El escritor y académico Enrique Montiel es natural de San Fernando, Cádiz, donde continúan los actos conmemorativos con motivo del centenario del nacimiento de Luis Berenguer. El homenajeado era un prestigioso autor de origen ferrolano con el que el gaditano mantuvo una estrecha relación de amistad. A día de hoy, la ciudad en que nació el ilustrado todavía no propone ningún gesto para honrarlo.
Cuando Luis Berenguer vino al mundo, llegó al número 11 de la calle Espartero. Su padre era médico militar, por lo que lo habían destinado en Ferrol cuando la madre estaba embarazada. “Él decía que había nacido en Ferrol por orden ministerial”, bromea Enrique Montiel. El renombrado se crió en la ciudad hasta que al progenitor le marcaron la próxima parada, Cartagena.
“A él le gustaba mucho ser ferrolano, ese ingenio y esas maneras que había aprendido aquí”, expone el allegado. Siguiendo la tradición familiar de la Marina, Berenguer se mudó a Marín, en Pontevedra, para estudiar en la Escuela Naval. “Conocía a los gallegos a conciencia”, indica Montiel, que recuerda que para sus obras literarias, creaba personajes naturales de esta tierra, que hablaban y pensaban en el idioma propio de Galicia.
La infancia de Berenguer estuvo dividida por varias localizaciones, lo que no significa que alguna tuviera menos peso en su vida. “Era un poco gallego, un poco cartagenero y un poco andaluz”, describe Enrique Montiel. De hecho, el académico declara que sus libros registran los tres tipos. Uno de los más populares es el protagonista bético de “El mundo de Juan Lobón”. Este personaje está inspirado en la realidad de una persona que fue cazador furtivo. “Su teoría era que las reses no son de nadie, el problema es que pasan por un campo que tiene un coto”, explica Enrique Montiel.
“El mundo de Juan Lobón” es su primera obra y fue adaptada para una serie de TVE en 1989. Con este libro obtuvo el Premio Nacional de la Crítica, un momento clave también para la vida de Enrique Montiel. El académico ya sentía entonces una gran atracción por la escritura y fue esta pasión la que lo condujo hasta la puerta de Berenguer.
Montiel acudió con un amigo a casa del ferrolano, poco tiempo después de publicar esa “ópera prima”, con la intención de que les dedicase el ejemplar. Este fue el primer contacto de lo que más tarde se convertiría en una relación realmente especial. “Poco después, gané un premio literario y le llevé mi trabajo para que lo leyera”, comunica el escritor. Tal y como se forjan, por lo general, las amistades, el paso del tiempo fue uniendo a los dos literatos hasta el punto de buscarse mutuamente, según apunta Montiel. El nexo que los conectó en primera instancia pervivió entre ellos durante toda la relación.
“Tuve un magisterio extraordinario que me daba clases particulares”, manifiesta el académico. Estas lecciones consistían en que Berenguer leía los textos que el joven escribía y le comentaba las dudas que le fueran surgiendo durante la lectura. Según alega Enrique Montiel, esta actividad pedagógica supone una participación conjunta en un acto colectivo de pensamiento.
“Él iba mucho por delante, yo era un muchacho de veinte años y poco más”, reconoce el gaditano, que se muestra afortunado por su amistad, ya que con Berenguer también conversaba sobre libros y autores de su gusto. Gracias a este vínculo, Montiel descubrió nombres como el que hoy considera uno de los mejores poetas, el peruano César Vallejo.
También era un autor que conocía en profundidad la literatura anglosajona, como la de James Joyce, a quien llegó a traducir gracias a su dominio del inglés, que desarrolló durante la estancia que el ferrolano pasó en Washington. Esta etapa en la capital estadounidense ocurrió tras haber estudiado Ingeniería en Madrid, después de su estancia en Marín.
“Era un hombre muy completo”, concluye Montiel. La relación llegó hasta el final, ya que el académico estuvo con Berenguer el día previo a su muerte. En ese encuentro, el autor le leyó su última novela, “Tamatea, novia del otoño” y le comentó su intención de presentarla al Premio Planeta.
A día de hoy, el isleño proclama que “en Ferrol, tendría que quedar una huella de Luis Berenger”. El lugar de nacimiento es para él sustantivo y la explicación que encuentra al hecho de que no se celebre el centenario en el municipio solo puede ser el desconocimiento. Así pues, el escritor gaditano propone dedicar un espacio en la ciudad para conmemorar al autor. “Que Ferrol tenga una calle que se llame Luis Berenguer significa darle honra a un escritor de los grandes como Torrente Ballester, Miguel Delibes o Umbral”, ambiciona Montiel.
El académico está casado con Macamen de Arnáiz, nacida en Ferrol, y de un modo semejante al de Berenguer, se vio obligada a mudarse a San Fernando debido al destino que le impusieron a su padre. Así pues, la pareja se conoció en territorio gaditano, cuando todavía se encontraban estudiando en el instituto.
Aún así, la familia de Macamen de Arnáiz continúa con las raíces soterradas en esta ciudad. De hecho, la visita de Montiel a la localidad se debe a la celebración del aniversario de su suegra, que cumplió los 99 años. Al haberse conocido a una edad tan temprana, no solo disfrutó Enrique Montiel de la amistad con Berenguer, sino que el matrimonio mantuvo una relación realmente allegada al autor ferrolano. Asimismo lo hicieron en su momento con la viuda y con algunos de sus 11 hijos.