La vida da muchas vueltas y si no que se lo pregunten a la artesana extremeña Rosa Higuero. Antes de aventurarse a vivir vendiendo sus propias joyas, Higuero trabajaba en Madrid para una empresa de microchips. El atrevido color de estas pequeñas piezas le llamaba tanto la atención que un día decidió transformar los chips en broches y empezar a venderlos en la plaza de Santa Ana. “Tuvieron tanto éxito que quise cambiar de sector. Cotinué haciendo grabados y más tarde me formé en joyería en la Escuela Massana de Barcelona”, recuerda.
El apasionante y complicado mundo de la artesanía hizo que recorriera toda la geografía española y que, en algunos de estos lugares, forjase grandes amistades. “En el verano del 86 vine de vacaciones a Galicia a visitar a unos amigos, que también eran artesanos, y me enamoré de la playa de Doniños. Un fin de semana después, metí en el coche todo lo que pude y me vine a vivir a esta tierra tan verde”, explica Rosa.
Y así, casi por casualidad, y con Galicia como musa nacieron las joyas artesanales de plata y esmaltes al fuego de Rosa Higuero. Pensadas para el día a día, las joyas que fabrica Rosa se inspiran, como ella misma reconoce, “en el mar y en la naturaleza” que la rodean. Su taller se ubica en Cabanas, una preciosa aldea marinera cercana a A Coruña.
Las joyas de Rosa Higuero se caracterizan por tener mucho color. “Los tonos vibrantes y fuertes, me hacen sentir feliz y viva. Cuando mezclo amarillo, que para mi representa la luz, con el añil, pienso en playas y cielos de verano. Por eso, los esmaltes están tan presentes en mis creaciones. Para poder transmitirte toda esa positividad”, indica la artesana.
Una filosofía que, sin lugar a dudas, traslada a cada una de sus clientas, que parecen enamoradas de sú última colección: “Un ratito de playa”. “En cada artículo trato de que ellas también sientan una ola rompiendo, las puestas de sol o las nubes, tan típicas de Galicia”, asegura la artesana.
Pero del catálogo que ofrece Rosa, también levantan pasiones las joyas que emulan estrellas, flores, mariposas o los anillos que, como cuenta con orgullo, “en ocasines, han pasado de abuelas, a madres y a hijas”.