Barcelona es la ciudad en la que Myriam Doce –Ferrol, 1999– vive y trabaja como bailarina. Se trata, reconoce, una profesión dura en la que los tiempos se aceleran y el éxito es fugaz. “La oportunidad te viene de hoy para mañana y se termina al día siguiente”, explica. Pero no importa porque tiene claro que la danza es su vocación.
¿En qué momento decidió hacer las maletas?
Durante la cuarentena. Trabajaba en Ferrol dando clases y también en una empresa de animación infantil, pero nunca tenía tiempo de bailar yo. Cuando llegó el confinamiento empecé a hacer clases online y para redes en mi habitación y entonces me di cuenta de que quería eso siempre, cada día. En esa época vi en Instagram una publicación de un curso profesional de danza que se hacía en Barcelona y la decisión tardé en tomarla, literalmente, diez minutos. En septiembre me fui y lo dejé todo aquí.
¿Cómo fue la adaptación a una nueva ciudad?
La llegada fue difícil; yo nunca había salido de mi casa, me costó mucho el momento de abrirme a conocer gente nueva, pero es cierto que a la hora bailar y hacer lo que había ido a hacer no me costó nada porque sentía que constantemente estaba aprendiendo y creciendo, así que estaba feliz, aunque echase de menos mi casa, mis amigos, mi familia.
¿Siempre quiso dedicarse a la danza?
Desde que tengo uso de razón nunca tuve esos cambios de opinión cuando te preguntaban qué quieres ser de mayor. Siempre quise lo mismo, siempre quise bailar y sabía desde pequeña que me iba a dedicar a esto. Nunca tuve dudas, nunca probé otras cosas. Esto era lo que me pedía el cuerpo.
Viene de participar en un programa de la televisión catalana, “Eufòria” y también en “La Voz” como bailarina en una interpretación de Luis Fonsi. Las cosas le van bien...
Son años y años de trabajo, de no decaer nunca, de confiar en ti misma, porque, al final, recibes muchos noes antes de un sí, y me quedan muchos noes todavía. El hecho de haber tenido un trabajo guay no significa que vayan a ser siempre síes. Hay muchos noes por el camino y pocos síes. Tuve la suerte, después de haber participado en el concurso, de conocer a una coreógrafa, Natalia Palomares, que fue la que me contactó para trabajar con Luis Fonsi, pero obviamente esto llega porque hay mucho trabajo detrás.
La danza es muy sacrificada. ¿Cuántas horas le dedica?
Acabamos antes si te digo el tiempo que no le dedico (se ríe). Es que son todos los días de mi vida. De pequeña le dedicaba al baile mucho tiempo de lunes a viernes, pero desde que me fui a Barcelona la danza era de lunes a domingo por la mañana y por la tarde. Son muchas horas, porque no es solamente recibir clases, sino también crear contenido para redes, coreografías, innovar... Y dar clases también. Al final podría decirte que de sol a sol.
Desde pequeña siempre quise bailar, dedicarme a esto. Nunca pensé en otra cosa, no tuve dudas
Aparte de trabajo, ¿qué cualidad debe tener una bailarina?
Hay una cosa que siempre dicen y que yo nunca me creí hasta que realmente lo comprobé: cuando eres fiel a ti misma y confías en lo que haces, eso se ve desde fuera y es lo que realmente llama la atención de un bailarín. Obviamente, la técnica y el trabajo son muy importantes, pero ver a un bailarín disfrutar con lo que está haciendo y ofreciendo es fundamental. Confiar y creer en uno mismo, no sentirte juzgado por nadie, ni juzgar a los demás. Y no compararse.
¿Es la danza un mundo especialmente competitivo?
Obviamente, hay de todo y en cualquier trabajo, en cualquier situación y en cualquier espacio, siempre hay gente competitiva en un sentido negativo, pero, en general, en el mundo en el que me muevo observo muy poca competitividad. Compites, sí, porque los puestos de trabajo son pocos y muchas las personas que aspiran a ellos, pero ahora mismo vivo en un entorno bastante sano, aunque he vivido en otros muy negativos y muy hirientes.
¿Qué género dentro de la danza le gusta más?
He hecho ballet, contemporáneo, jazz... Un poco de todo y, aunque siempre me ha gustado mucho el contemporáneo, ahora mismo me siento un poco más implicada en la etapa comercial porque es también a lo que realmente me quiero dedicar. Para bailar con artistas, el 90% de los trabajos son de danza comercial, pero estoy enamorada de la contemporánea y, de hecho, es la que me dedico a enseñar.