El CRA de Narón se enfrenta al cierre de la escuela de Sedes por falta de nuevos escolares

Desde la directiva se han organizado jornadas de puertas abiertas también en las instalaciones de O Val y Domirón
El CRA de Narón se enfrenta al cierre de la escuela de Sedes por falta de nuevos escolares
La directora del CRA, Lucía López, junto a la jefa de estudios, Berta López I DANIEL ALEXANDRE

En cuestión de educación, la calidad nunca debería verse afectada. En ciertos casos, y a pesar de que exista un equipo directivo dispuesto a todo, unas familias más que implicadas y unos alumnos “que echan de menos el centro cuando se tienen que marchar”, la situación no permite que las escuelas más pequeñas sigan funcionando. 


El Colegio Rural Agrupado (CRA) de Narón, que engloba a las escuelas de O Val, Domirón y Sedes, se encuentra en una situación en la que toca “pedir ayuda”, puesto que las pocas matrículas que se han efectuado hacen que la última de estas tres esté en peligro de desaparición, lo que afectaría directamente al funcionamiento de sus homólogas.  

 

Funcionamiento

Esta, que es “una escuela de cerca”, presenta un proyecto didáctico unificado en los tres colegios que lo conforman. 


Dentro de todos sus signos distintivos, hay cinco que destacan por todo lo alto, puesto que los docentes basan su trabajo en “metodologías activas y manipulativas; la convivencia y participación activa de las familias, el contacto y la experimentación con el entorno en el marco de una escuela abierta al exterior; acompañamiento a los ritmos de desarrollo individual y la promoción de la cultura propia”, explican Lucía López y Berta López, directora y jefa de estudios respectivamente.


En este sentido, “un CRA nace de la agrupación de varias escuelas rurales en único centro para poder dotarla de todos los servicios, a nivel profesorado, que puedan necesitar”, explica Berta López. Así, desde especialistas en música o educación física rotan entre las tres escuelas.


Asimismo, y contra una “creencia popular” aseguran que en sus centros tiene cabida todo aquel que se sienta cómodo en su modelo educativo. Es decir, “todos los niños y niñas que están en O Val no son necesariamente de esta parroquia”, explica la directora, que asevera que “el CRA es de Narón, pero para gente de cualquier municipio”.

 

CRA O Val
Instalaciones del centro de O Val I JORGE MEIS


A pesar de que son tres entidades diferenciadas, desde la dirección se pone en valor el trabajo común que se realiza en los centros. “Una cosa que nos caracteriza es la elección de un proyecto anual. Se trabaja en esa temática durante todo el curso y cada colegio lo adapta a su alumnado”. Berta López, maestra en Sedes, asume que con su número de alumnos “no se puede hacer lo mismo que en otros, de ahí la capacidad de adaptación”.


Con esto no solo se fomenta el “sentimiento de CRA” –que los alumnos no se sientan de uno u otro colegio–, sino que también ponen en valor el contacto entre los diferentes cursos y centros.

 

Puertas abiertas


Con un total de 146 alumnos, que a simple vista pueden parecer muchos, se enfrentan a una problemática peculiar, y es que en Sedes el colegio cuenta con cinco matriculados, siendo solamente dos de este lugar.


“Llevamos unos años sufriendo bajadas de ratios, ya que el descenso de la natalidad ha supuesto un debilitamiento en la solicitud de plazas”, exponen. “Algunas de nuestras escuelas son las grandes desconocidas de la comarca, a pesar de que llevamos años anunciándonos. Quizá Domirón, por estar en una zona más urbana, es la menos afectada. Pero Sedes está en peligro de cierre”.

 

CRA Domiron
El centro de Domirón es el más transitado por estar en una zona mas urbana I JORGE MEIS


Y es que con tan pocos estudiantes, este centro depende, en estos momentos, del proceso de matrícula. “Este año, además, ya contamos con el servicio de madrugadores, lo que favorece a la conciliación”, un tema en pleno auge y más que necesario en las casas. 


Después de ponerse a trabajar en redes sociales, entre otras, desde la directiva se ha optado por el cara a cara, donde todos aquellos interesados puedan conocer de primera mano cómo se trabaja en estos centros. Así, los primeros en abrir sus puertas serán los más afectados. El día 17 de este mes, a las 16.30 horas, la escuela de Sedes será accesible para todos aquellos que quieran conocerla de primera mano.


Al día siguiente lo harán sus homólogas, Domirón a las 16.00 y la de O Val a las 17.30 horas. 


Durante estas sesiones, además de conocer las instalaciones, que cuentan con sus propias zonas verdes en las que colaboran profesorado y familias, se dejarán entrever el sinfín de propuestas que llevan a cabo con los más pequeños y que, en este momento, “se encuentran en riesgo de desaparición”.

 

Atención individualizada


Las ratios en su caso son más pequeñas, lo que “favorece el conocer a cada niño y cada familia. Nos vemos en las entradas y salidas, participan en las actividades... Forman parte de la vida del centro”, exponen desde la dirección.


Desde el mantenimiento del huerto que tiene cada escuela hasta jornadas en las que los padres y madres hablan de su trabajo. El CRA tiene cabida para todos. “Nos conocemos y si un estudiante llega mal, normalmente sabemos el motivo”, bien sea porque tienen una relación más estrecha con los alumnos, bien porque las familias lo comunican.


Sea cual sea la situación, el hecho de que las clases sean más reducidas permite que los profesores y profesoras puedan emplear su tiempo de manera más específica. Y es que en ningún momento se pretende competir con otros centros, simplemente la casuística que se da en estos “en el que un docente está con diez alumnos, por ejemplo, en vez de 20”, permite una focalización mayor


Esto, además, “permite seguir sus ritmos” –cuestión relevante para esta institución– “y establecer rutinas que en otros contextos es muy difícil, incluso imposible”, comenta el equipo.


Y por parte de los alumnos hay una respuesta positiva. Ambas compaginan las funciones directivas con la docencia y aseguran que en sus clases se genera un “ambiente de confianza” en la que los niños y niñas “pueden ser conscientes de que tener un mal día no supone nada. Las dinámicas son diferentes, y la familiaridad provoca que todos los compañeros puedan comprender un momento así, o que alguno necesita más tiempo”.


Esta cuestión se deja ver también, según las profesionales, en los periodos de actuación –que son más cortos en instalaciones más pequeñas– porque este “ambiente de seguridad” permite generar mayor confianza. “A las dos semanas, al mes, has generado un amparo que es determinante en el desarrollo personal o en la confianza con la que llegan a otros ciclos educativos”.


Ambas han desarrollado parte de su carrera en otros lugares, teniendo que ponerse al frente de clases con un volumen de alumnos mucho mayor. En este punto coinciden en que la realidad de un aula tan llena se traduce en “no poder dedicar todo el tiempo que se quiere o necesita” a cada uno de los estudiantes, por mucho que los profesores quieran. “Si hablamos un minuto con cada niño en una clase con 25 estudiantes, cuando el último acaba de hablar, el primero hace tiempo que no está atendiendo”, aseguran las docentes.


Escapando un poco de “una rutina dependiente del reloj”, en el CRA optan por el medio natural que tienen a su alcance, también por funcionar como un grupo en el que “los niños tengan referentes de su generación”, quizá dos cursos por encima. Ahora, sin embargo, necesitan ayuda para seguir construyendo futuro. 

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