El coche oficial de la corporación ferrolana está cerca de cumplir 18 años. Es un Peugeot 605, matrícula DFS, que se adquirió por 41.000 euros en enero de 2005, en el mandato del popular Juan Juncal, después de que el anterior sufriese una avería. En la actualidad, a pesar de los años y los kilómetros que lleva a cuestas, funciona. El alcalde, Ángel Mato, no rechaza su uso para los desplazamientos pero aun así su empleo es prácticamente testimonial y la mayor parte del tiempo duerme en su plaza del aparcamiento del Cantón.
En los últimos dos meses se ha utilizado cuatro veces: para ir al Puerto, al puerto exterior, a Doniños y a Recimil. La razón principal, según explican desde el Concello, es que para actos próximos se hacen los desplazamientos a pie y, en otras ocasiones, se utilizan los vehículos privados. Que supere con creces la media de edad del parque móvil en España (que está en 14 años) tiene importancia pero no es la causa de su abandono.
La renovación de la flota no está en los planes municipales. No se cambiará si no se rompe. La compra de coches oficiales se utiliza con frecuencia como arma para acusar de derroche a los gobiernos porque son fáciles de asociar, también visualmente, a gastos superfluos y lujosos y a un distanciamiento de la vida cotidiana de los ciudadanos. Han sido protagonistas de infaustas campañas electorales. Así que esa puerta no se va a abrir, ni esgrimiendo la edad del vehículo ni tampoco amparándose en una mejora en las emisiones de gases al actualizar la tecnología u optar por energía eléctrica. El coche oficial se queda en el garaje.