cultural de ver el mundo. Lo que significa que la información, las opiniones o la geopolítica deben encajar en un formato en que solo hay cabida para un pensamiento único.

Eso significa que si un periodista utiliza un análisis objetivo en cuestiones geopolíticas, contraviniendo el pensamiento dominante, le acarreará complicaciones a la hora de ejercer su profesión tanto en un medio nacional como internacional.

La realidad es que el 70% de la comunicación global está controlada por unos cuantos oligopolios de la información, que son dueños de miles de cadenas de radio, televisión, periódicos y revistas. Ellos son los que deciden que televisión debemos ver, que noticias escuchar, incluso que libros leer, controlando de esa manera las noticias y también la cultura.

Por lo tanto, llegados a este punto alguien se preguntará ¿entonces en qué se quedó el código deontológico del periodismo? Para muchos del oficio en nada. Empezando porque esta hermosa profesión es una de las más devaluadas en estos tiempos, por decirlo suavemente.

En el ámbito internacional hay tal sesgo en la información que nos brindan los reporteros de turno, de cualquier medio, que entre lo que silencian y lo que distorsionan se convierten en simples propagandistas. Lo más triste es que la mayoría de las personas que consumen esa información ni siquiera son conscientes de ello.

Es cierto que si el reportero que está a cargo de una corresponsalía trata de ser lo más honesto y objetivo posible, presentando la otra cara de la noticia, se arriesga a perder su trabajo. Además, nunca le dirían que lo despiden por ser honesto, sino que le inventarían cualquier otra excusa que encajara dentro de lo políticamente correcto.

Es obvio que la manipulación es uno de los grandes demonios de nuestro tiempo. Sin ir más lejos, la vemos a diario en los debates de la televisión nacional, pues no hace falta ser un lince para darse cuenta de que esas tertulias son una especie de guión a seguir. Los tertulianos debaten por equipos, normalmente hay dos “enfrentados”, a veces incluso hay un tercero en solitario que aparenta ir por libre. Casualidad o no, unos defienden posiciones de izquierdas y otros de derechas.

Lo curioso es que al final de cada debate el televidente o escuchante, según el caso, se queda más confundido que antes. Por la sencilla razón de que ese tipo de tertulias no aportan nada, más allá de la confusión, ni siquiera le ayudan a formar una idea real, veraz y objetiva de lo que ocurre.

Por lo tanto, la lógica nos dice que esos “pseudodebates” esconden una estrategia que tiene por objeto la distracción y la manipulación de la psique colectiva. Porque es obvio que si hay manipulación las decisiones políticas de la gente nunca serán libres, pues estarán lastradas y condicionadas por la confusión y la desinformación.



Pero volviendo al punto de partida de este artículo. Ese cuarto poder del que tanto se habla no deja de ser un mito, por la sencilla razón de que los oligopolios de las comunicaciones son parte de “un todo”, que no es otro que el poder financiero dominante, por lo tanto, no existe. O quizá nunca existió.

Allá los que quieran autoengañarse. Porque los dueños de la “impresora” ya sabemos quiénes son. Lo otro responde más a un deseo. Un deseo que de tanto repetirlo fue convertido en una especie de forraje para consumo y control social. Nada nuevo. Los romanos ya lo ejercían hace 2.000 años, utilizando sus circos y sus gladiadores.


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