Aunque no sea con el afán de hacer las noches perpetuas, como decía el bolero, lo cierto es que los relojes del centro de la ciudad hace tiempo que han optado por no marcar las horas. La costumbre de los ferrolanos de pasar por la plaza de Armas y levantar la vista para saber qué hora es sigue calando en muchos, pero ya no pueden fiarse de que las agujas del reloj del Palacio Municipal los sitúe en la hora correcta. Mucho menos si todavía a alguno se le ocurre echar un vistazo hacia el antiguo edificio de Simeón, uno de los más característicos del centro y con un reloj que corona la obra de Gerardo Calviño.
Ambos relojes, de los años cincuenta y sesenta fueron durante décadas referentes para situar temporalmente a los viandantes. Ahora, ninguno de ellos está en funcionamiento.
Puede coincidir que el reloj del Concello dé la hora en algún momento, si coincide con que alguien se ha dejado pasar por la torre del reloj y animado a darle cuerda. Girar la manivela el tiempo suficiente pone en marcha un mecanismo que debía ser atendido semanalmente, engrasado y cuidado, además de mantener la cuerda en activo cada dos días, algo que ya no se hace.
El mal estado de las instalaciones del Palacio Municipal, con unas cubiertas que dejan pasar no solo el agua sino incluso algunas aves que se cuelan por la torre no hace factible que se siga con el cuidado interior cuando falla el envoltorio en el que se sostiene. La falta de conservación ha dejado, además, a una de las caras de la pantalla exterior sin agujas, que reposan apoyadas en el interior de la torre.
El primer reloj público de la ciudad, el de la Puerta del Dique, del siglo XVIII, todavía marca puntualmente las horas
Por eso, aunque la idea es conservar en alguna instalación esa maquinaria de los años cincuenta, cuando se construyó el Ayuntamiento, el ejecutivo local pretende modernizar la instalación y automatizarla, evitando que sea preciso un contrato de mantenimiento tan minucioso como el que, hasta que se jubiló el relojero municipal, se contrataba por unos 8.000 euros anuales y un compromiso de dar cuerda al reloj, ponerlo a punto y mantener el engranaje dos veces por semana y cada cuatro someterlo a una limpieza.
Así lo explicó el concejal de Centro de Recursos Informáticos e Organización Interna, entre otras áreas, Julián Reina. El edil valora la maquinaria bilbaína de los años sesenta, pero considera que es el momento de optar por la mecanización del reloj, con un menor mantenimiento. Esta actuación deberá, sin embargo, esperar a la reparación de las cubiertas del Palacio Municipal, una actuación que, junto a los cambios previstos en la fachada del Concello, cuentan ya con una partida resultado de la operación de préstamo solicitada y se incluye en el capítulo de inversiones del presupuesto de este año, con una cuantía de 211.567,37 euros.
Tampoco se puede esperar ya pasear por las cercanías de la plaza de España y comprobar la hora correcta en el reloj de Abanca. Continúan sonando las horas y las medias, pero el reloj ya no cumple su función, por lo que en una visita a A Magdalena lo mejor es acercarse hasta la plaza de Galicia, contemplar la arquitectura de la zona y echar un vistazo a la puerta del Dique para saber qué hora es. En esa puerta del siglo XVIII funciona todavía el primer reloj público de la ciudad.