La razón de ser de la Cocina Económica es que aquel que lo necesite disfrute de un plato que llevarse a la boca. Funciona desde 1981 y vive días dulces, porque que decaiga la demanda es buena noticia, y más ante una situación que no se daba desde 2017, como asegura Antonio Tostado, su presidente. Sostiene que desde entonces el número de usuarios no ha hecho más que crecer, rondando los 120 al día –en la pandemia se llegó a atender a doscientos–.
Sin embargo, en los últimos dos meses, tras un repunte a comienzos de año, el número de comensales se ha visto reducido hasta los 110 diarios. “Se trata de una cifra que se ha estabilizado, si bien mañana puede cambiar de forma repentina”, aseveró.
Esos números no son síntoma de nada. “Me preocupa casi más que habiendo gente que necesitaría recurrir a la Cocina Económica no lo haga, por temores varios, vergüenza, etc.”, lamenta.
En los últimos tiempos también constata que la demanda es cada vez mayor entre la población inmigrante. Hace unos años, recuerda Tostado, la mayoría de los usuarios procedían de Galicia. Un 40% eran locales, otro 40% de diferentes puntos de Galicia o la Península y solo un 20% se correspondía con población extranjera. Ahora ha cambiado y el mayor porcentaje viene del extranjero. Aunque el usuario predominante sigue siendo el de un varón solo, cada vez es más habitual ver a familias con niños en la cola. “Muchas son familias que acaban de llegar y están tramitando su residencia en la ciudad, algo que puede llevar unos cuatro meses, tiempo en el que se le presta apoyo desde la Cocina Económica”, explica Tostado.
Recuerda además la labor social de la entidad con personas que no solo se llevan un plato de comida saludable a la boca, también para socializar, para compartir un momento con otras personas, para vestirse, arreglarse y salir de sus casas, siendo a veces el único momento del día en el que tienen contacto con el exterior y otras personas. Por eso la Cocina Económica es mucho más que un lugar en que te sirven un plato caliente.