Uno de los ceses por jubilación de este año en el Campus de Esteiro es el de Julia González Pose, una telefonista que lleva cerca de tres décadas en su oficio, el cual dejará definitivamente este mes. No obstante, este cambio de etapa no significa el retiro de la trabajadora, que aprovechará la coyuntura para continuar con sus labores voluntarias de tipo social.
La protagonista de esta historia estrenó su empleo en la unidad de atención telefónica hace 27 años, los tres primeros en la sede coruñesa, en el Campus de Elviña, y el resto de su trayectoria la desarrolló en el de Ferrol.
“Nuestro puesto no tiene nada que ver en la actualidad con cuando empecé”, expone Julia González Pose. La telefonista rememoró la central analógica que utilizaba en sus inicios, con una capacidad de líneas de comunicación escasa y que funcionaba mediante una señal eléctrica.
Según explica la profesional, por aquel entonces abundaban las interferencias, dependiendo de la distancia a la que se estuviera, por lo que “estábamos expandidos por los Campus universitarios” para garantizar la calidad de las conexiones.
Con la aparición de las centrales digitales, la voz ya no era lo único que se transmitía, ya que “antes había contestadores automáticos como mucho”, indica González, y estos avances, que ya se estaban asentando cuando la responsable entró en el puesto de Ferrol, permitieron enviar también otro tipo de datos.
El puesto de Julia González siempre fue el de atención telefónica, por lo que sus funciones principales son la recepción y encaminamiento de las llamadas, tanto entrantes como salientes o intercentros, y desde niveles locales hasta internacionales.
Como cualquier oficio que requiere contacto con el público, “tratamos de que el usuario tenga una experiencia positiva cuando cogemos su llamada y de resolverle las dudas más inmediatas”, ya sean, por ejemplo, sobre prestaciones, plazos o ayudas, de modo que se proporcione una orientación básica para posteriormente derivar al interesado al servicio corresponciente.
Esto implica que una de sus tareas es estar al tanto de todo lo que abarca la comunidad universitaria, además de controlar el correcto funcionamiento de las redes y resolver las posibles anomalías que estén en su mano.
A pesar de que Julia González es trabajadora social de formación, se encuentra realmente satisfecha con el oficio al que dedicó la parte profesional de su vida. “Cuando alguien consigue realizar su gestión, que yo ya los pierdo, y vuelven a llamar para decir ‘gracias por tu ayuda, ya lo solucioné’, sienta genial”, expresa la responsable.
Aparte del carácter agradecido que observa en la gran mayoría de la personas con las que trata, otra de las fortalezas de su puesto de trabajo son sus compañeros. “Como el de Ferrol no es un Campus masificado, todos nos ayudamos”, indica la telefonista, consciente de la dependencia que presentan sus funciones, ya que en muchas ocasiones debe recurrir a otros departamentos para solventar dudas concretas.
La profesional vivió el cambio de las comunicaciones de tipo analógico a las digitales, lo que multiplicó las posibilidades
Entre las llamadas más curiosas recibidas, a González le quedaron marcadas con una sonrisa las de algunas madres de futuros alumnos, que en esta época de preinscripción preguntan por lugares donde hagan comida casera para sus hijos.
“¿Estoy hablando con una persona o con una máquina?”, esta es una de las frases recurrentes que, en los últimos tiempos, escucha la trabajadora a través del teléfono y que son resultado de la evolución tecnológica.
“Me voy feliz y contenta, como he estado hasta ahora”, declara González, que relata cómo nunca se sintió agobiada por su trabajo y cuál va a ser su dedicación a partir de su jubilación.
La profesional ya advierte de que “tampoco tengo pensado tirarme al sol”, lo que va en consonacia con su trayectoria anterior, en la que realizó tareas voluntarias como por ejemplo, en colaboración con ONG’s, o en la Cruz Roja e incluso tuvo niños en acogida.
“Mi proyecto estrella es un voluntariado amplio, preferentemente en Uganda, y será algo que realice en breve”, relata Julia González, que elige este destino por ciertas referencias, aunque está abierta a cambiarlo mientras que pone a punto el inglés, ya que es un idioma que desearía llevar con soltura. Este repaso lo compaginará con tareas para la ayuda de inmigrantes.
Según comunica la voluntaria, desde hace años colabora con la asociación ourensana Ledicia Cativa, que se dedica a la acogida de niños afectados por la central de Chernóbil, una función que se vieron obligados a interrumpir desde la guerra ucraniana, aunque le gustaría continuar.
Fuera del ámbito laboral, se trata de una referencia por su implicación social en temas de infancia y también de inmigración
Además, tiene la intención de desarrollar algún voluntariado relacionado con áreas comunitarias, seguramente centradas en mujeres o en cuidado infantil. Se trata de objetivos que tenía pendientes porque “la familia también espera a que tengas unas vacaciones y que compartas con ellos”, elección innecesaria con la plena disposición de tiempo.
Aunque estos son sus planes de mayor envergadura, también continuará con los talleres de arte con papel reciclado, que ya realizaba en distintas asociaciones, ONG’s y centros de acogida para la integración social, de forma que se fomenta la reutilización a la vez que es una forma de acercar técnicas de bienestar con un bajo coste. “Algún día también me dedicaré a la vida contemplativa”, bromea González.